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Hotel Alfonso XIII: historia, arte y lujo en el corazón de Sevilla
Alojarse en el Hotel Alfonso XIII es sumergirse en una Sevilla refinada, culta y hospitalaria; entender que el verdadero lujo no está en la ostentación, sino en la capacidad de emocionar. Y eso, este hotel lo consigue desde hace casi un siglo

Ubicado en el corazón monumental de Sevilla, el Hotel Alfonso XIII no es simplemente un lugar donde alojarse: es, en sí mismo, una experiencia viva de historia, arte y elegancia. Desde su inauguración en 1928, este icono arquitectónico ha sido testigo y protagonista de casi un siglo de vida social, cultural y diplomática en la capital andaluza. Nacido del deseo del rey Alfonso XIII de dotar a la ciudad de un hotel que estuviera a la altura de los más grandes del mundo, el edificio no tardó en consolidarse como símbolo de la sofisticación sevillana, una joya en la que confluyen la tradición y el lujo.

El Alfonso XIII fue concebido con una misión concreta: alojar a los ilustres visitantes que asistirían a la Exposición Iberoamericana de 1929. Para ello, se eligió un solar con historia propia —antiguamente perteneciente al Palacio de San Telmo— y se confió su diseño al arquitecto sevillano José Espiau Muñoz, quien dio forma a una construcción ecléctica y seductora, anclada en el estilo regionalista andaluz. Esta corriente arquitectónica, que floreció a principios del siglo XX, se manifiesta en los arcos, patios, azulejos y celosías que decoran el edificio, y que conectan inmediatamente al visitante con el alma de la ciudad.

El resultado fue un hotel que no escatimó en lujo ni en detalles, y cuya construcción costó cerca de cuatro millones de pesetas, una décima parte del presupuesto total de la Exposición. Desde el primer día, su Salón Real se convirtió en el epicentro de la vida social sevillana. En él se han celebrado cenas de gala, bailes de época, recepciones diplomáticas y bodas memorables. Hoy, casi cien años después, ese mismo salón, restaurado para conservar sus molduras originales, lámparas de Bohemia y artesonados de ensueño, sigue siendo uno de los espacios más codiciados de la ciudad para grandes eventos.
El Hotel Alfonso XIII, sin embargo, no se ha dormido en su legado. Lejos de quedarse anclado en la nostalgia, ha sabido evolucionar. En 2012, tras una profunda renovación llevada a cabo por el estudio londinense HBA, reabrió sus puertas con una nueva propuesta que respeta su herencia romántica pero introduce estándares contemporáneos de confort, sostenibilidad y tecnología. Esta dualidad entre lo antiguo y lo moderno es quizá uno de los secretos de su permanencia en la cima de la hospitalidad internacional.

Un Marriott legendario
Hoy forma parte de The Luxury Collection de Marriott, junto a hoteles legendarios como el Gritti Palace de Venecia o el Príncipe de Gales en París. Y como ellos, no solo ofrece habitaciones: ofrece una atmósfera. Con 148 estancias, de las cuales 22 son suites, el Alfonso XIII propone al huésped un viaje a través de tres estilos decorativos que reflejan la diversidad cultural española: el andaluz, con cabeceros de cuero y herrajes metálicos; el morisco, rico en yeserías arabescas y referencias mudéjares; y el castellano, de líneas más sobrias pero igual de elegantes, donde destaca la madera tallada y el cristal de Murano.

