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Mitos y verdades sobre el Triángulo de las Bermudas
Indagamos qué hay de mito y de real en esta misteriosa región del Océano Atlántico
Tendemos a pensar que la creación de mitos para comprender fenómenos inexplicables es una práctica que abandonamos en la Edad Media. El hombre contemporáneo se enorgullece de haber encontrado las respuestas a prácticamente cualquier misterio de la mano de la ciencia, y uno a uno ha ido desmontando los mitos. Apenas son cuentos, nos los contaban de críos antes de dormir. No hace falta preocuparse demasiado por ellos.
Pero los mitos contienen cierto sabor a inquietud. Algo hay en ellos que nos revuelve las ideas, es esa capacidad soñadora del ser humano, y mientras sonreímos de cara al público nuestra mente bulle excitada al escucharlos. ¿Existirá de verdad esta ciudad? ¿Es cierto que tal hombre habitó la Tierra? Este interés inevitable que sentimos por los mitos traspasa edades y fronteras hasta aterrizar en el siglo XXI. Los de ahora son mitos más elaborados, quizá, gracias a la cantidad de información que poseemos, pero son mitos al fin y al cabo. Uno de los mitos contemporáneos más conocidos es el del Triángulo de las Bermudas.
¿Qué es el Triángulo de las Bermudas?
También conocido como el Triángulo del Diablo, se trata de un área geográfica con forma de triángulo equilátero de 1,1 millones de km2 en alta mar. Las puntas tocan Florida, las islas Bermudas y Puerto Rico. Su importancia radica en que numerosos barcos han cruzado este sector del océano para realizar el camino más corto desde el continente americano hasta Europa, el propio Cristóbal Colón lo atravesó en su primer viaje a San Salvador.
El mito surge cuando decenas de barcos y aeronaves han desaparecido misteriosamente en este sector concreto, la mayoría de ellos sin dar ninguna señal de socorro. El mito nace de las preguntas que el hombre se formula para buscar una explicación a los misterios de nuestro mundo. ¿Dónde han ido estos barcos? ¿Han sido transportados a otra dimensión? ¿Los ha devorado una criatura marítima?
Popularización del Triángulo
El proceso de creación de un mito es lento. En primer lugar surge la duda, en este caso de la mano del periodista Edward Van Winkle, cuando escribió acerca de unos barcos perdidos cerca de las Bahamas en lo que él llamó el Triángulo del Diablo. El año es 1950 y en su artículo utilizó la primera palabra que sustenta cualquier mito: misterioso. Diversos escritores corroboraron la interrogación de Van Winkle fortaleciendo la duda, derramándola en los ojos y los oídos de sus lectores, alimentándola como si se tratase de una bestia, hasta que se hizo demasiado grande para que nadie mirase hacia otro lado.
Tras la duda - ¿qué ocurre en el Triángulo de las Bermudas? - surge la afirmación - algo ocurre en el Triángulo de las Bermudas -, y la maquinaria de la mitología comienza a funcionar a una velocidad estremecedora. El encargado de plantar la afirmación sobre la mesa fue el escritor de ciencia ficción Charles Berlitz, en 1974, ofreciendo una multitud de casos misteriosos en su novela El Triángulo de las Bermudas, aunque debe decirse que muchos de estos casos eran falsos o estaban manipulados. Y precisamente así comienza a darse forma al mito, mediante estos matices de mentira, esta manipulación intencionada de la realidad. De no haber existido la novela del neoyorquino, el misterio del Triángulo nunca habría cobrado la fuerza suficiente para saltar de los círculos conspiratorios a la cultura popular, y el mito no habría nacido. Pero lo sabemos. Nada hay mejor para crear un mito que el ingrediente de la falsedad.
Mitos del Triángulo
Una vez se ha convertido en una verdad de apariencia irrefutable a ojos del público, el mito ya se siente lo suficientemente cómodo como para salir a la luz. Pero nunca es un solo mito. En realidad son puñados de ellos, se alimentan entre sí para refutarse o darse valor, se apoyan en viejos mitos para ampliar la veracidad del mismo. Un ejemplo básico: Rómulo y Remo, los fundadores mitológicos de Roma, son a su vez descendientes de Eneas, héroe troyano que escapó al saqueo griego de su ciudad, que es a su vez víctima de la figura mitológica de Ulises... Tirando del hilo de los mitos podemos pasar de la creación de una ciudad a la creación del mundo.
