Psicología
"Sincericidio" o por qué ser siempre sincero puede arruinar tus relaciones personales
La sinceridad es una de las cualidades que más se valoran para relacionarnos con los demás, pero a veces, puede dañar a otras personas
Una de las cualidades que más se valoran en las personas es la sinceridad. Todos queremos tener personas en nuestra vida que nos digan la verdad, que no nos mientan y que tengan valor para decirnos las cosas de frente. Es una virtud que, a día de hoy, escasea entre la sociedad, por lo que cada vez se le debe dar más valor. No obstante, también puede convertirse en un arma de doble filo debido a la responsabilidad y empatía que requiere. Y es que las palabras pueden hacer mucho daño si no analizamos el impacto que pueden tener. O mejor dicho, podemos poner en peligro nuestras relaciones personales si nos refugiamos en el denominado “sincericidio”.
Comunicar es un acto de responsabilidad. No se trata de decir toda la verdad y nada más que la verdad, incluyendo comentarios, sugerencias o “críticas constructivas” que terminan siendo destructivas. Y es que en una comunicación asertiva y con responsabilidad afectiva, no vale decir todo lo que se piensa, sino pensar lo que se dice y tener en cuenta la situación del otro, el contexto o el momento por el que esté pasando.
Por qué ser sincero es perjudicial: cuidado con decir lo que piensas y no pensar lo que dices
Cuando hablamos con alguien, no debemos mentir, pero tenemos que buscar el mejor momento, forma y lugar para aportar esa información. Y es que la sinceridad, si no la tratamos como es debido, tiene todas las opciones para convertirse en una acción destructiva que deteriore nuestras relaciones sociales. Tan duro puede ser para el oyente escuchar una mentira como oír la verdad sin un análisis previo de sus consecuencias.
Normalmente, los “sincericidas”, o personas que creen que llevar la verdad por delante implica eludir el daño que puede hacer, suelen ser personas que se sienten poco valoradas o tratadas injustamente. Creen que decir las cosas “tal y como son”, aunque no se pongan en el lugar de la otra persona, es una muestra de coherencia. Independientemente de que tengan o no una intención destructiva, creen que “son buenos” si “son sinceros con todas las consecuencias”. Está claro que no todas las personas tratan de hacerlo adrede, pero dar ciertas informaciones sin ningún tipo de filtro, más que un apoyo, puede ser un castigo.
En sí, las palabras son nuestra mayor fuente de magia, capaz de infligir daño o remediarlo. Entre las posibles consecuencias del “sincericidio”, está la de crear conflictos con personas importantes en tu vida, que incluso te pueden llegar a hacer perderlas; dañar la autoestima de la otra persona o influir en la comunicación con ella, impidiendo la fluidez; alterar la convivencia con los demás y, en algunos puntos, desembocar en una forma de maltrato psicológico a la que, si no se pone límites, puede dañar seriamente a la persona que recibe la información. Por eso, el respeto, la responsabilidad y el afecto deben ir por delante de la honestidad, sobre todo en las situaciones que la información no aporta valor a la conversación o que se esté utilizando como arma. Asimismo, la empatía es otro valor a tener en cuenta para poder evitar los “sincericidios”, pues ponerse en el lugar de la otra persona y analizar cómo puede afectar ciertas informaciones puede ayudar a conseguir mejores vínculos.
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