Música
Antoñito Molina: «Primero tengo que prometerme a mí para poder seguir adelante»
El gaditano vive uno de sus mejores momentos sin olvidar sus raíces y fiel a un estilo que no se puede definir
Antoñito Molina roza los 1,1 millones de oyentes mensuales en Spotify. Con más de 20 años de trayectoria, desde que formó parte de El tren de los Sueños en 2006 hasta su carrera en solitario iniciada en 2016, Molina ha recorrido escenario tras escenario colgando carteles de sold out y cruzando fronteras hacia México, Argentina y otros países de Latinoamérica. Emocionó en Icónica Santalucía Sevilla Fest a una Plaza de España abarrotada a la que acudieron más de 14.000 personas y lo volverá a hacer hoy en Torrevieja bajo los focos del tour «Me prometo», una gira que seguirá recorriendo ciudades de toda España hasta diciembre.
Precisamente, durante todo este viaje nació «Me prometo», la canción que da nombre al tour y que se ha convertido ya en un himno personal sobre la importancia de reencontrarse con uno mismo. En una entrevista a La Razón, asegura que es una canción sobre «prometerme a mí y no prometerme a alguien», una declaración honesta que, según explica, comparte con todos sus fans que en algún momento tuvieron que aprender a priorizarse. Molina define este tema como «la canción de mi vida» hasta ahora, cuya letra surgió en un momento de ruptura amorosa. «Cuando uno se queda soltero piensa en Tinder, Instagram y en salir, pero decidí estar conmigo mismo, mudarme a un pisito y pintarlo de blanco para no tener que pensar », reconoce, para dejar claro después que «primero tengo que prometerme a mí para poder seguir adelante».
Y bajo esta premisa, no le está yendo nada mal. A pesar de la evolución de su carrera, reconoce que su inspiración no ha cambiado. «Me inspira lo mismo que hace quince años: la verdad, lo que vivo, los sueños, los palos, la música, los compañeros y todo lo que me rodea», apunta entre algún que otro silencio, añadiendo que, pese a que ahora tiene «36 años y unas pocas canas más», sigue sensibilizándose con «el olor a primavera, a invierno, a puchero en casa de mi madre o mi sobrino».
El gaditano ha transitado un largo camino desde aquellos primeros días en los chiringuitos cuando «cantaba para gente que ni sabía quién iba a tocar ese día». Todo ha sido intenso y muy rápido. Molina afirma que ha vivido en dos años experiencias que «otros tardan diez» en alcanzar. Ha viajado con su guitarra al hombro a países que «solo había imaginado en sueños» como México o Argentina, superando etapas como si se tratase de «un juego en el que voy superando niveles», pero siempre decidido a mantener vivas «esas mariposas en el estómago». Se siente «totalmente agradecido», por lo que insiste en que «lo mínimo que me puede salir cuando me subo al escenario es abrir mi corazón y contarle a la gente lo que siento».
Hoy recuerda esos cambios que fueron transformando su vida hasta dejarle claro que estaba ocurriendo lo imposible, eso que «pensaba que no iba a pasarme nunca». Se refiere al momento en que entendió que sus canciones, aquellas que surgían de su guitarra «medio desafinada», podían «hacer la vida más bonita a la gente», un tipo de felicidad que ya la había experimentado desde joven con El Barrio y Manuel Carrasco o con canciones como «Playas de invierno», de El Barrio; «Amiga mía», de Alejandro Sanz; y «Mi pequeño Manolillo», de Ecos del Rocío.
Este apego a lo cotidiano conecta con su amor declarado por Andalucía, razón por los que algunos catalogan su música de «pop andaluz». Al respecto, Molina afirma que hay «un montón de carnaval en la manera que tengo de escribir y contar las cosas», aunque recuerda que no se considera «ni popero ni lo que llaman flamenquito», un término que considera «algo tan especial» como para minimizarlo o catalogar su estilo. «Me considero un cantautor que cuenta sus propias historias de la manera que puede», declara el artista, que confiesa que «con mi guitarra medio desafinada y con cuatro acordes hago canciones que me salen del alma, por lo que es algo muy difícil de ponerle un nombre».
Por otro lado, el gaditano no oculta su preferencia por la composición frente a la interpretación. «Si me tuviera que quedar con algo, prefiero componer porque para mí es terapéutico y la sensación más bonita del mundo», adelanta, para decir después que en sus inicios cantaba sus propias canciones «porque no tenía nadie que las interpretara», aunque, cuando tenía quince o dieciséis años, soñaba «con componer canciones que luego cantaran Bisbal, Pastora Soler o Malú».
Además de grandes éxitos como «Y te voy a querer» o «Me prometo», una de las novedades que más ha dado que hablar ha sido «Me subo por las paredes», una colaboración junto al argentino Abel Pintos. Se trata de una relación nacida de forma «espontánea y natural, como dos personas que se acaban de conocer y deciden ver qué pasa». Lo cuenta así porque «hoy día las colaboraciones se hacen pensando en los números», algo en lo que él no cree. «Lo conocí en México de promoción, hablamos, café, guitarra, hicimos una canción y salió algo maravilloso», aclara, aunque está «seguro» de que llegarán más.
Antoñito Molina representa la autenticidad del que ha luchado durante años, desde sus humildes inicios hasta los grandes escenarios. Hoy, con una carrera que no deja de avanzar y miles de seguidores, Molina sigue guiándose por dos grandes principios: en la música, por «la verdad»; y en la vida, por –y con– «la familia».