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Gastronomía
Ponga un extraño en su mesa
Si no le gusta (o no sabe) cocinar, la tecnología «foodie» lo hace por usted. Una nueva aplicación pone en contacto a cocinillas con comilones con poco arte entre fogones. Mire quién cocina para usted a su alrededor, elija menú y reserve plaza en casa ajena

Si no le gusta (o no sabe) cocinar, la tecnología «foodie» lo hace por usted. Una nueva aplicación pone en contacto a cocinillas con comilones con poco arte entre fogones. Mire quién cocina para usted a su alrededor, elija menú y reserve plaza en casa ajena
Pongamos que el mundo lo componen dos tipos de individuos: cocinitas y comilones. A un lado están aquellos dispuestos a plantarse el delantal y liarla entre fogones. Al otro, tragones que quieren comer rico, casero y sin tener que cocinar. En la cuarta planta de un edificio del barrio madrileño de Retiro se cumple este supuesto. Nos recibe Lila, una mujer venezolana que prepara comida en casa para cinco jóvenes.
Un abogado, dos consultores, una comercial y la coordinadora de una escuela de negocios. Sentados alrededor de la mesa, charlan animados mientras esperan un exquisito menú por el que pagarán, en plena milla de oro del buen yantar, unos ocho euros por cabeza. Lila, la anfitriona, destapa el puchero para mostrarnos una salsa pomodoro que borbotea desprendiendo un intenso aroma que nos ha atrapado a todos.
«Ingredientes naturales, buenos nutrientes y elaboración totalmente casera», resume. Y así arranca una experiencia pionera puesta en marcha por Miguel Escassi, un empresario sevillano afincado en Madrid que acaba de lanzar una plataforma digital cuyo nombre (inexistente en cualquier diccionario) lo dice todo: Yoomers. O lo que es lo mismo, sabrosones. A sabrosura huele este proyecto colaborativo que, como explica Escassi, CEO y cofundador de Yoomers, «conecta, mediante la página web o la aplicación que gestiona las reservas, a personas que sienten pasión por la cocina con aquellas que se encuentran fuera de casa y buscan comida casera y nuevas experiencias».
En la plataforma, los anfitriones van publicando sus menús y especialidades. A través de un buscador basado en la geolocalización, los usuarios buscan y escogen la opción más cómoda o atractiva. En algún caso se ofrece también la posibilidad de llevar la comida en tuppers ecosostenibles o habilitar zonas de descanso y trabajo para pasar la sobremesa.
Comunidad colaborativa
Lila se muestra encantada con esta aventura: «Soy una enamorada de la gastronomía. Me gusta cocinar, buscar en el mercado productos de temporada y probar nuevas recetas. Si tuviese que hacerlo sólo para mí, me acabaría aburriendo. Además de ganar un dinero, el encuentro con personas de diferentes generaciones y personalidades es divertido y muy enriquecedor». A Ana, una de sus invitadas, le apetecía recuperar esas comidas de toda la vida en casa y le ilusiona volver a preguntar: «¿Qué hay para comer?» «Mi trabajo de comercial me obliga a pasar muchas horas fuera de casa y esto es lo más parecido. Como estupendamente y en compañía. Todos son ventajas».
Con ideas como ésta, el sector «foodtech» (tecnología alimentaria) está revolucionando la gastronomía. Son nuevas empresas y startups que, como en este caso, toman forma de comunidad colaborativa y basan su desarrollo en el buen comer, la sostenibilidad y el intercambio de talento. Algo así como un servicio de hospitalidad global similar al «carsharing» (compartir coche) o el «coachsurfing» (hospedarse en casa de un particular en lugar de un hotel).
Sus impulsores suelen ser apasionados de la comida, auténticos foodies o comidistas que, como Escassi, lo saben todo: recetas, tendencias culinarias, nuevos ingredientes o locales alternativos. Unos se quedan en el cuchareo y la comida tradicional, otros exploran hasta componer un té a partir de la bergamota o convierten en postre la flor del azahar. El consumidor hiperconectado no es solo millennial.
Poco a poco están surgiendo los llamados «digital seniors», hombres y mujeres mayores de 50 años que se suman a las startups en busca de experiencias alimentarias saludables que al mismo tiempo les provoquen buenas vibraciones. La consultora Lantern destaca en su informe «The food revolution» que las tendencias que empiezan a marcar el crecimiento de la industria alimentaria son la búsqueda de ingredientes más saludables y sostenibles, el cultivo de sus propios productos en casa, con ayuda de la tecnología, y una nueva generación de electrodomésticos y envases inteligentes que ayudarán a cocinar mejor, a hacer la lista de la compra o a vigilar el estado de los alimentos.
Pero, ¿a qué se debe este súbito culto a la cocina? Los programas de televisión abrieron hace tiempo el apetito y un interés insaciable, sobre todo entre la población más joven, es decir, la de los millennials y los gen-Z, cuya afición por la gastronomía no deja de crecer. Buscan platos para sorprender a los amigos y familiares, experimentan y piden consejos para conseguir una alimentación saludable.
