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Obituario

José Manuel Gómez y Méndez: tipómetros a media asta

Muere a los 75 años el ex decano onubense de la Facultad de Comunicación de Sevilla

José Manuel Gómez y Méndez Universidad de Sevilla

En una Facultad llena de impostores del oficio que engolaban la voz para explicar “la semiótica de los Teletubbies”, José Manuel Gómez y Méndez contaba con la ventaja del tuerto en el país de los ciegos: había pisado un periódico, había mamado los cierres cuando la conciliación no llegaba, siquiera como ahora, a animal mitológico, al fin y al cabo, había ejercido y conocía las verdades del barquero; y se las decía a los alumnos con aire bonachón y bufanda blanca al cuello como si José Luis Cuerda diera clase en la calle Gonzalo Bilbao al Bandido Fendetestas, en el vértice del triángulo de Las Bermudas que conformaba la ahora Facultad de Bellas Artes de Sevilla con “El Guirigay” y “La Parrapa”, en la frontera entre lo temible y lo acogedor, en unos tiempos todavía no sobrepasados de lamentaciones (cuando el estreno de Gran Hermano I parecía el “Show de Truman”).

Gómez y Méndez apenas necesitó un par de máximas para explicar el oficio. “Manchar, manchar”, esto es, “señores, todos los días del año -salvo dos y ya ni eso con el internet- hay que rellenar entre sesenta y tantas y noventa y tantas páginas”. Ergo, “manchar, manchar”. “Pero, ojo, a tu ritmo. A buen ritmo pero no manches muy rápido, que si no tienes que manchar la página que no va a manchar tu compañero”. Los chavales con ínfulas, a medio camino entre José María García e Iñaki Gabilondo y entre Mercedes Milá y Victoria Prego, se miraban extrañados entonces. Los mismos que cuando escribieron las primeras páginas en un periódico de verdad, cuyo parecido con la semiótica de los Telettubies es pura coincidencia, comprendieron que Gómez y Méndez puede que fuera el único, o de los pocos, que en una Facultad creada para entrenar -siguiendo con García- a futuros “notarios de la realidad” contara la verdad del oficio.

“La’vangelio” es como se dice en Sevilla a los axiomas kantianos, las verdades evidentes. También es una expresión muy de la periodista Inma Carretero, natural de Cumbres Mayores, de donde procedían las chacinas de Hermanos Gómez, el bar que linda con la casa de Lopera, que era muy del Gran Poder, como Gómez y Méndez. En Sevilla, el que no se encuentra es porque no sabe que anda perdido. Gómez y Méndez era de Huelva, nacido en Moguer. Los últimos días de sus 75 años los pasó en Isla Cristina. Nació a mediados del siglo XX. Se licenció y doctoró en la Universidad Complutense, estudió Magisterio y se posgraduó/diplomó en distintas temáticas sociales. Empezó a ejercer en medios de Madrid y de Huelva y pasó a ejercer como profesor en la Universidad de Sevilla. Fue decano entre 1992 y 1995 y director del Departamento de Periodismo II entre 2003 y 2004. Por los pasillos de la Facultad corría la leyenda -de la que nadie tuvo pruebas pero tampoco dudas- de unos salseos extraordinarios durante su mandato. “Cuchipandeo, cuchipandeo”. Más allá de los anises navideños, Gómez y Méndez dirigió tesis doctorales y fue miembro de instituciones académicas y culturales. Promovió y dinamizó grupos y colectivos y publicó distintos libros. También fue el primer comisionado del centenario de la Asociación de la Prensa de Sevilla. Gómez y Méndez aseguraba “creer en el ser humano por encima de todo como dimensión de plenitud de una sociedad en pluralidad…, donde quepan todos por encima de colores, ideas y creencias, donde no existan desajustes de hábitat por diferencias económicas, donde cada mañana ilumine el sol para todos y no para unos pocos”.

La contrapartida y trastienda de la máxima de Gómez y Méndez -«Manchar, manchar», que en el argot plumilla se traduce en que hay que rellenar páginas-, está en los equilibrismos éticos sobre el primer mandamiento del tío de Peter Parker. «Todo gran poder conlleva una gran responsabilidad» y poner el foco en determinados personajes es como darle a un mono de Gibraltar dos pistolas o como poner a Donald Trump al frente de las redes sociales de Amnistía Internacional. Eso ya lo fueron enseñando los días y no las clases donde, al contrario que en las películas, lo importante eran los créditos. Gómez y Méndez venía a reivindicar el “me conformo con todo”, que decía Silvio, el rockero. “La felicidad consiste en no ser feliz y que no te importe”, según Miguel d´Ors. Mientras tantos reniegan del polvo y el barro del que nacieron y dan la espalda a su pretérito imperfecto, Gómez y Méndez hasta el último momento promovió el “cuchipandeo” periodístico, en sus últimos días con actividades sociales en Isla Cristina. Fue uno de los fundadores del Instituto Cultural Andaluz en Madrid y de los Amigos de Miguel Hernández. Fue uno de los promotores de la Tertulia Cultural Onubense y de la Asociación de periodistas y aficionados taurinos de Huelva. Más recientemente, en 2023, puso en marcha la Asociación de Periodistas y Comunicadores de Isla Cristina, población en la que residía desde que se retiró de las aulas de la Facultad de Comunicación.

En definitiva, sin dejar de pertenecer a una especie en extinción, con la vista cansada y la querencia desquebrajada, no renegó de la condición de soldado de trinchera; cronista de sucesos; analista político; editorialista; el que mete el horóscopo y el tiempo; los que denuncian que denuncian; recogen la queja, la verdad, la mentira; manipulan; se venden y se compran, pero con vocación, un imponderable que no paga facturas pero acorta los días, porque, a veces, la eternidad se hace demasiado larga. Decía el Gabo, desde Macondo, que el periodismo es el mejor oficio del mundo. Hemingway sostenía que esta profesión que mata, este oficio -el oficio es algo que marca de por vida; así como el minero muere minero, el plumilla muere plumilla-, el arte de juntar letras en los diarios, decía, de contar la vida, es la más bonita del mundo… si se deja a tiempo. Cabe preguntarse si el periódico se deja o te deja, pero, en cualquier caso, considerando que el placer no muere hasta que no se cuenta, el periodismo cuenta con un punto hedonista y sádico, como quien ha sido becado entre Sodoma y Gomorra como reportero de guerra. Gómez y Méndez, armado únicamente con una bufanda blanca y una regla negra divida en cíceros, en realidad, enseñó escasa maquetación pero mucha vocación a varias generaciones de periodistas de Andalucía. Los tipómetros, que siempre estuvieron de luto como una premonición y siempre estuvieron en extición como el periodismo, le recuerdan a media asta. DEP.