Medio Ambiente

El confinamiento durante la pandemia propició un 'baby boom' de águilas perdiceras

En 2020 registró el mayor número medio de pollos nacidos por pareja en 31 años

Imagen de un águila perdicera
Imagen de un águila perdiceraEuropa Press

Investigadores de la Universidad de Granada (UGR) han revelado que la ausencia de presencia humana durante la pandemia de la covid-19 impactó en la reproducción de una especie amenazada, el águila perdicera, que en 2020 registró el mayor número medio de pollos nacidos por pareja en 31 años.

Científicos de la UGR han desvelado el impacto real de las actividades humanas en la fauna silvestre amenazada, aprovechando el 'experimento natural' que supuso el confinamiento por covid.

Usando datos de más de 1.200 reproducciones de águilas perdiceras (Aquila fasciata), los autores han encontrado que su reproducción mejoró sustancialmente en 2020. Ese año, el número medio de pollos nacidos por pareja fue el máximo registrado en los 31 años de seguimiento.

Según José María Gil y Marcos Moleón, científicos del Departamento de Zoología de la UGR al frente de este trabajo, "el confinamiento coincidió con etapas críticas de la reproducción: el final del periodo de incubación y todo el tiempo de crecimiento de los pollos en el nido".

"La ausencia de molestias por parte de las personas en las inmediaciones de los lugares de nidificación resultó en una reproducción excepcional para nuestros días, pero que refleja lo que debía ser normal antes de que la presión humana alcanzara los niveles actuales".

La investigación revela que el factor humano supone una amenaza mucho mayor para la reproducción que los elementos naturales, y que las actividades que afectan más negativamente son la caza de perdiz con reclamo y el tráfico.

"La primera de ellas conlleva un alto riesgo de mortalidad por disparos de águilas reproductoras, y de pollos por plumbismo o intoxicación por plomo, mientras que la segunda está relacionada con otras actividades secundarias, como el senderismo o el ciclismo de montaña".

TRES DÉCADAS DE SEGUIMIENTO Y UN CONFINAMIENTO

"Desvelar el impacto real de la presencia humana en la fauna silvestre es complejo, ya que en condiciones normales no existe un punto de referencia sin actividades de las personas con el que poder comparar el alcance frente a otros posibles limitantes naturales, como las condiciones meteorológicas, la competencia con otras especies o la abundancia de presas", indican los autores.

En este estudio, se han usado datos de tres periodos: precovid (1994-2019), covid (2020) y poscovid (2021-2024). Cuando se trata de seres amenazados, los métodos basados en experimentos son a menudo impracticables o directamente suponen un conflicto ético, por lo que hay que utilizar técnicas alternativas.

Este análisis se basa en el seguimiento continuado de la población reproductora de águila perdicera en la provincia de Granada, que los autores iniciaron a comienzos de la década de 1990.

"Desde entonces, año tras año visitamos todos los territorios ocupados y potenciales para estimar parámetros básicos, como el porcentaje de parejas que logran criar pollos y el número de pollos que salen adelante", señala José María Gil Sánchez.

Apenas hay evaluaciones científicas que aprovechen el confinamiento para examinar el impacto humano en la fauna silvestre, especialmente en especies amenazadas y fuera de entornos urbanos, probablemente debido a la falta de labores de campo a largo plazo y a las dificultades de salir a muestrear durante esos días.

En este caso, explican los autores, "el seguimiento fue posible gracias a un permiso especial expedido por la UGR para ir al campo, y al realizado durante la desescalada por parte de todos los miembros del equipo de investigación en la provincia de Granada, en sus respectivos municipios".

CUIDAR AL ÁGUILA PERDICERA

Los resultados describen las principales medidas a implementar para asegurar la conservación del águila perdicera en el sureste ibérico.

En primer lugar, la prohibición de la caza de perdiz con reclamo, una modalidad arraigada culturalmente en áreas del sur de España, "pero que es ilegal según las leyes europeas", subrayan los firmantes del estudio.

En segundo lugar, la regulación y control del acceso de senderistas, visitantes, ciclistas y escaladores en el entorno de los lugares de nidificación, especialmente durante el periodo de reproducción de las águilas, aproximadamente de diciembre a mayo.

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