
Entrevista
Luis Marín de San Martín: «León XIV es un hombre de Francisco, comparte su apuesta por una Iglesia abierta e inclusiva»
El subsecretario de la Secretaría General del Sínodo compartió con Prevost las horas antes de ser nombrado Papa: «Le dije, pase lo que pase, no estarás solo»

Fue uno de los últimos agustinos en despedirse del cardenal Prevost antes de entrar en el cónclave en el que fue elegido Papa. No en vano, el obispo español Luis Marín de San Martín es compañero de andanzas y de amistad del primer Pontífice norteamericano (y peruano) de la historia. El actual subsecretario de la Secretaría General del Sínodo llegó a Roma por decisión del entonces prior general de la Orden, que lo fichó en 2008 como archivero general y miembro de varias comisiones.
¿Cómo se le quedó el cuerpo cuando escuchó el nombre del elegido?
Es difícil describir con palabras los sentimientos que brotaron en mi interior cuando escuché del cardenal protodiácono el nombre de «Robertum Franciscum». No me hizo falta que llegara al apellido, porque pensé inmediatamente: «Ahí está nuestro querido hermano Roberto Prevost. Él ha sido elegido; ha sido elegido Papa». Nada menos. A partir de ahí, la alegría me desbordó a mí y a quienes estábamos siguiendo el acto desde la ventana de esta comunidad que él conoce tan bien. Nos abrazamos todos. Y, por supuesto, gritamos. Nos sentimos muy unidos entre nosotros y muy unidos también a nuestro querido hermano, el Papa León XIV. A esa profunda emoción se une, por mi parte, un enorme y sentido agradecimiento a todos los cardenales que lo han hecho posible, que han sabido ser instrumento de Dios para que, al final, el Espíritu Santo haya podido hacer su obra. Creo sinceramente que es el Papa que la Iglesia necesita en estos momentos. Yo estoy muy contento.
¿Deja de ser agustino para empezar a ser Papa?
Él se presentó al mundo diciendo sin complejos: «Yo soy un hijo de San Agustín». Ser agustino imprime carácter, pero por supuesto, no concibiéndolo como un carisma cerrado y reductivo. Ni tampoco único. Simplemente es nuestro modo de seguir al Señor Jesús y de servir a la Iglesia. Pero ahora es el Papa de todos, fundamento de unidad, padre común en la Iglesia, que es familia de Dios e integra, acoge y acompaña a todos. Y él aportará a la Iglesia esa espiritualidad agustiniana que, sin duda alguna, le configura.
León era el mejor amigo de Francisco de Asís. ¿León XIV era un buen amigo de Francisco?
Un buen amigo y un colaborador fiel. El nombre que ha elegido evidentemente evoca a León XIII, el Papa de la encíclica «Rerum Novarum», de la Doctrina Social de la Iglesia, un Pontífice que supo leer los signos de los tiempos con una mirada amplia y creativa. Pero también tenemos esta curiosa y bonita coincidencia entre el «poverello» de Asís y su amigo. Sin duda, León XIV ha sido un hombre de Francisco, de su total confianza. Lo nombró obispo, lo trajo a Roma como prefecto, lo hizo cardenal, lo promovió al orden cardenalicio de los obispos. Y, no solo eso, comparten la apuesta por una Iglesia dinámica, abierta, sinodal, esperanzada e inclusiva. La Iglesia del Evangelio. Hay una continuidad clara, desde la personalidad propia de Roberto Prevost. Ninguna persona es una copia de la otra y el nuevo Papa aportará a la marcha y al Gobierno de la Iglesia su propia personalidad y estilo.
Pero, ¿echará el freno a las reformas del Papa anterior?
En absoluto. No va a ser ningún freno, sino un refuerzo. Y lo dijo en ese precioso discurso en el balcón de la Basílica de San Pedro. Ahí están las claves de su Pontificado. Citó a Francisco, no por cortesía, sino con el convencimiento de una continuidad manifiesta con el camino abierto por el Papa Bergoglio.Seguirá transitando por las sendas abiertas de Francisco.
En estas semanas ha compartido misa y mesa con él. ¿Le notó nervioso o desconcertado?
