Estreno
“Fallen”, cuando lo celestial también puede ser oscuro
AMC+ revive el universo creado por la escritora Lauren Kate con una atmósfera más sombría y química real entre protagonistas que desarrolla con ritmo la historia original
No es fácil tener una segunda oportunidad cuando la primera fue un desastre con todas las letras. “Fallen” lo sabe muy bien. La fallida película de 2016 dejó a los fans de la saga literaria “Oscuros” con un sabor a quemado y un romance con menos química que un examen de historia. Pero AMC+ decidió revivir esta historia, a partir de anoche (jueves 19 de junio), con una serie que no solo cambia de formato, sino que también se permite ajustar el guion con bisturí quirúrgico y algo de buen ojo dramático.
Aquí, Lucinda “Luce” Price vuelve a ser el eje de todo, una joven que arrastra demasiadas sombras y que termina en Sword & Cross, un internado que tiene más de claustro gótico que de centro de rehabilitación. Allí, como quien se cruza con recuerdos encarnados, Luce se topa con Daniel y Cam, dos chicos que no solo comparten un look inquietantemente pulcro, sino también siglos de pasados cruzados con ella. Todo muy etéreo, muy de almas sin paz… y con una estética que, esta vez sí, acompaña.
La serie abraza el tono oscuro sin perder elegancia, y aunque camina cerca del cliché, logra distinguirse por su aire de susurro trágico más que de lamento adolescente. Luce no es solo una víctima de la maldición romántica que la condena a morir cada vez que besa a Daniel, sino que también es el centro de una mitología celestial donde las alas pesan, pero no encorsetan.
Jessica Alexander consigue transmitir esa mezcla de fragilidad con voluntad que la historia necesitaba. Hay escenas donde una sola mirada suya compensa diez líneas de diálogo, y eso no es poca cosa en un género donde las palabras suelen volar más que los personajes. Gijs Blom, como Daniel, y Timothy Innes, como Cam, encajan con propiedad en sus papeles: uno con la sobriedad de quien ha amado demasiado, el otro con la sonrisa torcida del que sabe más de lo que dice.
Aunque la historia no escapa del todo a ciertos lugares comunes, triángulo amoroso incluido, esta versión acierta al poner más foco en el pasado compartido que en el presente desbordado. Los flashbacks no son excusas narrativas, sino pequeñas piezas que enriquecen el gran mosaico de este romance cruzado por la eternidad. Es un acierto que se eviten los efectos grandilocuentes para centrarse en atmósferas. En ese campo, la serie juega de local.
La producción, a pesar de su origen suizo-alemán, sabe traducir el espíritu sureño del internado original a un lenguaje visual que mezcla lo decadente con lo misterioso. Los pasillos parecen guardarse secretos en cada rincón, y las miradas, incluso las de los personajes secundarios, están cargadas de una tensión latente, casi como si todos supieran algo que uno como espectador aún no está listo para descubrir.
“Fallen” no es revolucionaria, pero sí es inteligente. Aligera el peso de su propia leyenda y se construye como una versión más pensada, más contenida y mejor interpretada de un universo que, si bien tiene sus grietas, también guarda momentos de verdadero encanto. Aquí el romanticismo se cuece lento, sin frases prefabricadas ni gestos sobreactuados. Lo cursi se modera, lo espiritual se deja insinuar, y lo trágico se presenta con la mesura de quien no necesita gritar para emocionar.
En medio de todo, hay un detalle que brilla: el ritmo. “Fallen” no se precipita ni se detiene. Sus ocho episodios saben dosificar revelaciones, tensión emocional y giros de la historia con un equilibrio casi coreográfico. No hay relleno, y eso en una serie con pasado literario y ambiciones épicas, ya es una virtud que merece reconocimiento.
El resultado es una serie que funciona más por lo que sugiere que por lo que impone, y que encuentra en su corrección estética y emocional una forma de redención para un relato que merecía algo mejor desde el principio. Hay elementos nuevos que pueden desconcertar a los puristas, como la introducción de criaturas de otra dimensión, pero no rompen el tono. Si acaso, lo enriquecen con cierto aire de peligro más físico.
Para quienes aún guardan cariño por los libros de Lauren Kate, esta nueva “Fallen” es una oportunidad de reconciliación. Y para quienes no conocen la saga, puede ser una entrada amable a un universo donde el amor es tanto un castigo como una forma de rebelión. Puede que no te cambie la vida, pero sí te hará quedarte un rato más en ese rincón donde los ángeles no son ni tan santos ni tan caídos.
La maldición romántica que nunca se agota
La premisa romántica de “Fallen” descansa sobre una idea tan literaria como devastadora: cada vez que Luce y Daniel se besan, ella muere. Pero más allá del dramatismo, esta repetición eterna es lo que convierte su historia en algo más que un idilio adolescente. Es una metáfora de cómo algunos amores se reinventan, tropiezan y sobreviven a lo inevitable. La serie lo aborda con cierta delicadeza: no se regodea en la tragedia, pero tampoco la esquiva. Es amor con plazos, con pausas, con memoria. Ese vínculo imposible, casi mitológico, se convierte en el motor de la historia. Más que tragedia, es insistencia amorosa. Un eterno retorno en forma de beso prohibido que no se agota. Si hay algo que esta serie logra transmitir, es que incluso lo maldito puede ser hermoso cuando se cuenta con humanidad y buen pulso.