Entrevista
Milena Smit, Miren Ibarguren y Rodrigo de la Serna: «No habríamos podido con esta tragedia si no es por el humor»
Los actores protagonistas acaban de estrenar «Los sin nombre» en Movistar Plus+, una serie en clave de thriller que es ya una de las ficciones del año
Claudia ha vivido con horror cómo algún tipo de organización oscura hizo desaparecer a su hija Ángela, para luego dársela de comer a los cerdos. Hasta que recibe una llamada de la niña pidiéndole que la salve. Detrás de esta trama está la serie «Los sin nombre», creada por Pau Freixas y Pol Cortecans, y con un trío protagonista de excepción: una madre traumatizada, Miren Ibarguren; un policía desatado, Rodrigo de la Serna; y una inocente bendecida, Milena Smit.
¿Creen en lo sobrenatural?
Rodrigo de la Serna: No tengo ninguna duda al respecto. Pero no en este caso (y grita: «¡A menos que explote esa lámpara ahora mismo!»). Porque sucede así, en un momento de sincronicidad de la que habla Jung. Hablemos de eso. El concepto de sincronicidad. Pero no. Somos gente profesional. Lo que sí nos afectó, creo que a todos, fue el nivel de tragedia y de drama, que es muy pesado. No habríamos podido administrar ese nivel de tragedia durante seis meses si no es por el humor y por el buen sano compañerismo y camaradería que hay entre actores, actrices y el equipo técnico. Que todo esto baja de Pau Freixas, el director.
Miren Ibarguren: No creo en lo sobrenatural. Me encantaría creer, pero sí creo que si te mueres, no se acabó todo eso. Me gustaría creer que no, porque no me da tiempo a hacer nada. Mi gente cercana me cuenta cosas que les han pasado, probabilidades. Y es una tontería, pero cuando ya me tenía que ir a Barcelona sin tener los guiones, porque yo soy actriz de papel, cogí la impresora. Y en el capítulo uno, página 21, se me paró la impresión como a la mitad de la hoja y la última frase que se había impreso era: «¿Dónde está Ángela?». Lo vuelvo a hacer y otra vez más. Y pasó lo mismo. La tercera vez se paró ahí, pero además el papel se atascó. Estaba nueva y la llevé a la tienda. No tuvo arreglo y me tuve que comprar otra.
Milena Smit: Yo creo muchísimo. Es mi filosofía de vida: me cuesta tanto creer que solamente podamos creer en lo que vemos. Para mí me faltan tantas cosas, ¿no? Hay cosas que pasan que no puedo explicarlas, pero sabes que pasan. Soy fiel creyente de que nada está regido por el azar; todo tiene significado. Antes solía victimizarme mucho con las cosas que me pasaban. Y ahora, obviamente, hay casos y casos. Hay cosas que no se merece nadie que le pasen, pero hay veces que sí, me paro y me planteo qué me quiere decir ahora el universo y la vida con esto.
Cada personaje lleva su propia carga. ¿Cómo trabajaron cada uno esa parte tan importante?
Milena: En mi caso, yo me obsesioné mucho con que fueran muy visibles las secuelas, no solo del accidente. Hablábamos con Pau de que sí, esta chica ha sobrevivido, pero ¿cómo se vive con las secuelas de un accidente así? Cuando empecé el rodaje, hacía nueve meses que me había operado de la columna, de siete vértebras, por supuesto, nada que ver con un accidente grave. Pero el dolor que yo sentí cuando a mí me operaron la columna y, además, tuve una alergia y no pude tomar morfina. Estuve viviendo todo el dolor. Tiene que pesar tanto a nivel emocional que te duela tanto. Creo que eso tenía que estar también en el personaje. Aunque, a veces, se me olvidaba cojear. No sé, sentía que el físico iba a contar mucho de este personaje.
Miren: Como trabajaban las actrices. Guion, ensayo y muchas imágenes. Muchas correcciones. Mucho intentar imaginar trabajando. Ensayando. A mi personaje le ayudaba mucho la barriga. Sobre todo, porque mi personaje, Claudia, hace un peregrinar por muchos sitios con ese barrigón que en cualquier momento paría. Y pesaba de verdad. Y luego, no sabía a dónde iba o dónde iba a terminar. Llevaba un taconcito muy de ciudad. De repente, me veía con la barriga y con una chaqueta de lana corriendo por los campos de Cataluña.
Rodrigo: Entregarse a esa literatura, ¿no? A esa tragedia. En el caso de Salazar, con una tragedia y un trauma original de arrastre muy denso, con una crisis de identidad muy profunda en una persona que niega sus traumas y barre la mugre debajo de la alfombra, o debajo de la alfombra salen todos los demonios. Él intentó construir y rearmar su vida aquí, negando su propia identidad. Y de golpe, este caso viene a devolverle todo lo que él negó durante toda su vida. La desaparición de esta niña viene a golpear esa médula del trauma y de su propia tragedia. Y ahí viene el desbarranque final. Sin embargo, lo paradójico que es que mientras está en la búsqueda, está vital. Y cuando ya la búsqueda culmina, bueno, ahí tiene el derrumbe psíquico final. Y sí, fue muy doloroso desde lo emocional y muy agotador físicamente. Hago referencia nuevamente a lo sagrado de ese espacio lúdico que pudimos construir entre todos.