El nuevo Papa vive el carisma agustiniano, en el que la comunidad y la fraternidad es esencial. Y aunque residía en su propio apartamento en el interior del Vaticano por ser prefecto, compartía con nosotros todos los días, a las 7:30, el rezo de laudes y la eucaristía. Después, a eso de las 13:00, también comía con la comunidad, charlábamos… A medida que se iba acercando el momento de entrar en cónclave y veíamos que su nombre sobresalía tanto en la prensa como entre los propios eclesiásticos, lo compartimos con naturalidad, se hacía algún comentario respetuoso. Él se mostraba muy tranquilo y paciente, con una serenidad que es reflejo de su profunda vida de oración, de su riqueza interior. Él se ha puesto en las manos de Dios totalmente. Su máxima siempre ha sido esta: «Si el Señor me lo pide, si el Señor me llama, yo respondo sin dudar». Aunque le cueste, aunque sea una petición tremenda, un peso abrumador. Tiene una gran serenidad. Así afrontó la confianza que depositamos en él los agustinos al ser elegido prior general, pero también el volantazo que dio su vida al ser designado por el Papa, primero obispo de Chiclayo y, después prefecto del Dicasterio para los Obispos. Esa disponibilidad es la que le ha llevado a decir en estos días, cuando le dejábamos caer la posibilidad de ser Papa: «Estoy en las manos de Dios. El Espíritu sabrá». Eso le daba una gran paz. Cuando nos despedimos antes de entrar en el cónclave, le di un fuerte abrazo y le dije: «Querido Roberto, no sé lo que pasará, pero, pase lo que pase, nunca estarás solo». Y me dijo: «Muchísimas gracias. Te lo agradezco mucho». Espero verlo en breve. Es consciente de que estamos con él, no solamente los agustinos, sino toda la Iglesia.
Además, él ha sido su jefe. ¿Es exigente?
En un buen líder, tiene una gran capacidad de gobierno y es buen gestor. Lo podemos corroborar en todos los servicios eclesiales que ha prestado. Es una persona que sabe escuchar a todos y con distintas voces. Una vez que escucha, sabe evaluar, decidir y repartir el trabajo, desde la corresponsabilidad. El trabajo en equipo no siempre es fácil porque debe brotar de la comunión de corazones, de la sintonía interior. Gran trabajador, es exigente consigo mismo, se toma las cosas muy en serio, lo prepara todo minuciosamente, con mimo y cuidado. Por ejemplo, el hecho de que su primer discurso lo llevara escrito es reflejo de que dice lo que quiere decir y como lo quiere decir. Es muy responsable. El tiempo que he colaborado con él, comprobé que deja mucha libertad de acción, pero también acompaña y se interesa por el trabajo que estás haciendo. Con él he tenido una preciosa experiencia de sinodalidad práctica, tal vez porque nuestro carisma agustiniano es muy sinodal. A algunos se les llena la boca de sinodalidad; él la practica, la vive.
La Iglesia elige un Papa norteamericano en plena era Trump...
Su voz en defensa de la justicia y de la paz va a ser clara, firme y autorizada. Con una particular sensibilidad por los pobres, los débiles, los que sufren. Será un Papa que unirá mundos, porque sabe superar las clasificaciones políticas y abrirse a lo que es la universalidad eclesial, la fraternidad. Y ejercerá un indudable liderazgo: hablará con autoridad. Debo añadir que el nuevo Papa tiene una visión muy amplia del mundo actual, desde una perspectiva integradora. Como superior general de los agustinos, ha recorrido todos los continentes y se ha empapado de todas las culturas. Desde Roma, como prefecto para los Obispos, ha ahondado todavía más en estas singularidades, en estas riquezas, lo que le permite tener una mirada muy amplia y, por tanto, integral e integradora. No cabe duda de que sido una persona muy respetada en la Curia Romana. El Papa hará querer en cuanto le vayan conociendo. Por otra parte, León XIV no es hombre de confrontación que busque la lucha y generar conflictos. Personalmente, tengo muy claro que sabe lo que tiene que hacer, lo que tiene que decir y como debe actuar, pero procurando siempre buscar consensos. Lo ha dicho de forma precisa: hay que tender puentes. El diálogo y la inclusión es la tarea común de todos, porque la Iglesia es una comunión llamada a la hermosa tarea de evangelizar. Y aquí encontramos un rasgo precioso y muy definido en Roberto Prevost: su espíritu misionero. Él es un misionero nato. Y lo vive como expresión genuina de la realidad cristiana. Sin duda alguna va a impulsar la evangelización como exigencia del servicio de amor al que nuestro Señor le ha llamado.
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