Investigación
Los animales pueden detectar tu estado emocional, según la ciencia
Un estudio reciente reveló que son capaces de distinguir entre el olor de una persona tranquila y el de una estresada con más de un 90% de precisión
Quien tiene un perro o un gato lo ha vivido alguna vez: un mal día, unas lágrimas y de repente ese compañero peludo se acerca con mirada atenta, se acurruca a tu lado o te ofrece uno de sus juguetes favoritos. ¿Coincidencia o conexión emocional real? La ciencia empieza a ofrecer certezas al respecto: los animales domésticos, especialmente perros y gatos, pueden percibir nuestras emociones. Aunque, eso sí, no lo hacen como lo haría otro ser humano.
Durante mucho tiempo, la comunidad científica fue reticente a aceptar que los animales pudieran experimentar o entender emociones humanas. Pero esta visión ha cambiado con el avance de investigaciones que analizan cómo nuestros compañeros de cuatro patas responden ante nuestros estados de ánimo.
Los perros, por ejemplo, han demostrado tener una capacidad sorprendente para reconocer cambios emocionales en sus dueños. No solo interpretan el tono de voz o las expresiones faciales; también detectan modificaciones químicas en nuestro olor, derivadas del estrés o la ansiedad. Un estudio reciente reveló que son capaces de distinguir entre el olor de una persona tranquila y el de una estresada con más de un 90% de precisión.
Por su parte, los gatos, tradicionalmente vistos como más distantes, también reaccionan a nuestras emociones, aunque de forma más sutil. Se acercan cuando detectan tristeza, modifican su comportamiento habitual o ronronean más de lo normal. Para muchos, es su forma de acompañar.
Señales que muestran que algo sienten
No se trata de magia ni de intuición misteriosa. Los animales reaccionan a una combinación de pistas sensoriales. Algunas señales comunes que indican que tu mascota puede estar captando tu estado emocional incluyen:
- Cambios en su nivel de actividad: se vuelven más tranquilos o más juguetones.
- Se acercan sin que los llames, buscando contacto físico.
- Observan con atención tus movimientos y expresiones.
- Modifican su rutina habitual, mostrándose más pegajosos o retraídos.
- Repiten comportamientos tuyos, como bostezar a la vez que tú.
Sin embargo, es importante no caer en el antropomorfismo, es decir, atribuir a los animales pensamientos o emociones humanas. Que un gato se frote contra ti no siempre significa que está consolándote: puede estar marcando territorio o pidiendo comida. Y ese gesto de culpa del perro tras romper algo probablemente sea una reacción a tu tono de voz, no un arrepentimiento consciente.
Esto no invalida su capacidad emocional, sino que recuerda que su forma de sentir y expresar es diferente a la nuestra. Tienen emociones auténticas, pero se manifiestan a través de su propio lenguaje, no del humano.
Un beneficio mutuo
El vínculo emocional entre personas y animales no solo existe: también es beneficioso en ambas direcciones. Diversos estudios indican que convivir con una mascota reduce el estrés, mejora el estado de ánimo y disminuye la sensación de soledad. Pasear con un perro, por ejemplo, promueve la actividad física y las interacciones sociales, factores clave en la salud mental.
Además, estos vínculos se nutren de una característica esencial: el presente. A diferencia de nosotros, que cargamos con recuerdos o preocupaciones, los animales viven el momento.
Los avances en etología (la ciencia que estudia el comportamiento animal) apuntan a que perros y gatos son sensibles a nuestras emociones, pero a su modo. Comprenden cuando algo cambia en nosotros, pero no necesariamente por qué ocurre ni cómo solucionarlo. Aun así, reaccionan, acompañan y, en muchos casos, reconfortan.