Todos los santos

Noche de Halloween: leyendas y lugares encantados de Sevilla

La ciudad cuenta con historias terroríficas y enclaves donde es difícil separar la realidad de la ficción

Panteón de sevillanos ilustres
Panteón de sevillanos ilustresLa RazónLa Razón

Panteón de los sevillanos ilustres

Uno de los secretos mejor guardados de la capital hispalense se esconde bajo tierra, concretamente en la cripta de la iglesia de la Anunciación, aunque se accede a través del patio de la Facultad de Bellas Artes, el edificio aledaño al templo. En este panteón se encuentran los restos de algunos de los sevillanos más significados, tales como Arias Montano (humanista), Valeriano Bécquer (pintor), Fernán Caballero y Mateos Gagos (escritores), Alberto Lista (ilustrado) o Gustavo Adolfo Bécquer, el gran poeta.

Ruidos, pasos, siseos, la leyenda de un fantasma que se pasea por allí... El panteón de sevillanos ilustres es uno de esos lugares de la ciudad con fama de misterioso y fantasmal. Hasta el mismo Iker Jiménez se interesó por él en su programa de sucesos paranormales.

La leyenda de Tomasín

Tomasín era un niño del barrio de San Marcos que, con apenas ocho años, quedó huérfano de madre. Su padre no podía ocuparse adecuadamente de él debido a su jornada laboral, por lo que decidió dejarlo al cuidado de las monjas del convento de Santa Isabel. La ilusión de Tomasín era salir de nazareno en la cofradía de los Gitanos. Las monjitas le confeccionaron la túnica, para que su padre lo metiera en las filas de nazarenos el Viernes Santo por la mañana en su regreso al templo.

Tomasín contaba los días para vestirse de nazareno, pero tuvo la mala fortuna de caer enfermo durante la cuaresma. Su estado se agravó y finalmente falleció días antes del Viernes Santo.

Sin embargo, un hecho insólito perturbó la tranquilidad del barrio y quedó grabado en la mente de todos los que lo vivieron y oyeron contar. Cuando el reloj marcaba las dos de la madrugada del Viernes Santo, cuatro hermanos de la hermandad de los Gitanos atravesaban la plaza de Santa Isabel para enfilar la calle Enladrillada y llegar a la iglesia de San Román para procesionar. Escucharon el sonido de una puerta de madera abriéndose y, ante su asombro, vieron la figura de un niño pequeño con su túnica y antifaz colocados, que salía del convento de Santa Isabel con su varita en la mano. Los cuatro hermanos se quedaron petrificados al ver cómo aquel nazarenito se perdía por la calle delante de ellos. Decidieron seguirle, pero pronto desapareció y tan solo encontraron una pequeña varita de nazareno caída en el suelo. Todavía se siguen produciendo las apariciones de un nazarenito en la madrugada del Viernes Santo saliendo del convento de Santa Isabel. Es Tomasín, que se dirige a su cita anual con la hermandad de los Gitanos.

Maese Pérez el organista

Hay un órgano en España al que un gran autor le dio fama de estar encantado. Parece de leyenda, pero no lo es. Este órgano existe. Se trata del órgano de Maese Pérez. Este organista fue uno de los míticos personajes creados por Gustavo Adolfo Bécquer en una de sus leyendas.

En sus textos, Bécquer plasmaba cierta sobrenaturalidad, pero, como periodista, se interesaba por reproducir la realidad. En el convento sevillano de Santa Inés se esconden las claves de una de sus historias más conocidas: la de Maese Pérez. Bécquer escogió un convento en el que ya había una leyenda.

La historia cuenta que Maese Pérez se encontraba enfermo y nadie esperaba que tocara la noche de Nochebuena. Finalmente aparece, toca y muere. Al año siguiente, se escoge a un organista que provoca ciertas reticencias. Pero el órgano suena igual o mejor, algo que no encaja. Este dice que no volverá a tocar. Finalmente, la hija de Maese Pérez es la encargada de tocar el órgano un año después. Se descubre al fin el gran misterio, que el órgano toca solo, dominado por el alma o el fantasma de Maese Pérez. Regresa de entre los muertos para hacerse presente a través de la música.

El Cachorro del cementerio

El 26 de febrero de 1973 se produce un incendio en la capilla de la hermandad del Cachorro, se quema la imagen de la Virgen del Patrocinio y el Cristo de la Expiración se ve afectado por los pies y piernas. Alguien entra en la capilla en llamas y salva todo lo que puede, entre todo la imagen del Cachorro, aunque los hermanos Cruz Solís tuvieron que restaurarla, ya que los pies y piernas de la talla se vieron afectados por el fuego.

Paralelamente en el cementerio de Sevilla, en el interior del panteón de un afamado arquitecto sevillano, existe una copia del Cristo del Cachorro que, aunque demacrada por la humedad, las temperaturas y la falta de luz, se asemeja sorprendentemente. Aquí aparece la leyenda: Se empezó a especular sobre la talla del cristo y corrió como la pólvora el rumor que cuenta que con la acción del fuego sobre la escultura, ésta tuvo tantos desperfectos que hubo que “quitarla de en medio” y hacer una copia exacta pero sin que la gente se percatara. La misma interpretación dice que la hermandad decidió llevar la imagen damnificada al panteón de tan célebre hermano.