Crítica
«Katana»: El lado oscuro de la vida
Autor: Paco Gámez. Director: Pedro Casas. Intérpretes: Alba Loureiro, Jorge Monje y Mario Sánchez. El Pavón Teatro Kamikaze, Madrid. Hasta el domingo.
Pocas veces ocurre que un autor sin excesivo reconocimiento mediático tenga la fortuna, como le está sucediendo a Paco Gámez, de ver dos textos suyos representándose a la vez en sendos teatros importantes de Madrid. Mientras él mismo protagoniza y codirige «Inquilino» en el María Guerrero, Pedro Casas ha puesto en pie en el ambigú de El Pavón esta obra –más compleja y ambiciosa que la anterior– sobre el famosísimo crimen de la katana que tanto conmocionó a la sociedad española hace 20 años. Lo que a priori podría intuirse como una obra de teatro documental se revela muy pronto, más que nada, como una obra de autoficción que intenta con valentía –aquí reside su originalidad y también su fracaso– ahondar en lo insondable y explicar lo inexplicable. El propio proceso de creación dramatúrgica se convierte en materia argumental en «Katana» con la intención de subrayar, precisamente, la insuficiencia de la razón para abarcar una realidad que se empeña caprichosamente en desafiarla. De este modo, las incertidumbres que rodearon el crimen cometido por aquel joven que asesinó –de manera impredecible y sin ningún motivo aparente– a su padre, a su madre y a su hermana, se concretan en la obra en las propias incertidumbres del criminal a la hora de analizar sus actos, y también en las incertidumbres de un autor que trata de dar entidad y verosimilitud a una historia y unos personajes que revelan continuamente como inverosímiles. El planteamiento conceptual no es sencillo y podría haber dado al traste con la función a los cinco minutos, por imposibilidad de conducir la acción hacia algún sitio y por el consiguiente aburrimiento que ello despertaría en el respetable; pero he aquí que el autor y el director logran imbricar muy bien las dos líneas argumentales –la del criminal «real» rehabilitado y la del autor que escribe sobre ese criminal– en una vertiginosa sucesión de escenas con una duración y cadencia que podrían parecer más propias del cine que del teatro, pero que permiten muy bien al espectador confrontar permanentemente la oscuridad que acecha, ambos mundos, aunque provenga de distintos lugares, y la oscuridad que tal vez pueda estar siempre acechando a cada uno de nosotros en cada instante de nuestra vida. Por más que nos empeñemos, nada podrá ser nunca del todo controlable y comprensible, parece recordarnos la función.
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