
León XIV
Ya queríamos a León XIV antes de conocer que era el Papa
Desde la misma fumata blanca se nota un amor al Santo Padre de toda la Iglesia

Eran cerca de las seis de la tarde cuando una gaviota (una de tantas) se posó en el tejado de la Capilla Sixtina para alimentar a su cría. Toda la Plaza de San Pedro se emocionó con este gesto tan primario como natural, y a muchos de los que estábamos presentes nos vino a la cabeza el «bondadoso pelícano», esa cariñosa forma en que Tomás de Aquino se refiere a Jesús Sacramentado en su oración «Adoro te devote».
En tiempos de hambre, cuando el alimento escasea, el pelícano adulto se picotea el pecho para alimentar a sus crías con su propia carne, dándose como alimento en sacrificio para que éstas puedan sobrevivir y salir adelante, como hizo Cristo en la Última Cena y en cada misa.
Momentos después de este emotivo instante, el humo blanco brotó con fuerza y todos los presentes estallamos en una alegría indescriptible: de nuevo, la Iglesia Católica tenía Papa.
El amor hacia un padre
Puede parecer difícil de creer, pero tanto yo mismo como las personas que me rodeaban en San Pedro tuvimos una sensación de cercanía y amor enormes hacia el nuevo Santo Padre, desde el mismo momento de la fumata blanca. Reflejo de ello eran los incesantes «Viva el Papa» que se entonaban por grupos. Un Papa del que no conocíamos su identidad, pero en realidad era lo que menos importaba.
Aunque durante las jornadas anteriores se escucharon quinielas, cardenales más o menos papables y líderes de supuestas facciones dentro del Colegio Cardenalicio, sin embargo, el ambiente que se ha respirado estos días en la ciudad eterna ha sido más bien lo contrario: apoyo y oración totales para un grupo de personas que tenían ante sí una de las decisiones más difíciles de sus vidas: elegir al sucesor de Pedro como cabeza de la Iglesia.
Aunque no lo podemos saber con certeza, podría parecer que en las jornadas del cónclave se ha decidido el futuro de la Iglesia en corrillos o conversaciones de pasillo. Al preguntar a los cardenales por ello, y sin faltar al juramento de secreto pronunciado, todos coinciden en que la realidad (una vez más) es bastante diferente. El ambiente del cónclave es de oración y recogimiento, de silencio, de discernimiento y, sí, también de conversaciones.
El estruendo jubiloso que acompañó a la fumata blanca contrastó con el silencio expectante y de oración que reinaba momentos antes, roto tal vez por algunas conversaciones o por el runrún de los avemarías de rosarios que rezaban en grupos los fieles congregados.
Porque los cristianos tenemos muy claro que es el Espíritu Santo el que sopla e inspira los corazones de los cardenales para elegir al próximo Papa, y contamos con que ellos van a estar prestos y dóciles a sus sugerencias.
Por eso no importaba quién fuera el Papa. Lo realmente importante es que ya había Papa. El resto lo veremos a partir de ahora.
Un Papa por la paz
Se dice que cada momento histórico necesita un sumo pontífice concreto. Las primeras palabras de León XIV en el balcón de la Basílica de San Pedro no han dejado lugar a dudas en este sentido: «La paz sea con todos vosotros». Y desde entonces, todas sus alocuciones se han centrado en pedir la paz, no solo en zonas de guerra, sino en todo el mundo, en todos los corazones, en todos los hogares y ambientes.
Así como san Juan Pablo II fue el Papa de la esperanza, Benedicto XVI el de la fe y Francisco el de la caridad, ojalá pasados los años podamos decir que el de León XIV fue el pontificado de la paz.
Por nuestra parte, creo que los fieles congregados en San Pedro hicimos ver a León XIV desde el momento en que se asomó al balcón que somos su pueblo, que rezamos por él y que le queremos como se quiere a un padre, con sus defectos y sus virtudes. No me cabe duda de que él cuenta con nuestro cariño y nuestro apoyo para poder realizar su ministerio de la mejor manera.
Por eso, tras el júbilo de su elección, no podemos dejar solo al Santo Padre, y es deber de todos los cristianos acompañarle en su ministerio con la oración, pidiendo que el Espíritu Santo siga intercediendo por él para que su paso por el papado sea fructífero y acorde a lo que se espera de él.
✕
Accede a tu cuenta para comentar