Espacio natural
El Palomar de La Breña, la despensa de las grandes travesías oceánicas
Durante siglos, sus muros abastecieron de carne a las flotas que ponían rumbo a América
A escasos kilómetros de donde un inolvidable 21 de octubre de 1805 tuvo lugar una de las batallas navales más importantes de la historia y, sin lugar a dudas, una de las más dolorosas para la flota española (Trafalgar), la costa de Cádiz atesora uno de sus edificios más emblemáticos, singulares y desconocidos.
Abrigado por una inmensa masa de pinos piñoneros que da vida a uno de los espacios naturales más espectaculares y ricos de la provincia de Cádiz (Parque Natural de La Breña y Marismas de Barbate), el Palomar de La Breña nos recuerda el pasado de un territorio ligado a esas travesías y conquistas transoceánicas que, siglos atrás, hicieron que en el Imperio español nunca se pusiese el sol. Aún en buen estado de conservación, el Palomar de La Breña (siglo XVIII), ubicado en el término municipal de Barbate, en el cortijo La Porquera, desempeñó un papel destacado en aquellas travesías que miraban a «las Américas».
Tanto es así, que se convirtió en la mejor despensa para las flotas que, encomendándose a Dios, se aventuraban en horizontes de mares y océanos que, entonces, parecían infinitos. Y es que en sus altos y anchos muros se criaban las palomas torcaces que, una vez enjauladas, servirían de alimento a las tripulaciones durante la travesía. Era la única forma de la que, tras meses sin tocar tierra, se podía disponer de carne fresca.
Una vez enjauladas, las carretas emprendían el camino por la Breña hacia los puertos más cercanos, aprovisionando a las distintas embarcaciones, las de carácter militar y las comerciales. Tal fue su protagonismo y relevancia, que el Palomar de La Breña, uno de los tres más grandes del continente europeo, llegó a tener hasta siete mil nidos. Hornillas (fabricadas en terracota) en las que, de forma estable, se acomodaban unas 5.000 parejas de palomas torcaces. Ejemplares que cada tres semanas tenían entre uno y dos pichones, por lo que cada mes el Palomar de La Breña podía alcanzar una población de 15.000 individuos.
Con ser importante su papel como despensa, las palomas torcaces del palomar también desempeñaban un papel sustantivo en el abono de los terrenos, ya que sus deyecciones, llamadas «palominas», contienen nitrógeno y ácido fosfórico, lo que favorecía a cultivos tan exigentes como el tabaco o el cáñamo. Asimismo, su estiércol, una vez batido y extendido en el campo en tiempo de lluvias, evitaba que los cultivos se quemaran. Por otra parte, las palomas contribuían a través de su excremento a la producción de salitre destinada a fabricar pólvora para los fusiles. Todo ello sin olvidar el importante papel que desempeñaban las palomas en la mensajería.
Propiedad privada y visitable
Integrado en una propiedad privada que cuenta con restaurante, cafetería y alojamiento, el Palomar de La Breña, que se puede visitar de forma gratuita, es una estructura sin tejado, presidida por un patio central desde el que se distribuyen los anchos y altos (11 metros) muros a través de estrechos pasillos, en los que se localizan los nidos. Cada pasillo está rematado en su parte superior por tejas que hacen funciones de protección, tanto de las lluvias como de potenciales predadores.
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