Entrevista

Asenjo: «No tengo miedo a la contestación por las inmatriculaciones»

El arzobispo de Sevilla confía en que la «Ley Celaá» se modifique ante la «marginación» de la asignatura de religión

El arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo
El arzobispo de Sevilla, Juan José AsenjoKiko HurtadoLa Razón

Pese a sus graves problemas de visión, el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, afronta el final de su pontificado con entereza sin esquivar ningún tema polémico que afecte a la Iglesia, como la controvertida «Ley Celaá» o el envío al Congreso del listado de bienes eclesiásticos inmatriculados entre 1998 y 2015.

¿Cómo se encuentra?

Mi estado general es bueno. He perdido el ojo derecho y conservo solo el 20 por ciento del izquierdo. Tengo muchas limitaciones pero me manejo bien. Cumplo con mi deber con dificultades.

En octubre envió su carta de renuncia al Papa y en diciembre pidió que se acelerara su relevo. ¿Por qué se está demorando tanto la designación de su sucesor?

Los procesos de nombramientos son muy largos. Consultan a muchas personas, el expediente lo elabora la Nunciatura y tiene que ir a Roma. Son muchos trámites y no creo que mi sustitución se haga efectiva antes de Semana Santa.

Hagamos balance. Durante su etapa en Sevilla puso en marcha el seminario menor, abrió cinco centros de orientación familiar, un centro diocesano de empleo en Palmete y recientemente inauguró la Facultad de Teología. ¿Con qué obra se siente más satisfecho?

Con todo lo relacionado con el seminario y la formación, en concreto la Facultad de Teología. Sevilla la merecía porque cumplía las condiciones establecidas. La conseguimos en un tiempo excepcionalmente corto: ocho meses. Teníamos un edificio espléndido y moderno, una biblioteca que va a llegar a los 100.000 ejemplares, teníamos profesorado suficiente, cerca de 30 doctores, y suficiencia económica. Gracias a Dios lo conseguimos.

La pandemia ha alterado muchos aspectos de nuestra vida diaria. También está afectando a la Iglesia, con la reducción de los aforos en las misas y multiplicando su ayuda a los necesitados. ¿Cómo está respondiendo a estos cambios?

De forma ejemplar. Es verdad que ha disminuido la participación presencial de los cristianos en las celebraciones litúrgicas. Se han multiplicado las misas en las televisiones. Cuando termine la pandemia habrá que volver a las iglesias. No es lo mismo participar individualmente a través de la televisión que formar comunidad. Por lo que respecta a los pobres, estamos haciendo lo que está en nuestras manos. No somos todopoderosos, pero estoy orgulloso de la respuesta que está dando la Iglesia diocesana en su servicio a los pobres y a los que sufren, que son legión como consecuencia de la crisis económica derivada de la pandemia.

El proceso de vacunación está siendo lento. Se han dado casos de cargos públicos e incluso obispos que se han saltado la programación establecida.

No tengo información especial de las motivaciones de estos hermanos míos para vacunarse prematuramente. No puedo opinar. Sí quiero decir que nosotros tenemos que observar las normas establecidas por las autoridades sanitarias. Habrá que esperar a que nos toque, en el que momento que las autoridades lo señalen.

El Gobierno ha enviado al Congreso el listado de bienes inmatriculados por la Iglesia durante dos décadas. ¿Teme algún tipo de reclamación?

Estas inmatriculaciones se hicieron legalmente porque había una ley que nos amparaba, dictada por el Gobierno de Aznar, modificando la ley hipotecaria. La Iglesia aprovechó e inmatriculó un sinnúmero grandísimo de edificios religiosos, casas parroquiales, seminarios, palacios episcopales, cementerios y lugares de caridad y de asistencia social. Yo personalmente no tengo miedo porque creo que todos los bienes que hemos inmatriculados son propiedad de la Iglesia católica. No tengo miedo a la contestación por las inmatriculaciones. Hemos actuado legalmente, hemos observado las leyes de la justicia y la equidad. Si en algún momento nos hemos equivocado, hemos dado marcha atrás. No hemos tenido inconveniente en reconocer que un determinado bien no era nuestro. No tenemos un afán de poseer.

Recientemente el Congreso aprobó la controvertida «Ley Celaá» con una fuerte oposición de los colegios concertados. ¿Está en peligro este modelo educativo?

Confío en que la ley no sea eterna y que pueda sufrir modificaciones. Parece ser que en Andalucía hay voluntad de reducir los aspectos negativos de la norma en lo que respecta a los conciertos y a la relaciones con la enseñanza concertada. Me parece grave la marginación de la asignatura de religión. Pido que se respete el derecho de los padres, que es un precepto constitucional recogido también en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Dijo que, cuando llegó a Sevilla, tuvo unos comienzos «viscosos», especialmente en su relación con las cofradías. ¿Las ha entendido y ellas han comprendido al arzobispo?

Creo que las he entendido. Las entendía antes, no partía de cero. Se llegó a decir que no amaba a las hermandades ni a Andalucía, cosa que es absolutamente falsa. Amo a Andalucía y a Sevilla, lo contrario sería suicida por mi parte. Un obispo que vive de espaldas a las hermandades es un insensato. Entrañan muchas posibilidades evangelizadoras.