Hollywood

Spike Jonze: «El amor es mi senda creativa»

Con cinco nominaciones al Oscar, incluida las de mejor película y mejor guión, «Her» cuenta la historia de Theodore (Joaquin Phoenix), un escritor que se enamora de un sistema operativo a través de su voz (Scarlett Johansson), una historia sentimental futurista obra del autor de «Cómo ser John Malkovich»

Mientras que a Johansson no la vemos, los primeros planos de Joaquin Phoenix son recurrentes en la cinta
Mientras que a Johansson no la vemos, los primeros planos de Joaquin Phoenix son recurrentes en la cintalarazon

Spike Jonze es un entrevistado escurridizo. No porque no responda, que lo hace. No porque resulte hosco; su sonrisa sempiterna e infantil no lo permite. El motivo de que las reflexiones sobre su obra estén muy lejos de lo convencional responden a un proceso creativo más cercano a la intuición que a la lógica, una forma de trabajo que lo ha convertido en uno de los directores más originales de los últimos años. Con sólo 30 se convirtió en el «niño bonito» del cine independiente de EE UU gracias a la entusiasta acogida de su primer largometraje, «Cómo ser John Malkovich» (1999), por la que recibió su primera nominación al Oscar como mejor director. Ahora, su nueva película, «Her», aglutina 5 candidaturas, incluidas las de mejor película y guión original. Lo ha conseguido con una historia de amor muy particular: su protagonista, interpretado por Joaquin Phoenix, se enamora de una voz (la de Scarlett Johansson) fruto de la inteligencia artificial. Se trata de un sistema operativo diseñado para satisfacer las necesidades humanas de comunicación.

Una película como un Martini

La propuesta de ciencia ficción de Jonze remite, sin embargo, a un futuro plausible: no es difícil encontrar la imagen de gente hablando a través de unos cascos o recorriendo el metro con los ojos en una pantalla. Si el argumento les recuerda a un episodio de la serie «Black Mirror», no se equivocan demasiado. Sí errarían si creyeran que Jonze lo ha utilizado como punto de partida: «No lo he visto pero ya me han dicho varias veces que uno de sus episodios está muy relacionado... No sé, tendré que verlo», asegura el director. Para dar consistencia a este relato fantástico el cineasta bebió de las fuentes de la literatura filosófica: «Leí mucho sobre inteligencia artificial, y, por supuesto, a Ray Kursweil. El proceso de hacer un película se parece al de un martini. Pones el vermú en la coctelera y después se lo quitas. Lo que queda es el poso. En la cinta incluí muchas ideas, como la evolución de la humanidad, del universo, de la consciencia... Quité todo eso para centrarme en la historia de amor», asegura el director, que deja así claro que lo que le interesa es, precisamente, la relación entre los dos personajes, sin importar si son humanos o no. «Creo que el concepto de la película es lo suficientemente amplio como para eclipsar la parte más delicada de la misma, la emocional. El foco estuvo ahí. Cada vez que surgía alguna duda sobre cómo abordar una escena siempre nos preguntábamos por el significado de lo que estaría ocurriendo en una relación. Estoy seguro de que cada decisión que tomé estaba conectada con algo que yo entendía desde el punto de vista de una relación. El desafío en el momento del rodaje fue precisamente que esa parte humana no quedara oculta», añade.

Así las cosas, en «Her», que comienza a erigirse como la representante de un nuevo tipo de ciencia ficción verosímil y aunque su director se empeñe en quitarle esta etiqueta, no se juzga el papel de las nuevas tecnologías en nuestras vidas y su influencia, tan frecuentemente demonizada, en nuestras relaciones sociales. «Resulta muy complicado asegurar si algo es bueno o malo. La manera más simple de abordar la cuestión es ver cuál es la intención, algo que vale para cualquier temática, en este caso, en la forma que usas la tecnología, a una persona, lo auténtico que eres... Evidentemente, nuestra relación con ella es parte de la película, pero para mí es más un escenario para la historia. Intento no juzgar y, en ese sentido, no juzgo a nada ni a nadie», aclara el realizador.

La soledad: un episodio de «Girls»

Pero si Jonze quiere hablar de amor, hablemos pues, porque, además, sabemos cuál es el motivo por el que ha escogido este tema: «Como en cada película, lo único que hago es intentar entender lo que me interesa más en ese momento de mi vida, lo que sé en ese instante». ¿Sabe, entonces, Jonze lo que es el amor? «Aunque tuviera una hora para hacerlo, no podría definirlo. Son demasiadas cosas... Así que intento aportar todos mis sentimientos, mis ideas, lo que puedo imaginar... Yo no sé nada. Mi idea del amor y de las relaciones también ha evolucionado con los años, por lo que me encanta que exista cierta ambigüedad sobre si se trata de una película luminosa u oscura», comenta.

Si nos fijamos en los trabajos más recientes de Jonze vemos que, efectivamente, la amorosa es una temática recurrente. «Llevo cierto tiempo haciendo películas sobre este tema. Es una especie de senda creativa para mí. Hice con Kayne West "We Were Once a Fairytale"en 2009, y también una cinta en «stop-motion» en Francia, "Mourir auprès de toi"en 2011». La soledad, que él siempre ha retratado con originalidad, es otro de sus grandes temas. Al hablar de ella, también lo hace de forma particular: «¿Ha visto la serie "Girls"? Hay un episodio en que una de las protagonistas descubre que su ex novio es gay. Existe algo doloroso en ese episodio; todos los personajes están aislados... En determinado momento, Lena Dunham y su compañera de cuarto, que se sienten terriblemente solas, ponen un disco y sin dirigirse la palabra se ponen a bailar... No sé, ¿responde eso a su pregunta?»

Suplantar a un actor tiene premio

Había hecho numerosos cortos y vídeos musicales cuando se lanzó al largometraje. No le pudo salir mejor. Fue con «Cómo ser John Malkovich» (en la imagen) y consiguió tres nominaciones a los Oscar. No ganó ninguno, pero no importaba. Se había forjado un tándem creativo, el de Jonze con el guionista Charlie Kaufman, del que también saldría «Adaptation. El ladrón de orquídeas», por la que Kaufman también recibió una nominación al Oscar y Chris Cooper el de mejor actor secundario. Con un presupuesto estimado de 13 millones de dólares, la película no sólo convenció a la Academia de Hollywood y a la crítica; el público también respaldo la puesta de largo de Jonze con una recaudación en taquilla de 32,5 millones de dólares. La cinta cuenta cómo un marionetista descubre una puerta que da acceso al cerebro del famoso actor y las consecuencias que tendrá para él y su esposa esta adicción que aparece en un momento difícil de sus vidas. El toque surreal de la dirección y un guión brillante consagraron al joven Jonze.