Bilbao

Poderoso triunfo de Roca Rey en Bilbao

El peruano corta tres orejas y abre la Puerta Grande; Posada de Maravillas pasea un trofeo en la segunda de las Corridas Generales

El peruano Roca Rey sale a hombros del coso de Vista Alegre
El peruano Roca Rey sale a hombros del coso de Vista Alegrelarazon

- Bilbao. Segunda de las Corridas Generales. Se lidiaron novillos de El Parralejo y dos, 1º y 3º de Jandilla, desiguales de presentación. El 1º, buen novillo, bravo y con motor; el 2º, de media arrancada pero humillada; el 3º, basto, violento y rajado; el 4º, noble y con mucho temple el toro; el 5º, reservón y descompuesto; y el 6º, encastado, con carbón y la embestida muy entregada por abajo. Un cuarto de entrada.

- Posada de Maravillas, de nazareno y oro, pinchazo, estocada (saludos); y estocada desprendida, aviso (oreja).

- Varea, de azul marino y oro, metisaca, media, tres descabellos (saludos); y tres pinchazos, estocada (saludos).

- Roca Rey, de burdeos y oro, estocada delantera y caída (oreja); y buena estocada, aviso (dos orejas).

El recuerdo de hace un año era un capítulo envenenado para las comparaciones. Fue la mañana en la que José Garrido se consagró con poca gente en los tendidos y un universo ilimitado de torería en el ruedo. Un antes y un después en la carrera del novillero, hoy matador, y en el back up de muchos aficionados. Qué buena mañana. Garrido vuelve a las corridas Generales de Bilbao ya como matador de toros y en ese hueco inmenso que dejaba este año hacían el paseíllo Posada de Maravillas, Varea y Roca Rey con un encierro de El Parralejo (soberbio el año anterior) remendado con dos de Jandilla, que saltaron al ruedo como primero y tercero. Cuando Varea cogió la muleta en el segundo de la tarde un furioso viento despertó en la arena negra bilbaína para poner las cosas en desorden. Era la hora en la que en San Mamés comenzaba ese Athletic- Barsa que tenía a medio país pendiente y a muchos de aquí y de allá con el ojo puesto en el minuto y resultado. El novillero tomó como precaución aliviar las supersticiones y dar la vuelta a la montera que estaba bocarriba. A partir de ahí fue como si cosiera sus grietas mentales y se centrara en la faena. Contra el viento y la media arrancada del toro que le costaba viajar aplicó medicina simultánea: la muleta a ras de la arena bilbaína y recoger la embestida del toro atrás. La espada no alivió los finales. El quinto lo tuvo todo de reservón y descompuesto. Y cuanto más quería Varea ponerse cerca y coserle la arrancada más bronco se ponía el novillo. No hubo mucha opción.

Otra historia vivió Roca Rey, que se fue de la plaza a hombros y con tres orejas en el esportón como punto de partida. El doble trofeo lo recogió del sexto que fue novillo con mucho carbón y una embestida humilladísima. Un huracán pasaba por allí en las primeras arrancadas. Voraces las del ajustado quite y ni qué contar en el rosario de pases cambiados por la espalda. Cuando hubo que torear se puso y con un mando, un valor y un acople que no dejó lugar a más caminos que a los del triunfo. Se fue largo en la faena a ese encastado Parralejo, que colaboró para la explosión final. Otra oreja se había llevado de un tercero de ritmo impredecible y cierta violencia. No desistió Roca Rey ni ahí ni para darle unas manoletinas finales; entre una cosa y otra le sopló una arrucina de inverosímil resolución.

Posada de Maravillas imprimió una personalidad fuera de serie en las tres primeras tandas de derechazos a un buen primer novillo que era un tacazo. Cuando se puso al natural bajó la intensidad y ya nunca volvió a ser lo mismo. Se perdió la onda con ese jandilla con mucho motor y repetición. Con un cartucho del “pescao” amenazante y atracándose de toro abrió la faena al cuarto. Repuestos unos y otros del susto, al novillo le dio por embestir con un temple exquisito en la muleta de Posada, unida a la nobleza que tenía de serie. Muy despacio todo, muy ordenada la embestida del de El Parralejo en un trasteo personal, como es la manera de hacer el toreo de Posada que conquistó un trofeo con esa fuerza, que le hace diferente aun imperfecto.