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Vaticano

León XIV exige a los cardenales "plena adhesión" al Concilio Vaticano II

También al "magistral" legado de Francisco

Si alguien tenía dudas sobre el grado de identificación del nuevo Papa con su predecesor en su visión sobre la Iglesia, León XIV las despejó de un plumazo en el encuentro que mantuvo ayer por la mañana con los cardenales en el Aula Nueva del Sínodo. El Papa Prevost exigió a los purpurados presentes fidelidad tanto a la reforma conciliar que emprendió la Iglesia hace más de seis décadas como respeto al magisterio de Francisco. «Quisiera que renováramos juntos, hoy, nuestra plena adhesión a la vía que desde hace ya decenios la Iglesia universal está recorriendo tras las huellas del Concilio Vaticano II», expresó. Y lo hizo a sabiendas de las resistencias que en ese mismo lugar pudo palpar del ala más conservador del catolicismo, que ha demostrado ser minoritario a la luz de su rápida elección como Pontífice. El hecho de que el nuevo Sucesor de Pedro reivindique esa «plena adhesión» es reflejo de su apuesta por aterrizar en plenitud el Concilio que introdujo al catolicismo en el mundo de hoy.

Junto a esto, manifestó con la misma rotundidad su empeño en materializar los procesos abiertos en estos últimos 12 años por Jorge Mario Bergoglio, al calificar de magistral su aportación. Para Prevost, Francisco «ha recordado y actualizado magistralmente» el Vaticano II a través de la exhortación apostólica «Evangelii gaudium», la hoja de ruta programática que el Pontífice latinoamericano presentó al poco tiempo de ser elegido.

Esta defensa cerrada de quien apostó por él como prefecto para el Dicasterio para los Obispos y con quien se reunía todas las semanas, fue más allá, en tanto que quiso poner en valor las principales reformas de Bergoglio, haciéndolas también suyas, como apuntalar «el crecimiento en la colegialidad y en sinodalidad», que se traduce en una mayor participación lo mismo de sacerdotes que de laicos, especialmente de las mujeres. No se detuvo ahí el actual Papa, puesto al identificarse con ese «sensus fidei», que se traduce en una mayor confianza en el olfato del Pueblo de Dios, habló de la necesidad de apostar por formas «más propias e inclusivas» de Iglesia. Así, situó como propuestas preferentes las ya marcadas por su predecesor: «la piedad popular», «el cuidado amoroso de los débiles y descartados» y «el diálogo valiente y confiado con el mundo contemporáneo en sus diferentes componentes y realidades». Y todo, para situar a Cristo en el centro de la evangelización y desde la urgencia de la conversión misionera. En este punto, a lo largo de su alocución también se remitió a Benedicto XVI para defender que la Iglesia debe vivir con «ánimo sincero la verdad, la justicia, la paz y la fraternidad».

León XIV remató su discurso con la primera alocución de Pablo VI cuando fue elegido Papa en 1963. No resulta baladí, en tanto que Montini es quien tuvo que ir perfilando los aires nuevos conciliares auspiciados por Juan XXIII. Y es que, a la luz de sus palabras, Prevost se sentiría llamado a ratificar esa «segunda recepción» del Concilio que representaría Francisco.

Su elogio al primer Pontífice jesuita y latinoamericano de la historia, le llevó también a adentrarse en su perfil más personal. En este particular homenaje, León XIV enfatizó «su estilo de total dedicación al servicio» y su «sobria esencialidad de vida, de abandono en Dios durante el tiempo de la misión y de serena confianza en el momento del retorno a la Casa del Padre». «Recojamos esta valiosa herencia y retomemos el camino, animados por la misma esperanza que nos viene de la fe», animó a los cardenales. Para ello, solicitó compromiso a quienes le atendían en el auditorio vaticano para abrir caminos de «colaboración recíproca». En cualquier caso, se presentó al grupo como un «indigno sucesor» y un «humilde siervo de Dios y de los hermanos».

Ante ellos, reconfirmó el motivo por el que decidió llamarse León XIV: «El Papa Leon XIII, con la histórica encíclica ‘Rerum novarum’, afrontó la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial y hoy la Iglesia ofrece a todos su patrimonio de doctrina social para responder a otra revolución industrial y a los desarrollos de la inteligencia artificial, que comportan nuevos desafíos en la defensa de la dignidad humana, de la justicia y el trabajo».

Purpurados presentes en la cita destacan a LA RAZÓN que el coloquio posterior que inició Papa Prevost para conocer el sentir de los purpurados fue «excelente», se mostró «en plena sintonía con Francisco» y dio muestras de tener «muy buen humor».