Investigación

Mónica, días antes de desaparecer: "Estoy viviendo con un chico que no se porta nada bien conmigo”.

Los investigadores estrechan el cerco sobre el exnovio de la desaparecida el pasado verano en Tarragona.

Mónica llevaba el pelo rapado por los lados cuando desapareció
Mónica llevaba el pelo rapado por los lados cuando desaparecióCedida por la familia

La llamaban Mónica «La Vasca» porque llegaron desde Irún cuando ya pasaba los 20 años. Morena, alta, guapa, siempre llamó la atención en Valls, un pueblo de Tarragona que no llega a los 25.000 habitantes, aunque ella llegó embarazada de su hijo (hoy veinteañero) y medio separada ya del padre del bebé.

Pero cuando el niño vino al mundo quien realmente se hizo cargo de sus cuidados diarios y de estar pendiente de él constantemente fueron sus abuelos. Ella, quizás por su juventud, estuvo un poco más ausente, según reconoce su hermana María Jesús. Porque la estabilidad no era precisamente un adjetivo que definiera a Mónica.

Siempre fue empalmando pequeños trabajillos en empresas del polígono industrial que hay en la localidad y en negocios de hostelería de la zona pero nunca fue demasiado constante en el terreno laboral. Según explica su hermana no era raro que se ausentara de su puesto de trabajo y que la echaran porque a veces salía de fiesta y luego llegaba tarde o no se presentaba.

Su vida amorosa tampoco era muy lineal y menos durante el último año. Estuvo varios meses con un chico de Valls y, cuando lo dejaron (aunque retomaban con encuentros esporádicos, según sus allegados) conoció a otro hombre que vivía en La Morera de Montsant, un pequeño pueblo situado en la sierra que lleva el mismo nombre y a una hora de Valls.

Se llama Carlos y se ha convertido en el principal sospechoso de la desaparición de Mónica, a quien se le perdió la pista el pasado 21 de julio. «Tenían una relación tormentosa pero nosotros, la familia, nos hemos enterado cuando ella ya estaba desaparecida», explica María Jesús. Fue a raíz de que nadie supiera de su paradero cuando todas las miradas se posaron sobre su última pareja y las amigas de la joven comenzaran a reenviar a la hermana mensajes de texto y de audio de Mónica quejándose del maltrato que le daba este hombre.

«Que ella sufría malos tratos es un hecho. Hay vídeos de ella que sale con sangre en la nariz, diciéndole: "Es que tú antes, cuando te conocí, no eras así", y él le tapaba la boca y no la dejaba respirar. Luego ella decía: "Déjame ya, no me pegues". También tenemos un audio que mandó a un amigo diciéndole que si algún día a ella le pasaba algo, se lo enseñara a la Policía. Discutían mucho, no era algo esporádico».

Cuando se peleaba con Carlos, con quien medio convivía en la casa de éste en La Morera de Montsant, regresaba unos días a casa de su ex en Valls y viceversa. Pero acaba perdonando la violencia y volvía con Carlos, un tipo en torno a los 50 años que no tiene precisamente buena fama en el pueblo.

«Tiene antecedentes por tema de trapicheo de drogas y por conducir sin carné. No tiene nada de violencia de género pero la gente del pueblo le tiene miedo. Un conocido que vive allí, cuando le preguntamos qué le parecía él, nos dijo: Eso es el demonio puro», sostiene María Jesús, que tiene muy claro que la desaparición de su hermana «no tiene buena pinta». Ella, como el resto de la familia, se enteró días después de que nadie lograba contactar con ella.

Dado el rumbo errático que llevaba en cuanto a trabajos y novios, se habían acostumbrado a no alarmarse si estaban unos días sin saber de ella pero algo les llamó la atención esta vez: ya estaban cerca de agosto y su última conexión de WhatsApp era del 21 de julio.

«Me lo dijo una amiga suya porque yo tengo quitadas esas notificaciones y fue cuando lo tuve claro: ella no se despegaba del teléfono». Su última entrada a Facebook, donde también era bastante activa, era del 18 de julio compartiendo música.

Pero no solo eso. A la madre de Mónica la operaban esa semana y ella no llamó para preguntar qué tal, un gesto que fue definitivo para su familia para saber que algo le había pasado. «Con varios amigos había hablado el día 21, después de ese día con nadie más».

