Viajes

Recife, el secreto mejor guardado del nordeste brasileño

Una vibrante capital donde la modernidad y las huellas del pasado se dan la mano

Olinda Recife Pernambuco Brasil
A solo 7 kilómetros al norte de Recife se encuentra Olinda, una preciosa ciudad declarada Patrimonio Histórico y Cultural de la HumanidadDreamstime

Anidada en la costa noreste, con sus canales, puentes y ríos Recife evoca a Venecia y enamora desde el primer minuto. Se caracteriza por su armonioso contraste entre monumentos históricos y modernas construcciones. Esta es una ciudad donde historia, cultura y una energía contagiosa se entremezclan con una naturalidad que resulta, simplemente, cautivadora.

En pleno auge del otoño en Brasil, es un buen momento para ir preparando un viaje a Recife, especialmente pensando en junio, y es que durante ese mes se celebran las famosas Fiestas Juninas, una celebración que honra las raíces rurales del nordeste brasileño, trayendo consigo música, bailes, comida y una atmósfera única que hace que visitar esta región se convierta en algo más que un viaje.

Durante esta fiesta, la música brasileña del forró anima cada rincón; las quadrilhas, bailes en pareja, contagian de alegría a los presentes; las hogueras simbolizan la luz y el calor, y los fuegos artificiales llenan el cielo nocturno de color. La gastronomía es, también, protagonista indiscutible, con delicias como la pamonha, el curau o la bebida del quentão. Por otro lado, incluso al margen de sus festividades, sus atractivos permanentes ya justifican por sí solos que Recife esté en la agenda de cualquier viajero.

Una ciudad creativa y cultural

Explorar la capital del estado de Pernambuco es dejarse llevar por una urbe que se mueve entre aires coloniales y contemporáneos, entre lo relajado y lo efervescente. Su centro histórico, ubicado en una de sus islas y conocido como Recife Antigo, es el mejor punto de partida para descubrir esta sorprendente combinación. Aquí se concentran algunas de las joyas arquitectónicas más valiosas de la ciudad, como el Paço do Frevo, un museo vivo dedicado a este ritmo musical declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, o la Torre Malakoff, un antiguo observatorio que hoy acoge exposiciones y eventos culturales centrados en la música y la fotografía.

A unos pasos, la bonita Praça do Marco Zero actúa como corazón simbólico de Recife. Desde allí se obtiene una de las postales más icónicas e instagrameables de la ciudad: el conjunto de esculturas del artista Francisco Brennand, desplegadas frente a la inmensidad del océano Atlántico. Precisamente, Brennand, uno de los grandes referentes culturales de Pernambuco, cuenta también con un espacio propio: la Oficina Brennand. Aquí se percibe la influencia de artistas como Picasso, Miró y Gaudí; desde su espectacular jardín, embellecido con cientos de sus piezas escultóricas, hasta las salas del propio museo, todo invita a dejarse llevar por el universo onírico y exuberante del genio creativo.

Merece también una visita el Instituto Ricardo Brennand. Este museo, pese a ser desconocido incluso para muchos brasileños, es una de las mejores galerías artísticas del país. Enclavado en un castillo con influencias de arquitectura medieval y gótica, sobresale por su colección de armas y armaduras de diferentes épocas y países, así como por su biblioteca y por las réplicas de obras maestras como el «Pensador» de Rodin y el «David» de Miguel Ángel.

Recife se mueve entre aires coloniales y contemporáneos
Recife se mueve entre aires coloniales y contemporáneosPexels

La Sinagoga Kahal Zur Israel es una parada tan sorprendente como fascinante, la primera sinagoga de América. Restaurada y abierta al público como centro cultural y museo, permite asomarse a la vida de la comunidad judía que se asentó aquí en el siglo XVII, cuando Recife estuvo bajo dominio holandés. El edificio es pequeño pero lleno de historia, y aporta una perspectiva diferente sobre la diversidad religiosa y cultural de la ciudad.

Pero Recife también es playa. Boa Viagem, con su extenso litoral bordeado de cocoteros y su paseo marítimo siempre animado, es el lugar ideal para relajarse después de un día de visitas. Aunque el calendario marque otoño, las temperaturas siguen siendo agradables y los días despejados permiten disfrutar aún más de largos paseos junto al mar. Eso sí, mejor hacerlo desde la arena: aunque sus aguas sean cristalinas, es zona de tiburones, por lo que el baño está limitado en muchas áreas. Aun así, el entorno invita a caminar sin prisa, detenerse en sus quioscos o simplemente observar la vida cotidiana de la ciudad en movimiento.

De excursión a Olinda

A tan solo 7 kilómetros al norte de Recife, se encuentra uno de esos lugares que parecen salidos de un lienzo: Olinda, Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Si Recife es vibrante y moderna, Olinda es el complemento perfecto, y es que esta pequeña ciudad costera fundada en el siglo XVI ha sabido conservar su esencia colonial entre calles empedradas, casas pintadas de mil colores y conventos centenarios que asoman entre la vegetación tropical.

Caminar por Olinda es dejarse llevar sin prisa. Arriba del Alto da Sé, los miradores regalan una de las panorámicas más memorables del viaje: tejados coloniales que se despliegan como un tapiz hasta encontrarse con el azul del Atlántico. Ver el océano desde aquí invita a la serenidad más absoluta, a detenerse sin mirar el reloj, a dejar que los minutos, y hasta las horas, se pasen contemplando el vaivén del agua abrazando la costa.

La experiencia continúa recorriendo callejuelas empedradas que conducen a pequeños talleres de arte, tiendas con encanto y cafés que parecen sacados de otro tiempo, donde el ritmo de la vida se vuelve más lento, más calmado y profundamente sereno.

Sí, Recife y Olinda son un combo perfecto para una conexión genuina con un Brasil menos explorado. Dejarse atrapar por su magnetismo y viajar a la autenticidad de estos dos rincones del nordeste brasileño es una bonita experiencia, de esos destinos que dejan huella.