Empresas
Rafael del Pino, el empresario que recitaba a Kipling
El padre del actual presidente de Ferrovial fundó la compañía, cuyos orígenes fueron puramente ferroviarios, hace siete décadas. Gran apasionado del mar, ya octogenario, cumplió su sueño de dar la vuelta a mundo en su barco
El célebre poema «If» de Rudyard Kipling es toda una oda al estoicismo, a resistir y a sobreponerse a pesar de las adversidades. El Premio Nobel de Literatura en 1907 y autor, entre otras obras, de «El libro de la selva» enumera en un tono paternalista, dirigiéndose a un imaginario hijo, los valores que debe adquirir para convertirse en un «hombre», como la humildad, la voluntad, la paciencia, la perseverancia, la seguridad, el autocontrol o la resiliencia.
Se trata de un texto corto, sencillo, pero a la vez certero, que encierra en sí mismo importantes lecciones de vida. Todo un decálogo de inteligencia emocional, que se puede aplicar a todos los ámbitos de la vida y, como no, también al empresarial, sirviendo de guía a todo aquel que quiere llegar a ser un buen líder.
Quizá por ello, por las enseñanzas que se desprenden de cada estrofa, le gustaba tanto recitarlo en voz alta a Rafael del Pino Moreno (1920-2008), especialmente si quien estaba en su presencia era alguien joven. Los que tuvieron ocasión de conocer al fundador Ferrovial le recuerdan, sobre todo, por su gran conversación. Hombre de vastísima cultura (recibió la Medalla de Oro de la Real Academia de la Historia y la Placa de Oro de la Real Academia Española), fue un empresario que se hizo a sí mismo, y que se abrió paso en la desolada España que dejó la Guerra Civil y, posteriormente, la postguerra. Con Ferrovial, la «criatura» que alumbró a finales de 1952, protagonizó su propio «milagro», al igual que una España que trataba de superar sus traumas y las secuelas que había dejado el conflicto bélico, y de no perder el tren del progreso.
Rafael del Pino nació en el número 10 de la madrileña calle Larra. Su infancia transcurrió entre el elitista colegio de El Pilar y Riocaínzos, en Lugo. En el primero, cultivó importantes amistades que le acompañaron toda su vida; y en el segundo, descubrió su gran pasión: el mar.
En 1942, inició sus estudios en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid y, antes de terminar la carrera, comenzó a trabajar como ayudante de ingeniero en la empresa Vías y Construcciones, compañía de la que llegó a ser subdirector, pero su carácter emprendedor, que heredó de su madre, le llevó a abandonarla y a establecerse por su cuenta. Viajó por países como Francia y Alemania para conocer de primera mano las innovaciones ferroviarias que se estaban desarrollando en Europa con el objetivo de aplicarlas en España. Precisamente, estas nuevas técnicas le facilitarían un contrato con Renfe para la preparación y el mantenimiento de las traviesas en pleno proceso de creación de Ferrovial, que se constituyó con un capital social de dos millones de pesetas, y cuya primera sede se situó en un ático de la Calle Moreto, 6, junto a la iglesia de los Jerónimos de Madrid.
Estilo de gestión
El contrato con Renfe se renovaría durante 16 años más. En esta etapa inicial, en la que la compañía estuvo centrada en el negocio ferroviario (de ahí el nombre de Ferrovial), se impuso un estilo gestión, conocido como «conciencia del balance», todo un manual contra el despilfarro. Si bien era cierto que Ferrovial pagaba más que la competencia, también lo era que la presión por los resultados era muy intensa. «Las cosas hay que hacerlas con amor, con la cabeza fría, pero con el corazón caliente», solía repetir Del Pino a sus colaboradores, muchos de los cuales lo acompañaron durante décadas, como José Martínez, Emilio Martín Pastor, Julio Beamonte, Ricardo López-Morais o Luisa Durán.
Consciente de los nuevos vientos que soplaban en la economía española, Del Pino optó por diversificar el negocio. Era evidente que España necesitaba nuevas infraestructuras, por lo que Ferrovial se embarcó en nuevos proyectos, sobre todo relacionados con la construcción y la gestión de autopistas e inició el proceso de internacionalización de la empresa.
Sociedad civil
En la Transición, Del Pino se esforzó por tener mayor presencia en la sociedad civil, al entender que, en el proceso de cambio en el que estaba inmersa España, las asociaciones iban a tener mucho que decir, especialmente cuando llegara la Democracia. Así, fue el «alma mater», y verdadera cabeza pensante, en la fundación del Círculo de Empresarios en 1977, junto con otros personajes relevantes del panorama empresarial de la época, como Santiago Foncillas, su primer máximo responsable, o su sucesor, José Joaquín de Ysasi-Ysasmendi. A diferencia de otras organizaciones, como la CEOE (fundada en ese mismo año), el Círculo de Empresarios contaba con una estructura más elástica, lo que le facilitó el trabajo de lobby empresarial. También fue consejero de la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) y presidió la junta directiva del Instituto de la Empresa Familiar, además de Europistas, la Empresa Nacional de Gas (Enagas), Philips Ibérica o Seopan.
