El final de una era
Mantener el uso de mascarillas ya no es una medida útil
Los últimos estudios desaconsejan su utilización en hospitales y farmacias por su coste, el escaso impacto en la prevención y dificultar el diagnóstico de los pacientes
Casi sin darnos cuenta, las calles han vuelto a arrojar esa fotografía normalizada de rostros de paseantes expuestos al sol, sin mascarillas que tapen sus rasgos faciales. Y encontrar una cara cubierta vuelve a convertirse en la rareza que suponía antes de la pandemia.Ocurre en España y ocurre en el mundo entero.
El uso del cubrebocas para controlar la expansión de la covid es una reminiscencia del pasado, un anacronismo. Medio planeta se está planteando dar el paso definitivo que envíe a este artilugio de control sanitario al lugar que le correspondía en tiempos prepandémicos. Se plantea cada vez con más fuerza eliminarlo de todos los entornos sociales.Incluso del ámbito hospitalario, en el que todavía resiste en países como España.
La mascarilla ya no es obligatoria en nuestro país como uso general. Solo se mantiene su obligación de empleo en hospitales, centros sanitarios y farmacias. El problema es que, ni siquiera esta última recomendación, cuenta con el apoyo unánime de la comunidad científica.
En Europa, Portugal, Reino Unido e Italia han declarado ya el fin de las mascarillas en hospitales. Francia deja la decisión en manos de cada centro sanitario y la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció el viernes pasado el fin de la emergencia sanitaria internacional por covid.
En España, la primera comunidad en sugerir un cambio de estrategia al respecto fue Madrid que, hace algunas semanas, solicitó el fin del uso de este complemento en los hospitales en un comunicado de su consejero de Sanidad. En aquel caso, el gestor de la sanidad madrileña alegó que la evidencia científica avalaba esa posible decisión.
Efectivamente, un estudio reciente de Annals of Internal Medicine recomienda a las autoridades poner fin a esta práctica preventiva. «No cabe duda –dicen los autores del trabajo– que la mascarilla fue clave en el control de la expansión de la epidemia pero quizás haya llegado el momento de replantear muchas verdades dadas por asumidas». El informe se ha atrevido a poner en la balanza los beneficios y los perjuicios derivados del mantenimiento de las mascarillas en entornos sanitarios.
Ganan los "contras"
De todos los puntos a favor, el más importante es que el cubrebocas es la mejor garantía para que el personal sanitario que tiene contacto directo con pacientes se mantenga libre de riesgo de transmisión de patógenos que pueden estar presentes de manera asintomática. Pero esta circunstancia, obviamente, deja de tener impacto en la decisión conforme la pandemia empieza a decaer. Si en las primeras fases de la epidemia era indiscutible la necesidad de tomar medidas de barrera (no había otras, la vacunación no existía, la gravedad de los pacientes era extrema y era necesario realizar maniobras que suponían un alto riesgo de contagio) en las circunstancias epidemiológicas actuales empiezan a cobrar cada vez más fuerzas los "contras" que los "pros" de llevar el rostro tapado.
Porque, sí, el uso generalizado de mascarillas tiene también sus perjuicios. El primero que destacan los expertos es el coste. Universalizar este sistema de protección ha añadido a los sistemas sanitarios una carga de gestión inexistente hace tres años. En 2021 se vendieron en el mundo 402.000 millones de mascarillas, con un coste sanitario global cercano a los 130.000 millones de dólares. Antes de la pandemia, el coste fue de menos de 1.500 millones.Lo más curioso es que el coste estimado para 2024 es de 4.200 millones, es decir, más del doble que el gasto prepandémico.
El dato sugiere que la costumbre de usar mascarilla se ha multiplicado y ha quedado de manera estable por encima de lo habitual en décadas pasadas, a pesar de que la crisis sanitaria esté a punto de darse por finalizada. Algunos epidemiólogos consideran que ese aumento por inercia del uso de este producto no está justificado.
Otra cruz derivada del uso de mascarillas en entornos hospitalarios tiene que ver más con el cuidado emocional de los pacientes. Llevar el rostro cubierto dificulta la comunicación entre médico y paciente. El trabajo de Annals of Internal Medicine demuestra que este artefacto perjudica en ocasiones la comprensión de los síntomas y del estado general del enfermo, sobre todo si sanitario y paciente no usan el mismo idioma nativo o el segundo tiene dificultades en el habla.
Está demostrado que este distanciamiento en momentos críticos de la intervención médica aumenta el estrés del paciente, genera angustia y falta de empatía y crea unas condiciones poco favorables para la recuperación.
Nuevas evidencias
El artículo pone negro sobre blanco la tendencia de opinión más común en la actualidad entre los epidemiólogos: «La obligación de llevar mascarilla en hospitales y centros sanitarios se ha mantenido durante más tiempo que en el resto de la comunidad porque en estos entornos el riesgo de tener contacto con personas vulnerables es mucho mayor. Pero en el actual contexto epidemiológico es necesario reconsiderar ciertas políticas preventivas a la luz de las nuevas evidencias».
En España, la tasa de ingresos covid en los últimos siete días es menor de 4 por cada 100.000 habitantes, de los cuales solo 0,91 requieren ingreso en UCI. El porcentaje de camas ocupadas no llega al 2%. En este escenario afloran incluso estudios que sugieren que llevar mascarilla en el hospital no tiene impacto alguno en la contención de un nuevo brote con variantes del linaje Ómicron.
Investigadores británicos del Hospital St. George, en Londres, han analizado datos recogidos entre diciembre de 2021 y septiembre de 2022. Durante ese tiempo se produjo un cambio en la política de mascarillas del hospital. En la primera fase, el cubrebocas era obligatorio en todo el centro, en la segunda, solo se imponía a personal de riesgo y pacientes vulnerables. Los datos demuestran que no hubo un cambio significativo en las tasas de transmisión registradas entre ambos periodos.
Otro informe de este año, publicado en BioMed Central, analizó la incidencia de covid durante el otoño de 2021 en colegios finlandeses que tenían un estricto protocolo de uso de mascarillas y en otros en los que la norma era más laxa. No se encontraron disparidades en la evolución del virus, lo que sugiere que la vacunación y la inmunización natural tienen ya más peso en el control de la enfermedad que las mascarillas.
Así las cosas, parece inminente la decisión de retirar las mascarillas obligatorias también en hospitales. ¿Cuán inminente? Muchos expertos esperan que el Ministerio de Sanidad se pronuncie con claridad al respecto. Al menos, con más claridad con la que lo hizo la semana pasada Fernando Simón, todavía director del CCAES, que, preguntado al respecto, afirmó que «estaría bien que las mascarillas siguieran usándose en hospitales un tiempito más».
La OMS pide que se mantenga
72 horas después de anunciar el final de la emergencia sanitaria internacional por covid, la Organización Mundial de la Salud se pronunció ayer respecto a la necesidad de mantener las mascarillas en los centros sanitarios, al menos para los trabajadores y los pacientes más vulnerables. La portavoz de organismo, Margaret Harris instó a no bajar la guardia y a mantener algunas medidas de precaución, porque el virus aún está presente. «Es recomendable mantener la mascarilla en los hospitales, particularmente para los sanitarios, porque tienen más riesgo de infección que nadie y necesitamos que continúen sanos», resaltó en declaraciones a Rac1. Harris también cuestionó que los países hayan dejado de hacer test a la población y recordó que estas pruebas permiten «secuenciar el virus y ver si aparece una nueva variante».
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