Coronavirus

Las pestes

Llegaron de Asia. Las antiguas y la nueva. Aquellas por la Ruta de la Seda, siempre el trasiego humano; la nueva, de la China sobre la globalización trashumante.

Una mujer se protege del coronavirus con una mascarilla, hoy en China
Una mujer se protege del coronavirus con una mascarilla, hoy en ChinaAndy WongAP

Llegaron de Asia. Las antiguas y la nueva. Aquellas por la Ruta de la Seda, siempre el trasiego humano; la nueva, de la China sobre la globalización trashumante. La primera de la que se tiene noticia, invadió Europa desde Italia, donde el comercio con China era próspero, desde los romanos. De 1347/1351, dejó muertos a 24 millones de europeos occidentales. En España penetró aquella peste por Cataluña, conectada con Génova. Un médico catalán de esa época, Jaume d’Agramont, explicó a las autoridades de Lérida la naturaleza de la epidemia: ‘Es una epidemia o pestilencia y mortandad de gentes’. Fijó dos clases: la natural y la moral. Recomendó no tirar basura orgánica o animales muertos dentro de las ciudades y quemar todo lo que se presumiera infectado, incluido los cadáveres, lejos de las villas.

Aquellos contagios aparecían en primavera favorecidos por las temperaturas suaves y la humedad y bajaban al llegar el verano. Atacaban a la población más pobre, donde la higiene era menor y usual convivir con animales domésticos, además de una alimentación deficiente. El siglo XVI fue azotado por pestes recurrentes sin respetar provincias de la costa Mediterránea o del interior. No escapó a la crónica literaria de la época. Mateo Alemán, dejó en el ‘Guzmán de Alfarache’: ‘Líbrete Dios de la enfermedad que baja de Castilla y del hambre que sube de Andalucía’.

Felipe II, a finales del XVI, encargó a su médico personal, Luis de Mercado, que investigara y dejara por escrito las causas y remedios de la enfermedad. El galeno recomendó una prevención colectiva, así como impedir la entrada en las ciudades de toda persona procedente de lugares apestados. Asimismo, indicó incrementar la limpieza de las calles, sin dejar aguas encharcadas. Aislar a los enfermos: A los pobres, ubicarlos en casas fuera de la ciudad; a los ricos encerrarlos en sus hogares sin comunicación exterior. Ningún viajero de zonas infectadas era admitido en casas particulares, posadas o mesones. Los infractores se arriesgaban a pena de muerte y confiscación de sus bienes.

No fue hasta 1894, cuando se descubrió el bacilo de la peste: Una enfermedad animal originada por ratas y pulgas, que infectan a los seres humanos con muerte segura en cuestión de una semana. Seis de cada diez contagiados morían en aquellos días. Esas pestes fueron la pandemia con más muertes contabilizadas en la historia europea. Muy por encima de la mal llamada ‘gripe española’ de 1918, que arrasó con 50 millones de personas en el mundo.

Cualquier coincidencia con el virus chino actual es evidente, sobre el origen animal, antes y hoy, y precauciones similares. Ahora que ha invadido el mundo con su secuela de gravedad, y pese al avance puntero de la ciencia médica, ha puesto al planeta cabeza abajo y descalabrado la economía global. Haber leído a esos médicos de siglos pasados habría alertado sobre cómo actuar más a tiempo. España está en estado de sitio, pese al eficiente sistema sanitario español que está colapsado.