De su matrimonio con Ana María Calvo-Sotelo, hermana del expresidente del Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo, nacieron sus cinco hijos; María, Rafael, Joaquín, Fernando y Leopoldo.
Hombre de carácter muy enérgico, tenía fuertes convicciones en cuanto a la empresa, por lo que no le tembló el pulso cuando envió al mayor de sus hijos varones, Rafael, que ya se perfilaba como su sucesor al frente de la compañía, a «curtirse» a Libia. En lugar de optar por Manhattan, destino de otros «herederos» de grandes imperios empresariales de la época, Del Pino prefirió el desierto para que su vástago conociera los entresijos del negocio, ya que tenía el convencimiento de que quien le sucediera al frente de la compañía no podía ser, ni mucho menos, un «niño de papa». De hecho, Rafael del Pino hijo ha heredado parte de ese carácter fuerte, aunque, según quienes han tenido la oportunidad de conocer a ambos, señalan que es más cauto que su progenitor, que era todo espontaneidad.
Ante todo empresario
Aunque en ocasiones se le ha puesto la etiqueta de «tecnócrata» por su formación de ingeniero, Rafael del Pino era por encima de todo un empresario. Un episodio que describe muy bien su forma de actuar fue el que le «enfrentó» con José María Entrecanales (padre del actual presidente de Acciona). A finales de la década de los 80, Ferrovial fue adquiriendo acciones, hasta hacerse con un 22% del capital, de la constructora Cubiertas y MZOV. Posteriormente, lanzó una OPA sobre la compañía catalana. En ese momento, la entonces Entrecanales y Távora lanzó una contraoferta, lo que disparó el precio de la acción. El resultado de aquella operación fue que Entrecanales se quedó con Cubiertas y MZOV (de la posterior fusión entre las dos compañías surgiría Acciona), pero el que realmente ganó dinero fue Del Pino, ya que la venta de los títulos que había adquirido con anterioridad le reportaron importantes plusvalías. Una operación, presuntamente fallida, de la que, no obstante, Rafael del Pino se enorgulleció a lo largo de su vida, ya que, como suele decirse, le salió «redonda».
Ya con 75 años cumplidos y, tras la fusión de Ferrovial con Agroman, que permitió a la compañía adquirir una dimensión europea y competir en todo el mundo, decidió soltar lastre y se dedicó a disfrutar más de su tiempo libre. Y es que la salida a Bolsa de la empresa e 1999 le había convertido en un hombre inmensamenterico.
A principios del milenio, dejó la máxima responsabilidad de Ferrovial, que pasó a manos de su hijo, reservándose la Presidencia de honor. Desde entonces, decidió dedicarse a la Fundación que lleva su nombre, que había creado un año antes, y cuyo objetivo era contribuir a mejorar los conocimientos de los dirigentes de la España del futuro, al impulso de la iniciativa individual y al fomento de los principios del libre mercado y de la libertad de empresa. Al frente de la fundación, situó a su única hija María, por la que sentía verdadera debilidad.
Tras la jubilación, repartió su tiempo entre la fundación y sus pasiones. Con 82 años, cumplió su gran sueño de dar la vuelta al mundo en el «Alcor», su yate de casi 36 metros de eslora. Gran aficionado a la astronomía, como buen hombre de mar, tripulaba su barco orientándose en la inmensidad del océano solo mirando las estrellas. Sin embargo, un desgraciado accidente en el Océano Índico en 2004, del que nunca se llegó a recuperar, le privó de continuar surcando los mares para siempre. Rafael del Pino falleció en 2008 a los 87 años de edad, pero su legado y valores están muy presentes en la compañía que fundó hace 70 años.
Control familiar
Ferrovial es, a día de hoy, una de las pocas empresas del Ibex 35 cuyo control permanece en manos de la familia fundadora. El pasado mes de diciembre, el presidente, Rafael del Pino Calvo-Sotelo, elevó su participación en la compañía hasta el 20,44% debido a la reducción del capital efectuado para aumentar la retribución a los accionistas. Tras Rafael del Pino, la mayor accionista es su hermana María, que posee el 8,2%. Por su parte, Leopoldo del Pino detenta el 4,1% de los títulos. Así, el porcentaje de la compañía en manos de la familia asciende al 32,79%, lo que se traduce, sobre una capitalización de 19.437 millones de euros, en más de 6.500 millones de euros, y convierte a los Del Pino en una de las sagas familiares más ricas de España.
No con poca polémica, Ferrovial, la compañía en la que recitaban a Kipling, prepara ahora las maletas para trasladar su sede a Países Bajos. Una decisión que la empresa a atribuye exclusivamente a intereses empresariales.
✕
Accede a tu cuenta para comentar