
Tribuna
Iñaki Collado: "El turismo rural no puede esperar"
"Los incendios no solo destruyen paisajes naturales, también amenazan la supervivencia de cientos de comunidades rurales"

Este verano una vez más, las llamas devoran miles de hectáreas en nuestro país. La imagen es conocida: montes calcinados, humo que oscurece el cielo y brigadas de bomberos, policías, militares y vecinos jugándose la vida para contener un fuego que parece siempre más fuerte. Pero lo que a menudo se nos escapa es que, detrás de cada hectárea perdida, no solo desaparecen árboles o paisajes. Lo que realmente arde es el futuro de miles de familias que viven del turismo rural.
El fuego arrasa mucho más que tierra: se lleva consigo la esperanza de pueblos enteros que dependen de dos meses julio y agosto, para asegurar la supervivencia de todo un año. Una casa rural que necesita llenar sus habitaciones, un restaurante familiar que confía en los comensales de verano, una empresa de turismo activo que diseña sus rutas para esos días clave. Todo puede venirse abajo en cuestión de horas si el humo cubre el horizonte y los visitantes deciden no llegar.
El turismo rural es mucho más que ocio
Tenemos que empezar por entender una verdad incuestionable: el turismo rural no es un extra, no es un entretenimiento secundario frente al sol y playa. Es una pieza esencial de la identidad de España. Es lo que mantiene vivas tradiciones que de otro modo se extinguirían, lo que protege paisajes frente al abandono, lo que fija población en territorios cada vez más despoblados.Cuando elegimos viajar a un pequeño pueblo, estamos contribuyendo a que un bar siga abriendo, a que una escuela no cierre por falta de niños, a que un agricultor encuentre salida para sus productos, a que un joven decida quedarse en lugar de emigrar a la ciudad. El turismo rural no es solo economía: es vida, es cohesión social, es identidad cultural, es mucho más que un folleto de FITUR.
Tres argumentos para actuar ya
Primero, porque el calendario manda. Para muchísimos pueblos, el mes de agosto decide si sobreviven o si caen en la ruina. Una temporada buena significa un respiro; una temporada marcada por el fuego significa el abismo.Segundo, porque el impacto del fuego va mucho más allá del terreno quemado. Cuando el entorno desaparece, cuando la naturaleza tarda años en regenerarse, los visitantes dejan de venir. Y sin visitantes no hay ingresos, sin ingresos no hay empleo, y sin empleo el pueblo se vacía, las comarcas se resienten, todo pierde valor.
Tercero, porque el turismo rural encarna valores que hoy el mundo demanda con urgencia: sostenibilidad, desconexión, autenticidad. El viajero actual busca experiencias que le acerquen a lo real, que le permitan conectar con la naturaleza y con las raíces culturales. Y España tiene en su turismo rural un tesoro para responder a esa necesidad.
La Mesa del Turismo está en cada pueblo
La Mesa del Turismo no es solo una institución que defiende grandes cifras y estrategias globales. Está, también, junto a cada pequeña empresa familiar que abre sus puertas en agosto, junto a cada casa rural que depende de unas reservas para sobrevivir, junto a cada agricultor que ve cómo sus productos llegan a la mesa gracias a un turismo sostenible y solidario.Y lo está con una convicción clara: la necesidad de descentralizar el turismo en España. Porque seis comunidades (Cataluña, Madrid, Andalucía, Comunidad Valenciana, Baleares y Canarias) concentran más del 90 % del turismo internacional, mientras que el resto del país apenas recibe 9,2 millones de visitantes. Esa brecha no solo refleja desequilibrios económicos, sino también un riesgo: que millones de viajeros pasen por España sin descubrir el latido de sus pueblos, la riqueza de sus paisajes interiores y la autenticidad de sus gentes.
Por eso, Juan Molas como presidente de la Mesa, ha marcado con firmeza la descentralización como línea estratégica. No se trata solo de aliviar la presión sobre destinos saturados, sino de impulsar el desarrollo en territorios rurales y en la llamada “España vaciada”, donde cada viajero cuenta y cada euro gastado se multiplica en la economía local.
El turismo rural no es un actor secundario: es el hilo invisible que conecta territorio, gastronomía, cultura y economía local. Y cuando se apoya a esos pequeños héroes cotidianos, se está sosteniendo el futuro de todo un país.
Dos emociones que nos mueven
Hay dos emociones que nos mueven. La primera es la indignación. Porque no puede ser que cada año repitamos las mismas imágenes de montes calcinados, las mismas promesas vacías, el mismo olvido institucional cuando se apaga el último rescoldo. No puede ser que dejemos que familias enteras se enfrenten solas al impacto económico y emocional de ver desaparecer lo que les da de comer.La segunda es la esperanza. Porque hay otra cara del turismo rural: la de los viajeros que deciden apoyar con su presencia, la de las administraciones que entienden que invertir en turismo rural es invertir en el futuro del país, la de las comunidades que se organizan para ofrecer experiencias únicas y auténticas. La esperanza está ahí, y solo falta convertirla en compromiso.
Un mensaje claro: defender el turismo rural es defender nuestra cultura y nuestra identidad.
No podemos seguir esperando. No podemos resignarnos a mirar a otro lado cada septiembre, cuando las llamas ya son historia y el tema desaparece de los titulares. Hace falta un plan de apoyo real, decidido y ambicioso. Un plan que ayude a los pequeños empresarios del medio rural a resistir, a adaptarse, a reconstruir cuando todo parece perdido.
Ese plan debe incluir financiación para recuperar lo perdido, formación para innovar en la oferta, promoción para atraer visitantes y, sobre todo, un reconocimiento político y social de que el turismo rural es estratégico. Porque lo es: sin turismo rural, España pierde diversidad, pierde equilibrio territorial, pierde identidad.
Pero el compromiso no puede ser solo institucional. También tiene que ser personal. Cada uno de nosotros, como viajeros, tenemos el poder de marcar la diferencia. Cuando elegimos pasar unos días en un pueblo, estamos apoyando a toda una comunidad. Cuando decidimos alojarnos en una casa rural, comer en un restaurante familiar o participar en una ruta guiada por gente del lugar, estamos invirtiendo en que ese pueblo siga existiendo.
El futuro está en nuestras manos
España no se entiende sin sus pueblos. No se entiende sin esos paisajes que parecen postales, sin esas plazas donde todavía se conversa al atardecer, sin esas fiestas patronales que guardan siglos de historia. No se entiende sin la autenticidad de la vida rural.El fuego se extinguirá, sí. Pero lo que no podemos permitir es que, cuando el humo se disipe, no quede nada a lo que volver. El turismo rural no puede esperar más. Necesita apoyo, necesita visibilidad, necesita viajeros que entiendan que elegirlo es mucho más que una escapada: es un acto de solidaridad con el país entero.
Hoy, más que nunca, apoyar el turismo rural es salvar el alma de España.
Iñaki Collado es presidente de I de MICE
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