Entrevista
"No podemos convertir a la vida en el enemigo, aunque esté llena de pérdidas"
Kelly G. Wilson pasó de ser alcohólico y drogadicto a hacer un "pacto" con el universo y convertirse en pionero de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)
Kelly G. Wilson (Washington, 1954) ha tenido una vida dura. Hasta los 30 años estuvo en una nube de alcohol y droga dura que casi le lleva a la tumba. En lugar de terminar muerto, acabó en un psiquiátrico. Dice que acababa de dejarle su segunda mujer y pasó un mes ingresado. La noche del uno de junio de 1986, aún en el hospital, hizo un pacto con el universo: «Decidí comerme todo lo que me pusiera en el plato. Ansiedad, pues ansiedad. Tristeza, bienvenida sea». Aquella revelación en los primeros días de su vida adulta sobrio fue el embrión de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) que acabaría fundando. Ahora vive en Tucson (Arizona), en medio del desierto. Dice que le fascina ese paisaje tan cambiante y que espera con ilusión la Navidad porque pasará dos semanas con sus hijas pequeñas. Acaba de publicar «Las cosas podrían ir terriblemente mal» (Arpa) a cuatro manos con su colega Troy DuFrene.
¿Cómo define la terapia ACT?
Podemos decir que viene de la tradición conductual, pero tiene un gran interés en cosas más existenciales. Pone el énfasis en aspectos como los valores o el sentido de la vida y el propósito. En aquella época yo estaba viviendo mi propia crisis existencial e iba por ahí con el libro de Viktor Frankl «El hombre en busca de sentido». Aquel tipo encontró la liberación en un campo de concentración. ACT se basa en tres pilares. El primero es el presente, ya que no vas a lograr crecer si no te anclas a tu vida momento a momento. Otro es la apertura. Es muy fácil entender que la gente sufre y resulta herida y que por ello acaba retirándose de muchas cosas que se pierde por el camino. El último pilar es el compromiso desde un punto de vista pragmático. ¿Cuál va a ser el próximo paso en mi vida? La mayoría de terapias se basa en la reducción de síntomas, como si por el hecho de deshacerte de ellos la vida fuera a ser maravillosa.
Hombre, sin ansiedad ni depresión se vive muchísimo mejor.
Ja, ja, vale, pero ten en cuenta que el diablo está en los detalles. Y es que muchas veces la persona está tan centrada en deshacerse del malestar que se les pasa la vida. No quiero sonar a anuncio de Nike, en plan, simplemente hazlo, actúa sientas lo que sientas, pero es así. El camino de vuelta a la vida implica todo eso. Estar presente y caminar en la dirección de lo que te importa.
En el libro habla mucho de la necesidad de adquirir flexibilidad psicológica.
Muchas veces entre la vida que tienes y la que deseas hay mucha inflexibilidad, restricción. Estuve diez años practicando yoga y mi profesor decía que las posturas que menos me gustaban eran las que más tenían que enseñarme. Eso pasa igual en la dimensión psicológica.
¿Qué nos pasa con la ambigüedad y la incertidumbre que no las podemos soportar?
Es algo totalmente evolutivo, claro. En nuestra historia como especie de miles de millones de años evitar cualquier cosa peligrosa o desconocida era una garantía de que no ibas a ser devorado. En aquel mundo la precaución era algo positivo. Ahora que estamos en un entorno más verbal y simbólico que meramente físico las palabras son las que construyen los monstruos. La gente tiene más miedo a cosas que nunca ha experimentado. ¿Seré amado? ¿Estaré a la altura? Son el tipo de preguntas que cuando se proyectan al mundo exterior pueden ser útiles, pero inevitablemente las acabas dirigiendo sobre tu persona. Y la respuesta será, claro, un no lo sé. Una semilla de malestar.
Habla de la ansiedad como de un sentimiento acerca del pasado o el futuro mientras que emociones como el miedo, la decepción, se sienten en el presente.
Hay mucho solapamiento entre la ansiedad y la depresión por mucho que se diagnostiquen como algo tan separado. Nunca he conocido a nadie muy afectado por la ansiedad que no se sintiera deprimido por los efectos que causaba en su vida. Igual que no vi un deprimido al que no le causara ansiedad y miedo salir a la calle y enfrentarse al día. Es todo mucho más complejo. La ansiedad es verdad que se puede experimentar como algo más fisiológico, pero no creo que el funcionamiento sea distinto.
A veces si sientes ansiedad muy alta mucho tiempo tu cerebro, indefectiblemente, termina agotado y tu sistema nervioso se rompe.
Totalmente. Es verdad que la gente tiende a uno más que a otro. Por ejemplo yo soy más depresivo y mi coautor tiende a la ansiedad, Él teme que las cosas puedan ir terriblemente mal y yo creo que ya lo hacen.
¿Qué le ha enseñado su experiencia con el sufrimiento?
He aprendido que todos sufrimos en uno u otro grado y que la manera en la que llevemos ese dolor puede hacernos mucho más sensibles y abiertos a los pesares de los que nos rodean. La sociedad contemporánea nos hace esconder el sufrimiento, tratar de que no lo vea nadie, encapsularlo. A veces también la gente habla de su dolor de una manera que interpela a otros a arreglarlo y eso es improductivo. La aceptación es que puedes conservar cada pérdida de tu vida e integrarla. No hay que convertir a la vida en el enemigo, aunque está llena de pérdidas. El propósito de la terapia es que la gente experimente una apertura a todo. No hay manera de evitar la tristeza que no implique también dar la espalda a lo dulce, a lo tierno.
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