Y un dato crucial para los investigadores. Después de ese día no hay movimientos en su cuenta bancaria, en su tarjeta de la farmacia (donde debía recoger medicamentos para el asma y para una arritmia que le acababan de detectar) ni tampoco su móvil vuelve a conectarse a ninguna antena.

La familia denunció su desaparición ante los Mossos d’Esquadra y también se pusieron en contacto con la asociación SOS Desaparecidos, desde donde se difundió el cartel de la chica ante millones de personas que les siguen en redes.

Carlos se convirtió pronto en el principal sospechoso y fue interrogado varias veces. Su versión es simple: él la dejó en una parada de autobús que hay en el pueblo de abajo, en Cornudella de Montsant, a 15 minutos en coche. Eran, según su versión, sobre las 14:00 horas aunque la antena que daba cobertura al teléfono de Mónica, según ha podido saber LA RAZÓN, no es la de Cornudella.

El conductor del autobús que tomó ella, según las explicaciones de Carlos, tampoco recordaba haber cogido a ninguna pasajera de las características de Mónica aquel día. «Y mi hermana llamaba la atención, no pasaba desapercibida. Además, llevaba los laterales de la cabeza rapados: si se hubiera subido a ese bus, al conductor le sonaría al ver sus fotos y no ha sido así sencillamente porque es mentira. Ella no se subió a ningún autobús», zanja María Jesús.

Aunque los investigadores mantienen abiertas varias hipótesis y han tomado declaración ya a varias personas y practicado varios estudios tecnológicos, como la triangulación de las antenas y qué teléfonos estaban conectados ese día junto al de Mónica, la familia de la joven lo tiene claro: la suya es una desaparición forzosa con tintes violentos y Carlos, ese «diablo» del que hablan sus vecinos del pueblo, parece el principal sospechoso dado lo violento que era con ella.

«Yo no digo que sea un asesino pero sí creo que en una pelea se le pudo ir de las manos y, en un empujón que a lo mejor no dio con esa intención, pues ella se dio un mal golpe y la mató. El problema ahora es que él a saber dónde ha escondido el cuerpo. Él es de allí y se conoce a la perfección el terreno, todo campo y con el embalse de Siurana a 20 minutos. Ese es nuestro mayor temor: que nunca aparezca Mónica».

Porque, el principal desafío al que se enfrentan los investigadores no es solo recabar pruebas que permitan al juez condenar al responsable de la desaparición de Mónica sino que, cuando sea detenido, él tenga la «buena voluntad» de llevarles hasta el cadáver, en el caso de que, como sospecha María Jesús, la haya matado. El hándicap es precisamente que el principal sospechoso es de la zona: una zona agreste, llena de pozos, grutas y mil sitios que él conoce al dedillo y que son «perfectos» para deshacerse de un cuerpo. Si no, sin la colaboración final del responsable, todo quedaría a expensas de que, de forma accidental y con el paso de los años, alguna alimaña moviera algún hueso y cualquier ciclista, senderista o excursionista lo encontrara y avisara a la Policía.

No obstante, aunque la principal hipótesis con la que se trabaja es que la chica estaría fallecida, la familia no quiere perder el pequeño hilo de esperanza que proporciona la horrible incertidumbre de una desaparición y la pregunta que martillea la cabeza de todos los familiares en estos casos: «¿Y si no la encontramos nunca?».

Un expolicía será el abogado de la familia

Para restar margen a esa probabilidad de que la chica no aparezca trabajan los investigadores y, desde el pasado mes de noviembre, el abogado y exsubinspector de la Policía Nacional Carlos Segarra. Él, que ha estado 25 años en el Grupo de Desaparecidos y Homicidios de la UDEV Central sabe muy bien el terreno que pisa. Ya ha solicitado varias pruebas al juzgado que instruye la causa, el número 3 de Valls, y asegura que va a ejercer una acusación particular «activa». No va a quedarse a expensas de lo que vayan haciendo sus antes homólogos en Mossos o la Fiscalía y sostiene que, por el momento, han encontrado «muy buena predisposición» por parte del juzgado. Segarra ha resuelto decenas de casos similares y conoce a la perfección cómo funciona la mente criminal por lo que la familia de Mónica está tranquila de que al menos haya alguien al frente con tanta solvencia.