Mercados
Finanzas de guerra
Las tensiones geopolíticas ha incrementado el interés por esta industria. Fondos de inversión y otras entidades ya invierten un billón de dólares en empresas del área
«¿Cañones o mantequilla?». Se trata de la metáfora que, a modo de ejemplo, utilizó Paul Anthony Samuelson para explicar en su «Curso de economía moderna», uno de los manuales de referencia de introducción a esta materia, el coste de oportunidad de un bien o un servicio, que es la cantidad de otro bien o servicio a la que se renuncia como consecuencia de esta elección. No obstante, el Nobel de Economía no es el padre de esta expresión, que se atribuye al que fue el secretario de Estado de la Administración Wilson, William Jennings Bryan, tal y como recoge, precisamente, el libro de Sergio A. Berumen «Cañones o mantequilla» (ESIC, 2017). Posteriormente, fue acuñada por el temido ministro de Propaganda nazi, Joseph Goebbels, y también por Benito Mussolini que, con el eslogan «Burro o cannoni», trataba de explicar a los italianos por qué en tiempos de guerra escaseaban bienes básicos.
Esta disyuntiva se ha utilizado tradicionalmente para oponer el gasto militar (cañones) y el gasto social (mantequilla). Y es que, sobre todo a partir del final de la Guerra Fría, se ha tendido a pensar que el gasto en defensa detraía recursos que contribuían al estado del bienestar de los ciudadanos, por lo que la evolución ha sido la de reducción de esta partida en los presupuestos de los distintos países a medida que disminuía la sensación de inseguridad y de amenaza.
Cambio de percepción
Históricamente, se ha argumentado que el gasto en defensa puede competir con el desembolso en programas sociales, ya que ambos requieren recursos financieros significativos. Sin embargo, dado el actual contexto geopolítico mundial, se ha producido un radical cambio de enfoque hacia la seguridad y la defensa. Las tensiones regionales son cada vez más agudas y existe una preocupación generalizada por la integridad territorial y la estabilidad. Conflictos como la Guerra de Ucrania, el enfrentamiento en Gaza y las crecientes tensiones entre China y Taiwán han llevado a los distintos gobiernos, especialmente en el mundo occidental, a reevaluar y reforzar sus estrategias de protección de fronteras y defensa nacional.
Este cambio de paradigma se ha traducido en un importante beneficio económico para las compañías del sector, que están viviendo una nueva edad dorada al calor de todos estos acontecimientos internacionales.
En la Unión Europea, por ejemplo, el incremento de la inquietud respecto a Rusia ha conducido a un impulso en el gasto en defensa sin precedentes. El alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, manifestó recientemente el deseo de los 27 estados miembros de «invertir más y mejor» en esta partida, alineándose con el compromiso de los países miembros de la OTAN de elevar la inversión en este ámbito al 2% del PIB en 2024. En 2022, la UE invirtió 240.000 millones en Defensa, un 6% más que el año anterior. En 2023, esa cifra creció hasta los 280.000 millones y la idea es alcanzar los 350.000 millones en 2024.
El gasto crece
Esta tendencia se refleja también a escala global. El gasto militar mundial aumentó un 9% en 2023, alcanzando un récord de 2,2 billones de dólares. Gran parte de este aumento se atribuye a los países miembros de la OTAN, que han aumentado sus presupuestos en respuesta a la agresión rusa en Ucrania. Los miembros no estadounidenses de la Alianza Atlántica ahora gastan un 32% más en defensa desde la invasión de Crimea por parte del país presidido por Vladimir Putin en 2014, según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS).
De esta manera, las empresas especializadas en esta industria, que se habían visto marginadas de algunos grandes fondos de pensiones y soberanos en los últimos años, ya que los inversores se habían alejado de la industria controvertida, vuelven a despertar interés.
Entre 2020 y 2022, las instituciones financieras, incluidos los principales bancos, grandes compañías de seguros, fondos de inversión, fondos soberanos y de pensiones e instituciones públicas, respaldaron a esta industria con al menos un billón de dólares a través de diferentes formas de financiación, como préstamos, bonos, acciones y suscripciones, tal y como recoge el informe «Finanzas para la guerra. Finanzas para la paz», encargado por la Fondazione Finanza Etica y la GABV y elaborado por la consultora berlinesa Merian Research Las acciones constituyeron más de la mitad de la inversión total en el sector (660.000 millones), mientras que los bonos representaron menos del 1% del total.
