Viajes

Hong Kong, más cerca y más verde

Tras las restricciones pandémicas, la cosmopolita ciudad china queda de nuevo a una noche de distancia de Madrid

Vista a la bahía desde el Marco Polo Hong Kong Hotel
Vista a la bahía desde el Marco Polo Hong Kong HotelLa Razón

Se acabaron las restricciones pandémicas y Hong Kong, la ex colonia británica bulliciosa y colorista, henchida de almas y rascacielos, vuelve a estar a una noche de distancia de Madrid. La recuperación del vuelo directo de Cathay Pacific, una de las mejores compañías aéreas del mundo asociada a Iberia dentro de One World, permite pasar una cómoda estancia de cuatro días o una semana, y alojarse, por ejemplo, en el lujoso y asequible Marco Polo Hongkong, hotel de acentuada personalidad cantonesa, en pleno Canton Rd, centro-centro Kowloon, asomado a la Bahía y cerca de cuanto hay que visitar a pie, en bicicleta, metro o autobús. Cualquier opción es buena para entregarse a esta urbe vertical de identidad china pero inglesa, capitalista y tardo-comunista, despierta 24 horas, envuelta en un auténtico enjambre de puentes, túneles y grúas, pero rodeada de verde.

Es atractivo pasar unos días en Hong Kong desafiando el alarmismo covidiano, que una vez en la ciudad no se detecta por ningún lado. Sin rastro de pandemia ni incómodas restricciones aeroportuarias, lo contrario a lo que entona la narrativa occidental, sí que perviven las mascarillas. Eran habituales antes de la Covid, pues es la forma en que los locales sortean la polución, y circulan por todas partes en formas insospechadas, si bien desaparecen en restaurantes o pubs, abiertos hasta entrada la noche. O hasta la madrugada, cuando triunfa la música europea en inglés cantada, el regetton latino o el jazz americano.

Es Hong Kong una urbe plena, sin fronteras culturales ni confinamientos espirituales, con más zonas verdes de lo que cualquiera puede imaginar. Toma fuerza el turismo ecológico con los famosos parques Wesland Park y el Global Geopark, aunque aquí es obligado visitar un templo, comprar sándalo y encenderlo en su interior para pedir deseos. Aseguran que siempre se cumplen. También dicen que no hay que pedir nunca nada vinculado al número 4 ni tan siquiera pensar en él. No hay 4 en los ascensores y tampoco un muchos de los miles de edificios que se agolpan uno tras otro en calles sucesivas, barrio a barrio, desafiando al cielo. Rascacielos de 30, 40, 60, 80, 100 plantas o más. Edificios “feng shui” que por la noche estallan en neones de luminosidad, como parte indisociable de su personalidad urbana. HK no puede expandirse en horizontal, para preservar sus magníficas zonas verdes, y crece sólo hacía arriba. Si el sky-line de Shanghay es espectacular, el de esta ciudad milenaria es interminable, absorbente, agotador. No tiene fin y nunca acaba de sorprender a quienes piensan que no hay más sky-line que el de Mannhatan.

Tiene Hong Kong a sus espaldas mucho más que 150 años de historia británica. Siempre fue china y así son sus calles, comercios, comida y costumbres. Aderezado todo con el ronco graznido de los motores diésel de los coches caros de las bulliciosas calles con viandantes chinos, turistas japoneses, empleados coreanos, obreros asiáticos, ejecutivos europeos. Una babel de lenguas donde el cantonés se impone al mandarín y el inglés a lo demás.

Hay en HK atracciones para aburrirse. Con niños, Disney. Las imitaciones son perfectas. Recorrer uno o varios mercados es obligatorio. La comida colgante de pollos, mariscos, pescados y bichos en general no deja de sorprender a cualquiera. Desayunar, comer o cenar noodles acaba siendo un vicio para calentar el invierno. Pero sobre todo los dim-sum, especialidad que ponen recién hechos en cualquiera de las miles de casas de comida que abundan por doquier. También en los restaurantes más caros de los hoteles internacionales y en la isla, el quinto centro financiero más importante del mundo.

Para conocer la ciudad al detalle lo mejor es un tour privado con un lugareño. Con él puedes visitar sus frondosos parques, pero también el teleférico Ngong Ping, el Observatorio Sky 100, la cascada Tai Mo, una excursión a la ciudad de Shenzhen, un tour por el Skay Pass o contemplar el atardecer en Lion Rock. E ir y volver en el día a Macao en helicóptero, para después cenar temprano y descansar en una de las espaciosas y cómodas habitaciones del Marco Polo Hongkong Hotel, inmejorable en ubicación, servicio y calidad-precio. Su desayuno es exótico, de impecable presentación. El buffet variado. Las habitaciones amplias, insonorizadas, camas grandes, baño esmerado. Destacan sus espaciosos ventanales de lindas vistas a la bahía, todo un espectáculo tanto de noche como al amanecer. Tiene el hotel un bar ideal para tomarse un respiro, y en su tercer piso una entrada directa a un shopping center de primerísimo nivel. Queda muy cerca del metro y también del muelle, ideal este último para pasear al anochecer y contemplar el sky-line iluminado. Aún a esas horas se pueden visitar decenas de tiendas pequeñas, abiertas hasta entrada la madrugada.

A la vuelta Madrid, quienes tienen la suerte de viajar en primera son recompensados con una espera apacible en la sala Premium de Cathay Pacific. También se puede acceder a ella pagando un extra de 50 euros. De las mejores de su categoría. Un auténtico espectáculo. Merece la pena

El sky-line de Hong Kong, visto desde uno de los restaurantes del Hotel Marco Polo
El sky-line de Hong Kong, visto desde uno de los restaurantes del Hotel Marco PoloLa Razón