Ciberseguridad

Esto es lo que pasa cuando tu rostro es tu pasaporte

Un experto en ciencias de la computación relata lo que le ocurrió en un viaje internacional en el que no presentó su pasaporte.

Colas en la zona de control de pasaporte de la terminal 1 del aeropuerto de Adolfo Suárez Madrid-Barajas
Colas en la zona de control de pasaporte de la terminal 1 del aeropuerto de Adolfo Suárez Madrid-BarajasLa RazónLa Razón

Kenneth H. Perlin es doctor en Ciencias de la Computación de la Universidad de Nueva York, director y fundador del Laboratorio de Investigación de Medios de la Universidad de Nueva York, director del Laboratorio de Realidad Futura de la mismo universidad y Director del Instituto de Juegos para el Aprendizaje. ¿Por qué citamos el currículum de este experto? Porque recientemente ha escrito un post en el que relata su experiencia al regresar a Estados Unidos de un viaje internacional y no necesitó mostrar su documentaciónpara ingresar al país: le bastó con una foto. Esto es lo que pasa cuando tu rostro es tu pasaporte. Esto es lo que sucedió.

Global Entry es un programa de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) de EE. UU. que permite la autorización acelerada para ingresar en EEUU. Básicamente hay que inscribirse, el sistema automático lee el pasaporte que tiene un sello específico, nos toman una fotografía y si todo coincide, podemos entrar evitando las largas esperas y el contacto con oficiales de aduana. Perlin formaba parte de este programa y ya lo había utilizado previamente, pero en este último viaje, debido a las horas de vuelo y al cansancio, cometió un error: no pasó el pasaporte por el control del sistema, solo se hizo la foto. Y aún así, pasó.

“Aparentemente, presentar el pasaporte en la ranura es esencialmente teatro – explica Perlin en su blog –. El gobierno ya puede decir quién eres con solo analizar una foto tuya, y te dejarán entrar al país sobre esa base. Dado que una fotografía ahora es suficiente para identificarte oficialmente, se me ocurren todo tipo de consecuencias. Una de ellas, como profesor en una universidad, es que pudiera identificar a cada uno de mis alumnos mediante unas gafas. Sabría de inmediato el nombre de todos, cuáles son sus intereses, la fecha de su nacimiento y si tocan un instrumento musical. En otras palabras, sería capaz de saber demasiado sobre ellos. Esto, en mi opinión, no es algo bueno. Y, sin embargo, podría ser el futuro al que estamos a punto de adentrarnos de cabeza”.

Este escenario de los alumnos se puede trasladar a una entrevista de trabajo, donde empleador y candidato sepan todo el uno del otro. Y aún en un restaurante o en un vuelo… Hasta en una fiesta de pueblo.

“Creo que deberíamos pensar mucho en esto – concluye Perlin –. Damos por sentado ahora que cuando las personas nos miran, no saben casi nada sobre nosotros. No estoy seguro de que ese derecho particular a la privacidad sea algo a lo que debamos estar dispuestos a renunciar. No importa lo conveniente que pueda parecer”.