Viajes
Lo que la guerra nos ha robado: los monumentos históricos en zonas de conflicto
Las guerras más recientes en Oriente Medio han provocado la destrucción de complejos culturales con milenios de antigüedad. Una pérdida irreparable no para los afganos, sirios o malíes, sino para todos nosotros como humanidad.
Hace no demasiados años, Siria era un destino turístico tan habitual como lo podían ser Egipto o Jordania. Países estables, aunque sin llegar al nivel de desarrollo de Alemania, tal vez, a los que turistas de todo el mundo acudían para asombrarse con obras arquitectónicas y monumentos construidos hace milenios. La cuna de la civilización, en algunos aspectos. No hace falta ver la película de 300 para saber que el Imperio Persa fue en tiempos pasados un centro cultural del que incluso los sabios griegos mamaban sabiduría. Alejandro Magno lo sabía, y sus conquistas se dirigían a tomar aspectos de esta riqueza para incorporarla a Europa. Cuando los españoles todavía habitábamos chozas de barro, en Irak ya se erguía orgullosa Babilonia, poseían un complejo sistema social y sus ejércitos poseían extensos territorios. La balanza se tuerce de un lado al otro con el transcurso de los siglos. Córdoba en la época musulmana era el mayor centro de conocimiento en el territorio peninsular. Y esos resquicios de magnificencia humana se mantuvieron en pie por siglos enteros, hasta que el odio y la ignorancia de algunos hombres decidieron cerrarlos al mundo, o peor aún, derribarlos. Es terrible. Lo que se mantuvo por milenios, ahora corre el peligro de destruirse en apenas media hora.
Siria
Damasco y Palmira son dos ciudades que suman entre ellas la friolera de cinco mil años, y pese a formar parte del Patrimonio de la Humanidad y los esfuerzos de la UNESCO para preservarla, su delicada existencia se ve amenaza diariamente por los bombardeos y tiroteos de la guerra civil que ya lleva más de nueve años asolando el país. Palmira fue conquistada por el Estado Islámico en mayo del 2015 y en agosto volaron por los aires el templo de Baal Shamin, treinta y cinco siglos destruidos en un cuarto de hora, y el Arco del Triunfo, otros cuarenta siglos borrados del mapa mediante simples martillazos. La antigua ciudad sigue en pie, gravemente dañada y arrancados sus elementos más emblemáticos, y desde principios de 2016 está fuertemente controlada por el ejército sirio. Visitarlo en la actualidad es impensable.
La Ciudad Vieja de Damasco también está en peligro. En octubre del 2010, un año antes de estallar la guerra, esta ya formaba parte de la lista de sitios de patrimonio cultural al borde de la desaparición, y la falta de información en la zona hace temer que haya salido muy castigada tras los bombardeos y tiroteos. En lo que respecta a la Ciudad Antigua de Bosra, a 150 kilómetros de Damasco y testigo de los poderes romano y árabe, que se mantuvo fuerte frente a innumerables invasiones a lo largo de 35 siglos de Historia, ha sido brutalmente bombardeada por fuerzas del régimen sirio y ya apenas quedan un puñado de ruinas en pie. Lo mismo ocurrió con la ciudad de Alepo. La Gran Mezquita Omeya, que fue en en el pasado una de las más grandes del mundo, ha sido prácticamente barrida del mapa tras los bombardeos y los tiroteos entre fuerzas rebeldes y gubernamentales. También en Alepo, la Catedral armenia de los Cuarenta Mártires y el Zoco de Alepo, que llegó a ser el más grande del mundo cubriendo una extensión de doce kilómetros cuadrados, han sido completamente destruidos. De la antigua Ciudadela, ahora una base militar, apenas se mantienen en pie un puñado de edificios.
Irak
El destrozo general que se ha realizado en Irak es abrumador. Casi sistemático, conflicto tras conflicto de la mano de nuestra reciente fuerza destructora. Como chiquillos con un juguete nuevo, demasiado complejo para poder entenderlo con claridad, los hombres encargados de apretar el botón lo han hecho de manera casi obsesiva. Por eso ya nunca se podrá visitar la ciudad de Hatra (siglo XXX a. C) después de que fuerzas yihadistas tomaran la ciudad en 2014 y la arrasaran hasta los cimientos. Era Patrimonio de la Humanidad y ahora apenas quedan un puñado de rocas. Vídeos de soldados derribando las milenarias estatuas a martillazos se difundieron en Internet. Fue la última imagen que tendremos de ellos.
