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Bill Gates, cofundador de Microsoft, desvela el momento más peligroso de su vida: "Afortunadamente no me maté"
Las locuras de juventud están presentes también en los diarios de los más destacados representantes de la industria tecnológica y el filántropo y millonario confesó una de las más osadas que llevó a cabo

En ocasiones olvidamos que las grandes figuras de mundo tecnológico son personas de carne y hueso, con hábitos y prácticas que las acercan más de lo que imaginamos al común de los mortales. Entre ellas, Bill Gates ha sido y será un referente para las generaciones presentes y futuras por el modo en que puso en pie el imperio de Microsoft junto a Paul Allen allá por 1975.
En la vida de este tipo de personalidades no todo es un camino de rosas y ellos mismos reconocen errores a lo largo de su trayectoria vital. En el caso de Bill Gates le sucedió, por ejemplo, tras su divorcio de la que era su esposa, Melinda Gates, ya que no dudó en catalogar el fin de su matrimonio como algo que poner en la parte alta de la lista de fracasos. No obstante, las confesiones íntimas de Bill Gates acerca de su vida han tenido revelaciones más irresponsables que el multimillonario no ha querido esconder.
Conducción temeraria para pensar con lucidez
En el año 2016 Bill Gates acudió al programa que David Rubenstein dirige y presenta en Bloomberg Televisión “Conversación entre iguales” en el que el periodista recorre junto a su entrevistado el camino que le llevó hasta alcanzar una posición de relevancia y éxito. En esa charla, Gates no dudó en confesar una de esas locuras de juventud que vistas con el paso del tiempo ganan peso en el lado de la balanza de las irresponsabilidades.
A Bill Gates siempre le han gustado los coches y ha sido amante de la velocidad. Buena muestra de ello está en el hecho de que durante su juventud solía pedir prestados coches, e incluso en una ocasión destrozó el Porsche de un amigo. Aquello no le restó un ápice de su interés por los coches, hasta el punto de que una de sus primeras compras tras los primeros ingresos de Microsoft, fue un Porsche 911 de segunda mano.
Una mente con la lucidez de la que demostraba en el mundo de la programación Bill Gates no parece encajar mucho con un comportamiento inconsciente y alocado, pero lo cierto es que el propio multimillonario reconoce que, por aquel entonces, las prácticas que llevó a cabo al volante de su flamante coche pudieron acarrearle algún disgusto que, afortunadamente, no llegó a producirse:
“Era usado, pero era un coche increíble. De hecho, eso fue cuando estaba en Albuquerque, y a veces, cuando quería pensar de noche, salía a conducir a toda velocidad. Afortunadamente, no me maté en eso”
Sin duda una confesión que choca con la imagen que se tiene de Bill Gates y de las demás eminencias en la industria tecnológica, al menos en quienes fueron pioneros en ese ámbito. Una actitud temeraria de la que, no obstante, Bill Gates habla en la entrevista incluso esbozando una ligera sonrisa, como la de quien sabe que ha hecho algo que no debería pero que ha disfrutado, y mucho, haciéndolo.
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