Helena Rivero muestra su bodega como si de su casa se tratase. Conoce cada rincón. Cada esquina guarda un recuerdo familiar. Parte de su vida, de su historia y también la de Jerez. Y es que antaño, el vino que allí se produce, fue referencia mundial. No había mesa en la que no hubiera un oloroso o un amontillado. Un prestigio y una desorbitada demanda que hizo que esta ciudad andaluza viviera por y para el caldo que allí se producía con esmero y calidad. Antes de los años 70 había unas 600 bodegas, hoy, apenas existen 60 supervivientes que luchan por recuperar el esplendor de antaño.

Una de estas guerreras es la propia Helena quien se ha propuesto devolver Jerez a su época dorada. Así nos lo cuenta mientras caminamos entre soleras y aromas que hipnotizan. “Nadie pensó entonces que el vino de Jerez caería en desgracia. Fue una muerte lenta. Las causas que provocaron esta situación son numerosas. En primer lugar, se abusó demasiado de las soleras y eso es un error porque al final se pierde calidad. Si se intenta abastecer la demanda por encima de tus posibilidades sale un vino que no es el que debe ser. El secreto de un vino de Jerez está en los años que permanece adquiriendo su cuerpo y forma”, apunta.

Por eso, los vinos que ahora observamos, y también catamos guiados por la propietaria de Bodegas Tradición, no serán consumidos hasta dentro de muchos años. “Son vinos de generación, una inversión a largo plazo. Lo que también condujo a la pérdida del vino de Jerez fue que se produjo mucho para poder vender a un precio menor. Ahí llegó el hundimiento, se iba por un camino que no era el correcto. Luego vinieron las multinacionales y dejaron de promocionarlo en favor de otras bebidas de moda”.

Por eso, en la Bodega Tradición, como su propio nombre indica, se propusieron regresar a los métodos de producción de antaño. No fue un camino fácil. De hecho, la suya es la bodega más antigua documentada. “Al menos, desde 1650, que es cuando existe documentación”, matiza. Bodegas CZ, como se conocía antaño, fueron fundadas por Pedro Alonso Cabeza de Aranda y Zarco. Al morir sin descendencia fue su sobrina, Tomasa de la Tixera Menchaca, quien lo heredó y al contraer matrimonio en 1781 con Pedro Agustín Rivero de la Herrán se fusionaron dos de las familias jerezanas más importantes en la producción y comercialización de vinos Cabeza-Tixera y Rivero.

La caída en desgarcia

Así continuaron durante varios siglos hasta que la propiedad llegó al abuelo de Helena: “A él le tocó vivir la crisis del vino de Jerez. Quiso por todos los medios mantener el control de las acciones que se vendían de la bodega, pero en aquellos tiempos en vez de repartir dividendos entre los accionistas, no hubo más remedio que solicitar aportaciones para mantener vivo el negocio. Muchos no pudieron permitírselo y gran parte de esas acciones pasaron a manos del banco”, relata.

Tras varias ventas a diferentes manos lo único que se consiguió fue dar la puntilla a la empresa. El abuelo, Rafael Rivero Dávila, trató de recuperarla, pero tras numerosas trabas legales y una lucha sin cuartel, al conocer que ya no había solución, falleció de un infarto en 1983. “Desde entonces en mi casa nunca más se habló de vino y bodegas. Era un tema tabú por todos los disgustos que había provocado. Pero había alguien en la familia que no había tirado la toalla. Mi padre Joaquín Rivero fundó Bodegas Tradición”, rememora la actual propietaria. En su afán por recuperar la vinculación histórica de su familia con el vino y el mundo bodeguero, adquirió un antiguo casco en pleno centro histórico de Jerez y comenzó a seleccionar vinos de soleras antiguas, excepcionales, pero casi olvidadas. De inicio, la bodega la integran 500 botas de oloroso y amontillado.

Tesoro pictórico entre vinos

Y así, paso a paso y con una importante inversión, este templo del vino jerezano comenzó a primeros del siglo XXI una nueva andadura. Pero Elena quiso maridar su pasión por el vino con el arte y, por este motivo, trasladó a la bodega un importante patrimonio pictórico de la familia. En 2005 se inauguró una valiosa pinacoteca en el mismo casco de la Bodega. Se trata de una de las mejores colecciones privadas de pintura de Andalucía, con obras de pintores españoles desde los siglos XIV hasta el XIX que incluyen maestros como Goya, Zurbarán, Velázquez, Murillo o El Greco, entre otros.

“Lo plantemos como exposición cambiante para que se vayan resaltando las obras de mayor interés expositivo”, detalla Elena mientras muestra la impresionante galería, de la que también pueden disfrutar los visitantes. Muchos de los que allí acuden piensan tan solo en descubrir las entrañas de una bodega histórica, pero su sorpresa llega cuando, antes de comenzar la degustación, se les invita a visitar el tesoro artístico. Helena reconoce que el camino no ha sido sencillo, que ha habido mucho sufrimiento, pero que ahora, cuando ve lo que ha conseguido, no puede sentir más que satisfacción tras haber conseguido hacer su sueño, y el de su familia, realidad.