Vía Internet
Al mismo tiempo, los comidistas dejan claro que, aparte de la salud, persiguen con recetas un modo de proyección social. Las comentan, se inscriben en blogs, intercambian opiniones y valoran y comparten en sus redes sociales lo que tienen en el plato, animando a evaluar y comentar. Los más aguerridos participan en concursos. Ya que, como advierte el escritor Paul Levy, primero en acuñar la palabra «foodie», hay una inusitada actitud estética hacia lo que un comidista cocina o come.
Pero no olvidemos que todo este movimiento emerge en Estados Unidos de la necesidad de escapar de las cadenas de comida basura y prefabricada. También en España las encuestas ofrecen algunas pistas que impulsan nuevas tendencias y exigencias al consumidor y a las que empiezan a adaptarse los proyectos tecnológicos. La primera es una verdad de Perogrullo: «Nos importa lo que comemos, y mucho». En un cuestionario llevado a cabo por la agencia Gastromedia, más del 80% de los entrevistados confirma que la alimentación diaria es «muy importante» y casi el 19% lo deja en «bastante importante».
Al preguntar por las fuentes de consulta sobre este tema, el resultado es casi unánime: más del 93% usa las herramientas digitales. Blogs, canales de YouTube, redes sociales, webs de las marcas y la información que llega de códigos QR de los productos se han convertido en los principales consejeros en estas lides. El hombre es más autodidacta, mientras que algo más de la mitad de las mujeres todavía aprenden de sus madres algunas técnicas o trucos y platos más corrientes.
Otro dato que enlaza con la idea de que es el negocio más punteros en el sector es que, en general, los españoles no queremos pasar demasiado tiempo entre fogones. La única motivación que nos impele a ponernos el delantal es que los platos resultan mucho más saludables si se preparan en casa. Una vez que las manos están en la masa, tratamos de aportar nuestro toque de personalidad y mucho sentimiento. El almuerzo sigue siendo la comida principal, aunque se mantiene en ese limbo temporal que va desde las 13:30 hasta las 16:00 h. Una costumbre que, sin duda, traerá de cabeza a los anfitriones de la plataforma Yoomers. «Cada vez tenemos menos tiempo y menos ganas de cocinar», dice Xavier Medina, antropólogo de la Alimentación de la Universitat Oberta de Cataluña y uno de los autores del «Barómetro Carbonell de comida casera».
Una de sus conclusiones es que no necesitamos ingredientes sofisticados, simplemente frescos. El aceite de oliva sigue siendo el ingrediente estrella de nuestra dieta, seguido de frutas y verduras, el jamón y el vino. De acuerdo con este estudio, los platos caseros están presentes en el 86% de las comidas y cenas, aunque el 35% de los consumidores no puede resistir la tentación de los snacks y otros alimentos de picoteo.
Ocho de cada diez encuestados creen que algunas recetas tradicionales podrían perderse si no se protegen usando ingredientes de siempre, como las verduras o los pescados. Todo indica que, frente a la cocina creativa, ha ganado la partida la tradicional y esa dieta mediterránea envidiada y valorada en todo el mundo. Es nuestro rasgo distintivo. Los mayores y el sexo masculino son quienes más se decantan por los guisos de siempre. Teniendo una dieta rica en verduras, frutas, cereales, legumbres, carne y pescados de calidad, ¿para qué experimentar? Estos datos sirven de base al joven movimiento «foodtech», que aún tiene mucho por descubrir. Tanto que ya se plantea como el próximo gran nicho de mercado a nivel mundial. El potencial de la alimentación en las «startups» podría ser hasta 10 veces mayor que el de la industria del software. Silicon Valley, donde la inversión en aplicaciones de alimentación supera los 1.000 millones de dólares anuales, es solo un ejemplo.
La muestra más cercana de cómo se reinventa el mundo de la alimentación son los cinco yoomers que apuran el último plato en casa de Lila. Lo mejor está en la conversación.
El 43% de los españoles opta por platos preparados
El desayuno es uno de los hábitos más arraigados en España. El 94,4% de los españoles lo toma en casa al menos seis veces a la semana. El almuerzo, sin embargo, solo un 24,3%. El 28% de los adultos come a mediodía sin compañía, mientras que el 10% lo hace con compañeros de oficina. El 8% abre el tupper en su puesto de trabajo y el 3% toma de pie algo rápido. En cuanto al tiempo en la cocina, los hombres y los más jóvenes pasan entre 3 y 6 horas semanales. Es una medida que consideran prudente y más que suficiente. Las mujeres y personas mayores de 55 años superan las seis horas. Un estudio de la consultora Toluna arroja otra curiosidad: el 43% de los hombres afirma que cocina con su pareja, mientras que el 64% de las mujeres dice que son únicamente ellas las que lo hacen.
La edad también marca la diferencia en cuanto al tiempo que dedican a cocinar, siendo los jóvenes entre 25 y 39 años (39%) quienes menos horas pasan entre fogones. Además, según otro estudio reciente, el 33% de los españoles aprende a cocinar por internet.
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