
Política
Málaga, el bastión del Partido Popular que Génova mira de soslayo
Feijóo y Moreno refuerzan el liderazgo del alcalde, Francisco de la Torre, mientras crecen las dudas sobre quién lo sucederá

Francisco de la Torre llegó a la alcaldía de Málaga en un tablero que se movía deprisa y corriendo. Tuvo lugar un 4 de mayo del año 2000, cuando Celia Villalobos (PP) dejó el cargo para incorporarse al Gobierno de José María Aznar como ministra de Sanidad. Lo que parecía un apaño de transición acabó en un mandato que ya cumple veinticinco años y que ha convertido al veterano regidor en una referencia del municipalismo español, con un estilo propio capaz de conducir grandes proyectos financiados por otras administraciones hacía Málaga, lo que explica buena parte de sus siete victorias electorales. Cuando complete este mandato, ya con 85 años, alcanzará las 27 primaveras como alcalde. Pero más allá de su edad y su larga gestión, lo que realmente resulta interesante desde un punto de vista político es la importancia que tiene para Génova este feudo popular en Andalucía.
Hace una semana, en Alhaurín el Grande, el líder de la oposición Alberto Núñez Feijóo decidió despejar cualquier duda sobre el peso del regidor malagueño. En el arranque del curso político, en un acto conocido como la fiesta de «los huevos fritos», acompañado de la militancia, el presidente de la Junta, Juanma Moreno, y dirigentes populares, proclamó que De la Torre es «el mejor alcalde de España». Y lo hizo con un guiño al alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida. «Querido Almeida, eres muy joven, tienes mucho tiempo y a lo mejor podrás llegar a ser el mejor alcalde de España. De momento, el de Málaga lo es», espetó. Esta afirmación no fue otra cosa que una forma de blindar de nuevo a De la Torre como activo del PP y como garante de estabilidad en un momento en el que los debates sobre su sucesión empiezan a intensificarse con una oposición de izquierdas que parece que va ganando fuerza.
Tres días después, el propio regidor, en un desayuno informativo organizado por Diario SUR, reconoció que aún no ha tomado una decisión sobre si se presentará a las elecciones de 2027 y deslizó que, en caso de volver a hacerlo, «es más difícil que esté los cuatro años que siempre me comprometo». Una frase que en esta ocasión funcionó más bien como una advertencia que prepara el terreno para un relevo a medio plazo. «Esto no es una monarquía», remarcó el alcalde, que insistió en que no habrá una designación «a dedo» del sucesor. Todo tiene que estar bien medido.
Su éxito, sin embargo, no se entiende solo por la gestión municipal en sentido estricto, sino por su capacidad para catalizar proyectos impulsados por otras administraciones. La llegada del AVE, la ampliación del aeropuerto, la construcción del metro, el aterrizaje de Google, la próxima apertura del centro de investigación de microchips del IMEC o la apertura del Pompidou, el Carmen Thyssen y el Museo Ruso fueron obras y convenios en los que el Ayuntamiento no era el promotor principal, pero sí el anfitrión capaz de integrarlos en la ciudad. Esahabilidad le ha servido para gobernar de forma ininterrumpida, algo que Feijóo convirtió en consigna política en la apertura del año electoral. Si para Génova la capital de la Costa del Sol es un laboratorio del que se puede aprender cómo hacer política, para San Telmo supone la prueba de que la marca «PP andaluz», pilotada por Juanma Moreno, se puede mantener en el tiempo.
Y en ese contexto, el debate sucesorio, inevitable en un alcalde de su edad, tiene varios nombres sobre la mesa. El que más se repite ahora es el de Carolina España, consejera de Economía de la Junta y presidenta de Málaga TechPark desde 2023. Bajo su gestión, el parque tecnológico ha alcanzado cifras récord de facturación y empleo, consolidándose como uno de los polos innovadores de referencia en España. Malagueña, cabeza del partido en Andalucía y con apariciones constantes en la capital de la Costa del Sol, insiste en que su lugar está en el Gobierno andaluz, pero sería una de las grandes candidatas a liderar una ciudad que busca sobre todo caras conocidas y casos de éxito.
En el Ayuntamiento, la figura que más proyección tiene es la de la primera teniente de alcalde, Elisa Pérez de Siles. Leal a De la Torre, afirma que está convencida de que este repetirá en 2027 y se aleja de las especulaciones, aunque, tal y como ha hecho público el alcalde, es una de sus favoritas. Por otra parte, vuelve a sonar el nombre de Elías Bendodo, actual vicesecretario de Política Autonómica, Local y Análisis Electoral del PP, cuya trayectoria le da siempre un papel en cualquier quiniela, aunque hoy se mueva por las grandes esferas.
La dificultad para los populares es cómo administrar esa transición. Mantener a De la Torre al frente garantiza, a priori, otra victoria, pero también alarga la sombra sobre quienes aspiran a sucederlo. Un relevo precipitado podría dinamitar la unidad interna del partido en la Casona del Parque y en la Junta de Andalucía, motivo por el que el alcalde querría presentarte otra vez, aunque no termine el mandato. Y en ese juego de equilibrios, Feijóo y Moreno necesitan que Málaga siga siendo un escaparate de la estabilidad y de la «marca PP» en Andalucía.
En este punto, entra en la partida la oposición de izquierdas, liderada por un PSOE que sabe que competir contra un De la Torre en activo es algo, de sobra constatado, complicado, pero que espera que el desgaste de su figura y los problemas de la ciudad como el precio de la vivienda, la presión turística, la suciedad o los grandes proyectos que no han llegado a culminarse como la Exposición Internacional de 2027 o el Mundial 2030, acerquen a Daniel Pérez, portavoz de los socialistas en el Consistorio, a gobernar Málaga.
Por eso el debate no es solo si De la Torre se presenta o no y quién lo sustituirá. Lo que está en juego es si Málaga seguirá siendo ese escaparate de continuidad que Feijóo y Moreno exhiben como ejemplo o si se convertirá en el lugar donde empiece a escribirse, a la inversa, la misma historia que en 2018 sacudió a la política andaluza y acabó con nada menos que 36 años de socialismo. La ambigüedad, como buena estrategia, está servida. Lo que parece claro, parafraseando a la consejera Carolina España, es que queda «Paco de la Torre para rato».
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