Hubo quien dijo que la localización del Triángulo encajaba con la ciudad perdida de Atlantis. No son pocos quienes creen que la ciudad perdida, únicamente citada por Platón en sus diálogos de Timeo y Critias, existió en realidad, y expertos reconocidos la han situado en este punto exacto (siglos antes de la creación del Triángulo). Podría ser que los misteriosos habitantes de Atlantis hayan hundido o secuestrado los barcos y los aviones.
Otros aseguraron que se trataba del Kraken, esa criatura mitológica con aspecto de calamar gigante que hunde barcos por puro placer. La base de esta leyenda parte de que se han producido numerosos avistamientos de calamares gigantes en la zona - rondan los 15 metros de longitud -, que la cultura popular quiso transformar en bestias devoradoras de navíos. Sin embargo, esto no explica la desaparición de las aeronaves.
El propio Stephen Hawking desarrolló la idea de que existe un agujero negro en la zona. Según sus indicaciones y las de un buen puñado de científicos, los barcos y los aviones han desaparecido por esta razón. El único agujero en su historia es que, de existir semejante bestia del universo, no habría mar ni vida ni tierra en esta zona del mundo, y todos los barcos que la han cruzado habrían desaparecido.
Incluso los hay quienes aseguran la presencia de una base extraterrestre en el Triángulo de las Bermudas.
La voz de la ciencia
En paralelo con los mitos del siglo XXI, corre a su propio ritmo la ciencia todopoderosa. Es más fiable, más práctica que las historias de monstruos y civilizaciones perdidas y, por lo general, menos excitante que estas. Suele andar con mayor cuidado a la hora de hacer afirmaciones y llaman a sus mitos “teorías”. Basadas en la razón y enfrentadas a lo místico.
Se sustentan en la base de que Berlitz falsificó la mayoría de los datos en su novela, en especial el más sonado de todos. Aseguró que en 1945 todo un escuadrón de aviones de combate estadounidenses desaparecieron en pleno vuelo sobre el Triángulo, sin dejar rastro, sin lanzar apenas una señal de socorro.
Según el escritor, el día era soleado y no había razón aparente para explicar su desaparición. Pero la realidad es que dicho escuadrón volaba cuando una violenta tormenta se formó sobre ellos. También se dijo que las brújulas no funcionaban en el Triángulo pero la realidad es que señalan el norte verdadero y no el norte magnético. Apoyaba su teoría en que los aviones desaparecieron sin dejar rastro, aunque omitió decir que este modelo en cuestión, el Avenger, se hunde con la facilidad de una piedra al entrar en contacto con el agua. Y así sucesivamente.
La ciencia habla. Decenas de miles de barcos, millones incluso, han atravesado a lo largo de los siglos el Triángulo, volviendo una cuestión de pura estadística que algunos no llegasen a su destino; algo similar ocurre con las aeronaves. Además, la zona se caracteriza por ser el hogar de numerosos tifones y huracanes que suelen levantar a su vez olas de decenas de metros, capaces de hundir cualquier tipo de embarcación con una facilidad pasmosa. La dificultad para encontrar el norte magnético y la dura meteorología, añadida a las fuertes corrientes marítimas que merodean por el Triángulo, demuestran que es inevitable que algunos barcos y aviones se hayan perdido por el camino.
En el último año también se ha añadido la idea de que cráteres gigantes en el fondo marino liberan enormes y explosivas burbujas de metano.
¿Habrá acertado la ciencia? ¿Sonará la campana con alguno de los mitos? Los barcos perdidos o las cajas negras de los aviones podrían aportar una valiosa información para cerrar este misterioso capítulo, pero hasta la fecha no ha sido posible contar con ellos. Los restos están demasiado profundos y lejos de la costa para ser recuperados. Hasta entonces solo podemos imaginar y soñar, ser escépticos, indagar. Y mantener los ojos bien abiertos cuando crucemos las zonas nebulosas del Triángulo del Diablo.
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