Cada cierto tiempo, nuestro móvil actualiza sus contenidos para mejorar en seguridad, incorporar nuevas funciones, rediseñar algunos elementos, facilitar su uso... Esto que, aparentemente, resulta beneficioso miremos por donde lo miremos, nos deja algún que otro quebradero de cabeza por el camino. No hay que perder de vista que estos procesos requieren mayor memoria en los terminales, lo que ya nos hace entrever que no todo son ventajas.

A esto, tenemos que sumar que, cada año, ciertas aplicaciones expulsan a determinados modelos por su obsolescencia. Lo hemos visto, por ejemplo, con WhatsApp, que en este 2021 ha vuelto a restringir su uso a determinado modelos. Por lo que tanto actualizar un dispositivo como no hacerlo implican una serie de desventajas que no acaban aquí. Aunque la balanza se inclina por una de las dos opciones.

Si tienes un iPhone, puede que te hayas encontrado también con este otro punto negativo: cada vez que se pone al día, la batería dura menos. ¿Esto cómo puede ser? Principalmente, por dos motivos: el primero es que, tras el cambio, muchas aplicaciones se quedan abiertas en un segundo plano, lo que obliga a seguir gastando energía aún cuando no usas el teléfono; y el segundo es que los nuevos sistemas operativos tienden a consumir más memoria RAM.

Algo que también podemos sufrir en terminales Android. Especialmente, en los más antiguos, que son los que más sufren el consumo de RAM. Hasta el punto, incluso, de colapsarlo.

Hay que prestar especial atención a las actualizaciones que tienen lugar en las aplicaciones que usamos a diario. Normalmente, éstas suelen estar relacionadas con cuestiones de seguridad, pero otras tantas no es así. Y, claro, la batería sigue consumiéndose y la memoria RAM sigue sufriendo. Por lo que es importante deshabilitar las actualizaciones automáticas y determinar cuándo es necesario. Para responder a esta pregunta, puedes dirigirte a la Play Store o la App Store y averiguar qué ofrece cada app.