Opinión

El Papa que yo conocí

Le lloro como hija de la Iglesia y, como amiga, siento una gran añoranza difícil de explicar.

Lydia Jiménez con el papa Francisco
Lydia Jiménez con el papa FranciscoCedida

Conocí al Papa Francisco en Madrid cuando todavía era cardenal. Se hablaban muchas cosas sobresalientes de él por entonces, cuando ya era una figura eclesial de gran liderazgo en Hispanoamérica. Y eso que aún no había acontecido la importante V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño de 2007, en la que tuvo un papel decisivo que a mi entender consolidó ese liderazgo que se habría de hacer universal seis años más tarde.

Decía que conocí al cardenal Bergoglio en Madrid. Era el año 2006. Él había sido invitado a dar Ejercicios espirituales (su condición de jesuita le acreditaba doblemente para prestar ese servicio) a los obispos españoles. Era arzobispo metropolitano de Buenos Aires desde 1998 y primado de Argentina. Ese año se encontraba a cargo de la presidencia de la Conferencia Episcopal Argentina, que ocuparía hasta 2011. Era un hombre cordial, sobrio, me atrevería a decir que enjuto en su dimensión corporal. Tenía una gran capacidad para atender a los detalles y una singular habilidad para tejer relaciones personales a todos los niveles. Conectamos muy bien.

El magisterio del Papa Francisco ha destacado en varias dimensiones que, sin duda, en esta tribuna y otras se pondrán justamente de relieve. La justicia social y pobreza; el cuidado de la creación; el diálogo interreligioso e intercultural, fomentando la paz, la comprensión mutua y la cooperación entre diferentes comunidades y culturas; la pastoral de cercanía, en la que él mismo se ha caracterizado por su estilo cercano y humilde, poniendo énfasis en acompañar a los más necesitados y en una Iglesia que sale a las periferias o la reforma interna de la Iglesia, impulsando cambios en la estructura y en la forma de ejercer el liderazgo eclesial, buscando mayor transparencia, humildad y cercanía con los fieles. Son dimensiones de una gran importancia y que, sin duda, dibujan la hoja de ruta de su pontificado.

Sin embargo, creo que también merece ser recordado por su atención a la educación. Él, siempre sensible al mundo de los niños y jóvenes, destacó la importancia de la educación como un medio para promover la justicia social, la paz y la dignidad humana. Ha apoyado programas que buscan garantizar el acceso a la educación para los más pobres y ha hablado sobre la necesidad de formar personas con valores éticos y solidarios. Ha puesto en marcha iniciativas originales para promoverla como el Pacto educativo Global o la Universidad del Sentido, fundada el 15 de agosto de 2023. Gracias, Papa Francisco, por seguir enarbolando la antorcha de la emergencia educativa, encendida por Benedicto XVI. Gracias por el impulso y aliento que ha dado a todos los que nos dedicamos de una u otra manera a la educación, futuro y presente de la Iglesia y el mundo.

Y, a mi entender, uno de los aspectos de su pontificado por el que se le recordará es por su empeño decidido en asegurar una presencia significativa de las mujeres en puestos de liderazgo. En línea con el profundo aprecio por la mujer de los papas precedentes, el Papa Francisco ha dado concreción a ese aprecio con nombramientos audaces que se han verificado a comienzo de este año y que fueron precedidos por la reforma de la Constitución vaticana para permitir el acceso de mujeres y laicos a los cargos de la curia romana. El Papa tuvo desde aquel 2006 que recordaba al principio de estas líneas un afecto paternal hacia mí. De ese cordialísimo corazón de padre atesoro recuerdos inolvidables. Por eso, le lloro como hija de la Iglesia y, como amiga, siento una gran añoranza difícil de explicar.

*Lydia Jiménez es directora de las Cruzadas de Santa María