Religión

"Tamara Falcó fue una mediación, pero es Dios quien llama"

La conversión mediática de la marquesa de Griñón supuso el despertar vocacional de Mihaela, una monja dominica de 29 años

Mihaela Maria
Mihaela MariaLa Razón

Nunca me he sentido más libre. ¿Las rejas son para nosotras o para el mundo?». Lo suelta como si nada, cuando lo es todo. Hace dos semanas, sor Mihaela del Corazón de Cristo certificaba su «sí» a Dios en el monasterio de Santa Ana de Murcia como dominica y hoy afronta ya como religiosa de votos perpetuos su primera Jornada Pro Orantibus, el día que la Iglesia marca en el calendario para poner en valor a la vida contemplativa.

"Soy una señora casada", bromea como solo lo hacen los enamorados, sobre su particular luna de miel. La frescura de esta joven de 29 años se cuela por todos los rincones de un convento erigido en 1490 y que hoy cuenta con una comunidad de diez mujeres, seis de ellas entre 85 y 90 años. No en vano, desde hace 24 años no celebraban unos votos perpetuos. Y es que, la secularización y el envejecimiento demográfico está haciendo mella en un modelo de vida eclesial milenario.

Mihaela Maria
Mihaela MariaLa Razón

"No es que no haya vocaciones, el Señor sigue llamando, pero faltan respuestas. Lo veo en mis amigas y lo he visto en mí: a los jóvenes nos da mucho miedo el compromiso. Ni en la familia ni en ningún otro espacio se nos educa para permanecer y tener unos valores estables. Si te fijas, no es que no haya un seguimiento radical a Jesucristo, es que no hay una continuidad en otras apuestas vitales", reflexiona. Por eso, comprende que "a la hora de presentar la vida religiosa como una opción para siempre, impone más todavía, porque te lleva a dejarlo todo y lanzarte al vacío, ir contracorriente, cuando en realidad es un reto apasionante".

Por ejemplo, para Mihaela no ha supuesto un obstáculo, la diferencia de edad con sus hermanas. "No lo he visto como una carga. Aunque en el día a día puede surgir alguna dificultad, es una invitación para salir de mí misma y ver lo que el Señor me ofrece en las hermanas mayores, en su perseverancia al final de su vida. Nos cuidamos y tenemos en común mucho más de lo que se podría imaginar. Yo también a veces se lo pongo difícil con mi impaciencia".

"No estamos en peligro de extinción. A lo mejor en España atravesamos una sequía vocacional, pero en otras partes del mundo, la vida contemplativa sigue creciendo y no va a desaparecer, porque es necesaria para la Iglesia", explica sor Isabel María, priora de las dominicas de Murcia. "Nos hemos adaptado a los signos de los tiempos, sin perder nuestra esencia: el apartamiento del mundo para que nuestra vida comunitaria de oración sea lo esencial", detalla, en referencia a una mirada más humanizadora que permite salir del convento para cuidar de los familiares así como hacerse presente, como ellas, a través de un canal de YouTube donde comparten sus celebraciones y charlas formativas.

Y todo, con una máxima evangélica: "No se puede amar lo que no se conoce". Por eso, la superiora considera imprescindible esta Jornada Pro Orantibus: "Es una manera de hacernos presentes ante la Iglesia y ante el mundo para decirles: aquí estamos. Este año el lema es ‘Generar esperanza’, que es lo que busca provocar nuestra forma de vida en una sociedad donde muchos han perdido la ilusión por seguir adelante, como demuestra la alta tasa de suicidios".

En estos días no ha parado de sonar el teléfono del monasterio. Un ramillete de periodistas busca de Mihaela, «la chica que se hizo monja por Tamara Falcó». Cuando la marquesa de Griñón desveló su proceso de conversión, a buen seguro que nunca se imaginó el efecto llamada que podría provocar. «Yo estaba muy metida en redes sociales. Un día mi madre me dijo que Tamara había participado en un retiro y pensé: ‘‘Si alguien como ella que lo tiene todo, ha dado un paso así, ¿por qué no yo?’’».

En ese instante, Mihaela no se planteó la clausura ni por asomo. "¡Qué va! Lo mío no era ser monja. Yo no valía para esto, pero esta barca la lleva el Señor. Tamara fue un instrumento, pero el que llama es Él", recuerda Mihaela, echando la vista atrás una década, cuando estudiaba turismo. Con ese jaqueo que le provocó la decisión de la hija de Isabel Preysler, le pidió a una vecina que le buscara una casa de espiritualidad para tener una experiencia similar y le llevó hasta las dominicas de La Laguna, en Tenerife. "El Señor hizo el resto. El mismo día que las conocí, me ofrecieron hacer una experiencia de vida. Durante dos meses empecé a ir a misa y luego viví con ellas quince días". Ahí se forjó su vocación dominica.

Una vez dentro de la orden, ha atravesado ocho años de formación integral, no solo intelectual, espiritual y de aclimatarse al "ora et labora", sino una reconstrucción personal que, en su caso, pasaba por recuperar sus raíces. La asfixia económica de sus padres les llevaron a entregarla a una casa de acogida en Rumanía cuando era una niña y fue adoptada por una familia canaria. Aunque su familia española nunca le ocultó sus orígenes, Mihaela nunca se atrevió a dar el paso para retomar su pasado.

"Entré en la vida religiosa con todo lo que soy, con mi historia y mis heridas. La entrega al Señor exige la entrega total como persona. Por eso fueron las dominicas las primeras en animarme a buscar mi familia biológica. Es un camino que hemos hecho juntas toda la comunidad". El laborioso proceso de investigación culminó en 2021, cuando puso rumbo a su país natal para reencontrarse con sus padres y sus seis hermanos. "Abrazarlos fue una restauración interior plena. Me dado una estabilidad impensable y el Señor ha respondido a todas mis preguntas, por eso ahora le sigo todavía con más fuerza. Ninguna de mis lágrimas ha sido en vano".