Viajes
¿Quién le diría a Sancho Ramírez que su castillo brillaría en Hollywood?
El Castillo de Loarre está conservado en tan buen estado que ha sido utilizado, no solo para defender a Aragón de sus agresores, sino también en películas estadounidenses
Lo reconocimos detrás de una máscara de efectos especiales. En la película El Reino de los Cielos, cuando los de Hollywood señalaban una curiosa estructura hecha a ordenador y luego decían que aquello era, prepárate para la broma, los cachondos señalaban el castillo de Loarre y decían que era la ciudad de Karak en la época de las cruzadas. Con dos paracetamoles. Oiga y que el castillo de Karak también mola mogollón. Pero no cojas tú ahora, listillo americano, y le vayas a un tipo de Huesca a decirle que Loarre está en Jordania, así, con banda sonora y efectos de sonido, porque la broma no tiene ninguna gracia para los oscenses de hoy ni para los frailes agustinos que vivían allí porque así lo estipuló un rey que hubo en el siglo XI. Pero ya llegaremos a eso. Por el momento lo reconocimos en la película protagonizada por Orlando Bloom.
La versión original
El original, sin maquillar en su reducto de las Hoyas de Huelva, no saldrá tan guapo en las películas pero es tan veterano que probablemente sea el castillo asesor del filme, no sé si me explico, digo que esos muros que ahora toquetean tus críos han tragado aceite hirviendo durante la aparatosa derrota del Conde Urgel, plomo de esos franceses, acero de Alá... y seguro que algún que otro mordisco más de piedras de catapultas o ballestas o lo que demonios sea. Si sorteamos la entrada en la Iglesia de San Pedro de Loarre y miramos a nuestro alrededor, como sorprendidos porque la única decoración en toda la estancia es un sencillo crucifijo en el altar, debemos saber que no estamos visitando una Iglesia cualquiera, si eso puede decirse. La Iglesia de San Pedro de Loarre es, en conjunto con la Catedral de Jaca y el monasterio de San Juan de Peña, uno de los tres centros religiosos más importantes del reino de Aragón durante el reinado de Sancho Ramírez. Fue precisamente entonces cuando vinieron los agustinos (¡ya hemos llegado, qué rápido!). Los tres templos merecen la pena pero, si ya estamos en Loarre, lo mejor será visitar primero esta iglesia magnífica y luego los otros dos, que tampoco tenemos todo el día.
Ahora llegamos a Loarre en diciembre de 2021, una vez nos hemos desprendido de otras realidades del castillo. En este momento Loarre es tan real como la pared que tengamos delante, si coges y posas la mano en la pared y empujas con todas tus fuerzas, pues ese nivel de realidad inamovible es el que vivimos ahora en Loarre. Hace falta ascender una carreterita ensortijada que debe ser la versión contemporánea del camino que subían los soldados, monjes, campesinos, reyes, borricos... Estos saltos de uno a otro escenario se vuelven sencillos gracias al excelente estado en que se encuentra el castillo. Si a esto le sumas su paisaje, de una naturaleza revoltosa donde las hojas de los pinos se erizan y los encinares juegan a ser mariposas mortíferas, entonces el castillo de Loarre parece haberse encasquetado en su peña y que esa peña será un tipo de portal inmune al tiempo, algo así. Los días que ondea la bandera de Aragón en su torre de homenaje no hace falta inventar nada. Los hombrecillos y mujercillas del medievo ya nos están esperando allí. Cruzamos las murallas y nos hacemos inmunes al tiempo nosotros también.
El interior de la fortaleza es un intrincado laberinto. Parece que el laberinto vuelve física esta desaparición del tiempo, como si el tiempo suspendido fuera precisamente un dédalo donde los minutos corretean angustiados sin escapatoria, o mejor, parece que el truco aquí es perdernos en el laberinto de Loarre porque, mientras estemos aquí, nunca envejeceremos. Desvaríos de un tipo que sigue perdido en ese laberinto. Ven y búscame. Ya pasé de largo el Mirador de la reina que Sancho Ramírez ordenó construir para su segunda mujer (se piensa que a la primera la repudió) y me entretuve con las vistas que tienen allí. Y ya piérdete tú también en los recintos y los diferentes paisajes que ofrece cada esquina con agujeros, te deseo de todo corazón que tengas suerte en tu aventura y que no puedas salir de allí. Organizaremos una merendola si nos vemos.
Otras zonas de interés
El interés turístico de Loarre sobrepasa los muros del castillo, incluso supera una serie de misteriosas marcas (triángulos y rectángulos rellenos de puntitos) talladas en su piedra. Por ejemplo si buscamos en Internet los mallos de Riglos, comprenderemos un poco mejor la fantasía medieval que decía que el mundo lo habitaron los gigantes antes que nosotros. Los mallos se asemejan las ruinas de una civilización desaparecida de titanes, sin duda, y contienen el poder para hacernos sentir muy chiquititos al pasar junto a ellos por la A-132. Es posible que durante nuestra visita a Hoyos de Huesca nos zambullamos en este batiburrillo de posibilidades entre tantos mundos diferentes, que nos confundamos, que titubeemos sobre el siguiente paso a dar antes de decidirnos por el mundo más accesible.
Las ruinas del castillo de Marcuello (ubicado a 12 kilómetros de Loarre) se resisten al olvido con una cabezonería extraordinaria, nos invitan a recordar a nosotros también. ¿Recordar el qué? Lo que sea, cualquier cosa que hayamos olvidado, lo que sea. En ocasiones como esta, el mero acto de recordar supera el contenido de nuestro recuerdo.
El embalse de La Sotonera puede ser el destino ideal para los amantes de la naturaleza, o quizá un paseíto junto al caudal del río Gállego. O puede que la mejor opción sea echar a caminar desde la puerta de Loarre, con los ojos bien abiertos y la voluntad finalmente mutilada, quizá la manera adecuada de aproximarnos a esta comarca sea limitándonos a seguir las corrientes de viento y resbalarnos a la vez por los estrechos pasadizos de roca, por qué no, en ocasiones compensa dejarse llevar por los caprichos. En cualquier caso ya lo sabes, estás más que avisado. En Loarre te introducirás en una multitud de mundos diferentes: el mundo de las películas, otro que resiste al tiempo, el mundo de los gigantes; en definitiva, cualquier mundo que nosotros escojamos para vivir esta fantástica aventurita en Hoyos de Huesca.
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