En Nimrod, los yihadistas fueron más aplicados. En esta ocasión utilizaron excavadoras para allanar el terreno a sus tropas y eliminar toda escultura a la vista. Lo único que se ha salvado de la ciudad son las partes todavía enterradas bajo la arena y las esculturas que se enviaron tras su descubrimiento a los museos ingleses y estadounidenses.
Afganistán
Kabul es una de las ciudades más antiguas de la tierra, con 4.000 años de edad a sus espaldas. La continuación de guerras en Afganistán, desde la conquista soviética en el 78 hasta los conflictos actuales contra el ISIS, han terminado por destruirla casi por completo. Solo la fuerza propia de los afganos para reponerse a la fatalidad, maldita costumbre, ha permitido que muy lentamente se construyan nuevos edificios en la ciudad. Con todo, decenas de pequeños lugares emblemáticos han sido borrados para siempre. El extranjero que hoy la visite verá un panorama completamente diferente al que lo hiciera a mediados del siglo pasado. Un caso parecido se da con Herat, ya bombardeada de forma masiva por fuerzas de la URSS en 1979.
Pero el caso más triste lo protagoniza la milenaria ciudad de Bamiyán. Fue un punto clave en la Ruta de la Seda. Ambicionada por romanos, chinos e indios. Nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Centro de peregrinaje budista, en sus cuevas rezaban los monjes piadosos. Tres enormes estatuas de Buda se situaban como montañas a las afueras de la ciudad, con 55 metros de altura cada una. Esta ciudad era, por expresarlo con sencillez, un motivo de orgullo para la humanidad, símbolo de la piedad, la paz y el amor. Pero en el año 2001, el gobierno talibán consideró que las estatuas de Buda eran idólatras y las derribó a cañonazos. Las tres, cada una de 1.500 años, en una tarde. La ciudad fue prácticamente destrozada por los combates que se sucedieron en ella a lo largo de los años. Y en las cavernas ya solo quedan refugiados que no tienen otro lugar donde esconderse.
Malí
Alguno podrá sorprenderse al descubrir que África Subsahariana también guarda arte valioso. No vamos a entrar en dónde, cuánto y cómo pero sí podemos hablar de Tombuctú, la que fue capital del Imperio Malí. Un imperio medieval que cobijaba a 50 millones de personas, un número muy similar al del Imperio Romano, durante trescientos años. Historia, al fin y al cabo. Tan rica y válida como la de Napoleón para los europeos. Aquí comerciaban árabes, africanos e incluso chinos, y llegó a estar nominada como una de las Siete Maravillas del Mundo moderno, pese a que finalmente no ganó el título.
En 2012 fue tomada por fuerzas del ISIS y varios cientos de mausoleos, en especial los pertenecientes a la secta de los sufíes, fueron derribados en una terrible masacre cultural. Otras tantas maravillas que ya no tendremos la oportunidad de ver.
La lista sigue
Estos apenas son unos pocos monumentos destruidos definitivamente por motivos ideológicos o bélicos. Páginas de nuestra Historia (porque la Historia del hombre pertenece a todos nosotros, no a los territorios que las guardan) que se borraron definitivamente y no importa la tecnología ni las buenas intenciones, ya nunca se volverán a escribir. Pero que no piense el lector que los islamistas son los únicos culpables a señalar, puesto que aquí solo se han escrito los destrozos más recientes. La ciudad alemana de Dresde fue bombardeada hasta la saciedad por fuerzas británicas y estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial, eliminando definitivamente áreas construidas durante el bello renacimiento. También ocurrieron escenas parecidas en Tokio y Hamburgo. Ni que decir tenemos de Hiroshima.
Todo se resume a la metáfora del principio, la del niño con el juguete nuevo. Podría ser que estos asesinos de la cultura no leyeron Spiderman, y no saben que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Ahora tenemos las herramientas más poderosas para la destrucción, aunque cabe un resquicio de luz en la tragedia. También poseemos un interés por la cultura, un amor por nuestro pasado, que hasta ahora no había sido posible. Esto nos da fuerzas contra el poder destructor de unos pocos y quizás, en un futuro no muy lejano, les permita obtener esa responsabilidad que en un principio no tuvieron. Cabe esperanza. Tambaleante en ocasiones como las esculturas restantes de Palmira, pero esperanza al fin y al cabo.
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