El estudio revela que los diez principales inversores mundiales en el área armamentística son Vanguard, con posiciones en estas empresas equivalentes a 92.000 millones de dólares; State Street, con 68.000, y Blackrock, con 67.000 millones de dólares. También destacan Capital Group, con 55.000 millones invertidos; Bank of America, con 45.000, JP Morgan Chase, con 33.000; Citigroup, con 28.000; Wellington Management, con 27.000; West Fargo, con 25.000, y Morgan Stanley, con 24.000.
Sin embargo, también hay preocupaciones relacionadas con las implicaciones éticas y la sostenibilidad de estas inversiones, especialmente en lo que respecta a la producción y proliferación de armas nucleares. Un informe conjunto de las ONG PAX e ICAN revela un aumento en la financiación para empresas involucradas en la producción de este tipo de armamento con una concentración significativa de inversores en países como Estados Unidos, el Reino Unido y China. Según el análisis, entre enero de 2021 y agosto de 2023, un total de 820.000 millones estuvieron disponibles gracias a 287 instituciones financieras de 28 países para las 24 principales empresas cotizadas en bolsa involucradas en la producción de armas nucleares.
En cuanto a la distribución, más de la mitad de los inversores (154) están concentrados en Estados Unidos, acaparando el 70% de la inversión total. Otros países con inversores relevantes son Reino Unido (17), China (16), Canadá (13), India (12) e Italia (9). Con respecto a la concentración del mercado de armas, Estados Unidos es el líder indiscutible, con el 51%, seguido de China, con el 18%; Gran Bretaña, con el 6,8%, y Francia, con el 4,9%.
Este auge del sector de defensa y el gasto sostenido en esta partida que tanto interés ha despertado entre los inversores se ha acompañado de un importante crecimiento de la cotización de las empresas en Bolsa. Prueba de ello es que el índice de referencia global, miembro del Chartered Institute for Securities & Investment, para las acciones de la industria ha subido un 25% en los últimos 12 meses, mientras que el índice Stoxx de acciones aeroespaciales y de defensa de Europa se ha revalorizado más del 50% durante el mismo periodo.
Cotizaciones
En el último medio año, las principales corporaciones mundiales de la industria armamentística han experimentado avances significativos, lo que refleja la confianza del mercado en el potencial de crecimiento de estas compañías alimentados en gran medida por la creciente demanda de sistemas de armas avanzados.
Y como muestra de este importante avance, un botón. Los títulos de Lockheed Martin se han revalorizado desde el pasado mes de octubre un 9,3%; los de General Dynamics, un 27%; los de Honeywell International, un 3%; los de Northrop Grumman, un 9%; los de Boeing, un 3%; los de BAE Systems, un 14%, y los de Raytheon han experimentado un alza de casi el 30%.
Recientemente, Financial Times se hacía eco, precisamente, de que el libro de pedidos para nuevos sistemas de armas alcanzó niveles récord en 2022 y en la primera mitad de 2023.
El rotativo analizó las carteras de pedidos de los 15 principales fabricantes de armas del mundo y reveló que sus encargos pendientes combinados ascendían a 777.600 millones de dólares a finales de 2022, un aumento del 10% con respecto a 2020.
Por ejemplo, Hanwha Aerospace, el mayor fabricante de armas de Corea del Sur, registró el mayor aumento en nuevos pedidos, con una cartera que se disparó de 2.400 millones de dólares en 2020 a 15.200 millones de dólares a finales del año pasado, en gran parte debido a las ventas de aviones K-9 autónomos e impulsó obuses a países que suministran armas a Ucrania. Por su parte, en el Viejo Continente, Rheinmetall, la empresa alemana que fabrica los tanques Panther, casi duplicó su cartera, pasando de 14.800 millones de dólares a 27.900 millones de dólares, también en gran parte debido a las ventas relacionadas con Ucrania.
Es evidente de que no se trata de una tendencia pasajera, y que en los próximos años el gasto militar de los países de todo el mundo no dejará de crecer, dando lugar un nuevo auge de las «finanzas de guerra»
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