Rafa Nadal

«Vino como Rafa, no como Nadal»

«La gratitud es para todos, incluido Nadal». Los vecinos de Sant Llorenç agradecen de corazón el gesto de número uno del mundo y critican que las redes sociales le hayan atacado cuando su única intención fue «echarnos una mano».

Rafa Nadal hace un descanso durante la jornada que estuvo ayudando en el pueblo. Fotos: Cirpiano Pastrano
Rafa Nadal hace un descanso durante la jornada que estuvo ayudando en el pueblo. Fotos: Cirpiano Pastranolarazon

«La gratitud es para todos, incluido Nadal». Los vecinos de Sant Llorenç agradecen de corazón el gesto de número uno del mundo y critican que las redes sociales le hayan atacado cuando su única intención fue «echarnos una mano».

Ayer, Sant Llorenç parecía otro. Los esfuerzos de diferentes cuerpos y de los 1.300 voluntarios del día anterior dieron sus frutos. Las calles están limpias, así como muchas casas en las que familiares y amigos siguen fregando, secando recuerdos o colgando ropa. Ya hay electricidad en muchas casas. En otras aún no. Y en algunas, nunca la volverá a haber. Los cordones policiales indican donde hay casas en peligro de derrumbe.

Pero no sólo hay casas dañadas. Justo antes de llegar al torrente está el taller Auto-Card. Días atrás los focos se fijaron en Rafael Nadal limpiando en su interior. Su imagen sacando el barro de este taller dieron la vuelta al mundo. «The Times» llevó su imagen a su portada. Al día siguiente, su imagen, comparándola con otro político que vino y volvió impoluto, también dieron la vuelta al mundo pero esta vez vía Whatsapp. Tras los elogios, llegaron algunas voces críticas, las menos, eso sí. El tenista fue únicamente a ayudar a un pueblo del que sin llegar a sentirse como un vecino más sí le es muy próximo. Dado que Nadal ha declinado múltiples entrevistas solicitadas por infinidad de medios, preguntamos a los únicos que deberían tener voz, todas esas personas a las que él ayudó, como Toni.

Se encuentra en el interior del taller, está sentado mirando quizá sin poder todavía creerse lo que queda de su negocio. Lejos queda aquella imagen de este espacio lleno de lodazal y barro. «Aquí no vino como Rafa Nadal, el tenista, sino como Rafa. Él vive a 7 kilómetros de aquí, en Puerto Cristo. Nadal es uno más, ni más ni menos. Nos conoce porque tenemos amistades comunes».

No fue al único al que ayudó. Muy cerca del taller, una vecina nos acompaña a otra vivienda en la que Rafa también ayudó. Prefieren no hablar a la Prensa. Bastante tienen con lo que tienen. La entrada principal está llena de toallas y trapos.

En la estación del tren, convertida en una especie de desguace, nos encontramos con un hombre que está contando lo que le pasó a un vecino. Va acompañado de su yerno. Estuvo a punto de fallecer. Aquel martes se encontraba en una cafetería con un amigo suyo. Al empezar a llover fuerte, decidió que era hora de irse. Se subió en la furgoneta que le había dejado un amigo suyo. «Un coche que había delante se paró y aproveché para liarme un cigarro. Cuando terminé venía una tromba de agua que era de alta como los coches, y con ramas y todo. En un momento dado logré abrir la puerta izquierda y vi que venían los coches detrás, me puse a nadar». Con la mala suerte que se le enganchó el jersey que le había regalado su yerno en una alambrada. Logró zafarse. «Me quedé en el centro de Nadal de Manacor. Me dieron el chándal, éste, y unas zapatillas. Hasta un periodista me trajo un paquete de tabaco entero, otro hombre me trajo camisas y una señora me dio un manto para que fuera abrigado». Sus palabras de agradecimiento a todos ellos por igual lo dice todo.

Nos acercamos al otro lado del pueblo, dejando atrás la parroquia. También llegó la riada, aunque los daños fueron menores. Tras hablar con varios vecinos, nos acercamos a la casa donde viven unas tías abuelas de Rafa Nadal. Al instante llega Andrés Femenías. Él vive en Palma, ha venido a ver a Antonio y a Ana. Vaya cambio ha dado el pueblo, le decimos. «Sí, hoy está más o menos limpio ya. La oleada de solidaridad ha sido fabulosa». Minutos después nos dice que es «familiar, bueno lejano, de Nadal. La madre de Nadal es una sobrina mía, así que soy su tío abuelo, creo», dice sonriente. «No vino a mancharse de barro y salir en la foto, vino a ayudar y, de paso, se manchó de barro. Creo que todo lo que sea solidaridad es un ejemplo a seguir por parte de él o de quien fuere». Respecto a la falsa polémica que algunos malintencionadamente sugirieron, Andrés opina que «siempre hay una crítica. Me gustaría saber una cosa que se haga bien que no haya críticas. Una. ¿Sabes alguna tú?».

