"Méritos e infamias"

La hora de los pelotas

“Será curioso observar cuántos de aquellos quedan aún dispuestos a posicionarse con el proyecto indefendible de la última heredera del banquillo de los ERE”

La secretaria general del PSOE andaluz, Susana Díaz, en la sede regional del partido
La secretaria general del PSOE andaluz, Susana Díaz, en la sede regional del partidoJulio MuñozEFE

Aquella tarde en la calle San Vicente daba gloria ver cómo estaba la sede del PSOE andaluz. Hasta la bandera, en términos taurinos, para agasajar a Susana Díaz. Unos y otras, pero todos colocados en algún organismo público por obra y gracia del carnet, la vitoreaban desde el patio del caserón sevillano. Era 2013, el mundo era otro y se saboreaban aún las mieles del omnipotente partido que repartía y pagaba voluntades para mantener viva la llama del negocio por encima de ideologías y praxis. Con cierta amargura, el verso libre de entonces llegaba cargado con tres caja de avales para tratar de descabalgar a la todopoderosa, pero le faltaron un puñadito de ellos. Me contaba que desde Granada había recogido unos cuantos mientras cerraba el maletero de su coche, aparcado sobre la acera de la calle, sin que nadie del aparato le diera las buenas tardes. Era el alcalde de Jun, que ahora pertenece al equipo de Pedro Sánchez, quien se ganó el respeto de la prensa pero la rechifla de los que le torcieron el gesto cuando lo vieron aparecer como a un extraterrestre. ¡No hay sitio para los aguafiestas y aquí se ha venido a aplaudir, hombre! En nada bajó aquella mujer con júbilo, aplauso e incluso lágrimas del personal subsidiado. El ambiente se parecía al de una secta caribeña ante su líder carismático hasta el punto de que uno de aquellos lacayos con sueldo y chófer de la Junta me plantó dos besos en la cara pensando que era uno más de sus conmilitones. Ahora Susana pide que no haya empujones, que la traten con cariño, que nada de codazos. Sí, sí, claro que sí mi «amol». Sánchez, con un gobierno en tenguerengue, ha levantado la veda para tapar el fiasco de Gabilondo y será curioso observar cuántos de aquellos quedan aún dispuestos a posicionarse con el proyecto indefendible de la última heredera del banquillo de los ERE. Con el agua al cuello y tocando a retirada, va a ser un espectáculo muy edificante contar cuántos aguantarán en la guardia pretoriana de la «máxima autoridad» socialista. Se van a ver escenas, llantos y puños crispados, pero a veces no viene mal probar un poco de tu propia medicina y saber lo que es recibir un empujón a destiempo.