Las suites son, naturalmente, un mundo aparte. En especial la Suite Real, un espacio de 200 metros cuadrados que conserva mobiliario original de 1928 y en cuyo comedor aún reluce un bargueño incrustado en nácar, regalo del Aga Khan. Esta suite no ha sido refugio solo de miembros de la realeza como la condesa de Barcelona —madre del rey Juan Carlos I—, sino también de estrellas del cine y figuras históricas: Sofía Loren, Diana de Gales, Tom Cruise, Madonna o Gorbachov han pasado por aquí. Igualmente encantadora es la Suite Reales Alcázares, cuya ubicación privilegiada frente a los jardines medievales del palacio homónimo le otorga una carga poética difícil de igualar. No es extraño que sobre ella planee una leyenda de amor entre Pedro el Cruel y María de Padilla: hay habitaciones que parecen estar hechas para inspirar relatos.
Pero el Alfonso XIII es mucho más que sus habitaciones. En su interior se despliegan espacios donde la hospitalidad se convierte en arte. El Restaurante San Fernando, con su patio central rodeado de columnas, ofrece una carta donde conviven los sabores de la tierra —jamón de Jabugo, atún de almadraba— con guiños internacionales y toques contemporáneos. Mientras tanto, Ena Sevilla (homenaje a la reina Victoria Eugenia Julia Ena de Battenberg), un restaurante de espíritu más informal y creativo, propone una reinterpretación moderna de la cocina andaluza, con platos que apuestan por la frescura del producto y una presentación lúdica.
Restaurante Ena
Y es que, entre los rincones que mejor encarnan el diálogo entre lo clásico y lo contemporáneo dentro del Hotel Alfonso XIII, Ena Sevilla destaca como un espacio que ha sabido encontrar su propio lenguaje, tanto en lo gastronómico como en lo sensorial. Desde su apertura en 2014, este restaurante ha ido consolidando una personalidad distintiva: la de una cocina fresca, desinhibida, que respeta las raíces andaluzas sin limitarse a ellas. Su carta es un recorrido lúdico por los sabores del sur, en el que productos de primera calidad se presentan con una estética cuidada y un enfoque moderno. El comensal puede encontrarse, por ejemplo, con unas croquetas cremosas de choco en su tinta acompañadas de alioli de lima; un ajoblanco con sardina ahumada y uvas frescas, o una versión sutil y equilibrada del salmorejo con virutas de jamón ibérico crujiente. Platos aparentemente sencillos que revelan un conocimiento profundo del producto y una voluntad de sorprender sin excesos.
Los segundos combinan técnicas contemporáneas con una base de cocina de mercado: la presa ibérica al carbón con crema de boniato y mojo de cilantro, o el arroz meloso de carrillera y boletus, son ejemplos de un estilo que no pretende reinventar la cocina andaluza, sino refinarla. Las opciones marinas, como el pargo con emulsión de gazpacho y espinacas baby, equilibran la carta con una ligereza muy bien medida. El equipo de sala, siempre atento, propone maridajes en los que se da protagonismo a referencias andaluzas poco habituales en las cartas tradicionales: finos, manzanillas y vinos blancos de zonas como Montilla-Moriles o la Sierra de Málaga conviven con etiquetas más internacionales, componiendo una oferta vinícola tan versátil como el propio menú.
Pero lo que convierte a Ena Sevilla en algo más que un buen restaurante de hotel es su atmósfera: la disposición semicircular de su terraza, abierta al exterior, pero íntimamente ligada a la arquitectura del hotel, crea un espacio excepcional. Con frecuencia, la terraza se llena de música en vivo, desde dúos de jazz hasta guitarristas flamencos que interpretan clásicos con un toque personal. No es raro que los visitantes prolonguen la velada con una copa, dejándose llevar por la cadencia de la música, el rumor de las conversaciones y la magia intangible de una noche sevillana bien diseñada.

Cada rincón, una historia
Por su parte, el Bar Americano, con su atmósfera art decó y su barra interminable de diez metros, es otro de esos espacios que parecen sacados de una película de los años dorados del cine.

No es casualidad: el hotel ha servido de escenario para películas como “Lawrence de Arabia” y “Knight and Day”, o series como “Juego de Tronos”, y sus cócteles rinden homenaje tanto a esos rodajes como a los grandes personajes que han cruzado sus pasillos, algunos de los cuales aparecen en fotos en sus paredes.

Asimismo, más allá de su función como alojamiento, el Hotel Alfonso XIII es un lugar de encuentro. Con nueve salones para eventos —desde reuniones privadas en salones íntimos del sótano hasta grandes celebraciones en el Salón Real—, el hotel ha sido durante décadas el telón de fondo de convenciones, cumbres, galas y encuentros empresariales. Sus espacios, tan diversos como sofisticados, permiten adaptarse a las necesidades de un mundo en constante cambio sin perder el refinamiento que caracteriza a su propuesta.

Cada rincón del Alfonso XIII tiene así una historia, un detalle, una curiosidad que lo conecta con el pasado y lo proyecta hacia el futuro. Desde los azulejos artesanales de Triana y Mensaque que decoran sus muros, hasta los jardines donde aún crecen especies traídas para la Expo del 29 —como el árbol de coral o los aguacateros—, todo en este hotel está impregnado de autenticidad. Incluso los candelabros de cristal de Bohemia, que aún hoy iluminan con su luz cálida el corazón del edificio, recuerdan al viajero que aquí no se viene solo a dormir: se viene a vivir un fragmento de historia.
Ciertamente, ya queda poco para que se cumpla un siglo desde que el edificio, diseñado para que fuera la residencia de los dignatarios internacionales que visitaran la Sevilla de 1929 y que desde hace mucho tiempo dirige el encantador Carlo Suffredini, habituado a un trabajo que implica relaciones diplomáticas del más alto nivel. La idea del monarca era convertirlo en el hotel más fabuloso del continente, y a la vista está que lo logró. Mantiene su extraordinaria elegancia de antaño –hay tours para conocerlo a fondo y hasta tiene un pequeño museo– y está preparado para el viajero con todo lo imaginable y lo deseable, pero sobre todo con el impagable trato, exquisito y cálido, de todos sus grandes profesionales que hacen posible a diario este lugar de ensueño.
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