Regresando nos encontramos con varias vecinas con las que habíamos estado hablando el día anterior. A ellas no les ayudó Nadal pero quieren agradecer que haya venido al pueblo a ayudar. Son las voces que también hay que escuchar, antes de que alguien critique a otra persona por el mero hecho de ser conocido. Coloma, de 74 años, vive con dos de sus tres hermanos, Antonio, de 65, y Antonia, que sufre una discapacidad. Se salvaron porque ella reaccionó a tiempo. «Lo hemos perdido todo», nos dice señalando su vivienda. «Lo único que me quedó fue el bolso, y no sé ni por qué. Esta ropa que llevamos nos la ha comprado nuestra familia». También defiende a Nadal. «Vino para ayudar, no como otros que han venido a hacerse la foto, como la presidenta del Govern balear».

Francisca, una de las vecinas afectadas por la riada con la que hablamos también el día anterior, da las gracias a los voluntarios. «A todos, incluido Nadal».

El párroco del pueblo, Jaume Mercant, sentencia al final del día. «Nadal es un ejemplo a seguir en la pista y fuera de ella. Es un símbolo de todos los voluntarios que han estado aquí ayudando. Es uno más. Las críticas provienen únicamente de la envidia».

Andrés Femenías / Tío abuelo de Nadal: «Lo importante ha sido la fabulosa oleada de solidaridad»

«Rafa vino con un grupo de amigos a ayudar a la zona más afectada por el torrente. Creo que todo lo que sea solidaridad es un ejemplo a seguir por parte de él o de quien fuere», afirma Andrés Femenías, tío abuelo de Nadal. Respecto a las voces críticas, no entra al trapo. «Siempre hay una crítica. Me gustaría saber una cosa que se haga bien que no haya críticas». Lo importante ha sido la oleada de solidaridad. Ha sido fabulosa», concluye Andrés.

Coloma y Antonio / Los vecinos agradecidos: «Él vino a ayudar. Otros han venido a hacerse la foto»

Coloma y Antonio sólo tienen palabras de agradecimiento para el tenista balear. «Nadal vino para ayudar no como otros que han venido a hacerse la foto, como la presidenta del gobierno balear. Cuando vi aquella cara afligida abranzándose a Sánchez, como si hubiera sufrido ella las inundaciones. En fin... me enfada mucho. Yo, que no tengo nada, que lo he perdido todo, que todo se ha ido y no pongo esa cara de afligida y ella sí. Por lo menos normalidad. Esa cara no».

Toni / Su amigo del taller: «Nadal es uno más, ni más ni menos»

Aquí no vino como Rafa Nadal, el tenista, sino como Rafa, el amigo», explica Toni, dueño del taller mecánico Auto-Card. Fue en este local donde se sacó aquella imagen de Nadal como un vecino más ayudando en las tareas de limpieza. «Nadal es uno más, ni más ni menos. Nos conoce porque tenemos amistades comunes. Vino nuestro amigo Rafa a trabajar».

Del coche arrastrado al centro de tenis de Manacor: «Me dio un chándal porque apenas llevaba lo puesto»

«Me salvé porque conseguí abrir la puerta de la furgoneta. Nadé a favor de la corriente», cuenta uno de los supervivientes. «Me quedé en el centro de tenis de Nadal de Manacor. Me dieron el chándal éste y unos ''tenis'' porque apenas llevaba lo puesto. Hasta un periodista me trajo un paquete de tabaco entero, otro hombre me trajo camisas y una señora me dio una manta para que fuera abrigado», explica. Sus palabras de agradecimiento a todos ellos por igual lo dice todo.

Francisca / Una hora agarrada a un pozo: «Hay que agradecérselo a todos los que nos ayudaron»

«Hay que agradecérselo a todos los que vinieron a ayudarnos, incluido a Nadal, aunque no fuera a mí», afirma Francisca, de 78 años. Cuando llegó el torrente «me subí al pozo de agua. Estuve una hora allí agarrada. La riada se llevó una de las puertas, de modo que, al ver que el agua seguía subiendo, me lancé al agua. Nadé entre muebles que flotaban hasta que conseguí llegar a las escaleras. Una vez allí los bomberos me salvaron», recuerda con alivio pero con suma tristeza.