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¿Dolor? Tómese dos pastillas de realidad virtual

Médicos españoles comprueban que esta tecnología permite al paciente «teletransportarse» e inmergirse en otro mundo, y así reducir los efectos de la enfermedad

Un joven con gafas de realidad virtual / Efe
Un joven con gafas de realidad virtual / Efelarazon

La realidad virtual se ha convertido para muchos pacientes con dolor crónico en una especie de analgésico no farmacológico en su tratamiento porque les permite «teletransportarse» e inmergirse en otro mundo, y hacerlo con tanta intensidad que su percepción del dolor disminuye.

En esa forma de tratar a los pacientes es experto Sergio Fuertes, que con el equipo del Servicio de Rehabilitación del Hospital Universitario de Burgos, les trata de sumergir lo más posible en una realidad paralela, lo más atractiva posible, para tratarles con el menor dolor posible.

Y lo hace este equipo con una realidad virtual «low cost», de bajo coste, tal y como ha explicado en la jornada #Nohaydolor, que se ha celebrado coincidiendo con el inicio del mes contra el dolor.

Con unas gafas «chinas» de realidad virtual para ver juegos y apps, compradas en Amazon -explica Fuertes-, los expertos los hacen participar en una realidad que les sentir menos dolor cuando reciben rehabilitación.

«Yo les pregunto qué les gusta hacer, que les gusta experimentar porque por ejemplo le quiero dar una onda de shock y le va a doler. Entonces, a través de la tecnología le llevo a un arrecife de coral en Australia y se sumerge de tal forma que disminuye su percepción del dolor y su ansiedad», dos objetivos durante el tratamiento de fisioterapia, según Fuertes.

Pero la tecnología no es la única alternativa real en el tratamiento del dolor, también lo es mantenerse optimista ante la enfermedad y para eso son necesarias técnicas para controlar las emociones y los estados de ánimo porque son los impulsos nerviosos los que activan e intensifican los dolores crónicos.

A Jacobo Parages, paciente de espondilitis anquilosante, docente y autor del libro «Lo que aprendí del dolor», no le hizo falta acudir a ningún psicólogo para hacer suyo el dolor. «No hay que enfrentarse a él, lo tienes que aceptar y desde la actitud positiva», cuenta a Efe.

«El dolor me ha llevado a abrazar un actitud determinada, positiva, cuando la adversidad llama a tu puerta, a sentir el valor de compartir con otras personas que sufren. Y desde el dolor -añade- he afrontado retos en el mar como cruzar el Estrecho de Gibraltar y el canal de Menorca, y he conseguido financiación para una beca de investigación para el hospital La Paz».

Su opción fue intentar seguir haciendo una vida normal, sin cambiar mucho su rutina y sus sueños, a pesar de haber vivido durmiendo seis años sentado y otros con dolor continuo. Y después también de estar medicándose trece años con seis antiinflamatorios cada mañana.

Desde hace once años cuenta con otro tratamiento, un inmunosupresor, según relata Parages, quien cree también que la percepción del dolor se puede entrenar porque procede del cerebro y, por tanto, en función de como afecte a nuestras emociones la reacción es diferente.

La prioridad para los pacientes, según Juan Antonio Miró, presidente de la Sociedad Española del Dolor (SED), organizadora del encuentro, debe ser tener una información fiable sobre su enfermedad y ésta la pueden recibir en su médico de atención primaria, en su especialista o en unidades del dolor.

Angelés Canós, de la Unidad del Dolor del Hospital La Fe de Valencia, ayuda a los pacientes a abrirles el camino para que tengan mejor calidad de vida y algunos de ellos, sobre todo los que han sido operados de la espalda y no han mejoran el dolor, han podido ser seleccionados para recibir neuroestimulación, un procedimiento con el que pueden mejorar mucho y les permite retirar la medicación oral. EFE