En los últimos meses, las imágenes de cigüeñas adultas arrojando a sus polluelos fuera del nido han conmocionado a la población de Erftstadt, una localidad de Alemania. Este comportamiento tiene una explicación clara y dramática: la supervivencia.

Desde marzo y hasta casi finales de mayo, la región ha sufrido una sequía persistente, con temperaturas muy por encima de la media para la época y una ausencia casi total de lluvias. El suelo se ha resecado hasta tal punto que los invertebrados, principal fuente de alimento de las cigüeñas, han desaparecido casi por completo. Ante la imposibilidad de alimentar a toda su prole, algunas cigüeñas adultas se ven obligadas a tomar una decisión drástica: expulsar del nido a parte de sus crías para intentar salvar al resto.

Desde el inicio de la temporada de cría, hace dos meses, al menos 55 polluelos han muerto en la zona. Algunos han sido devorados por otras aves, otros han caído de los nidos por la acción de sus padres. La situación es especialmente grave en Erftstadt y alrededores, donde la sequía ha sido particularmente intensa.

En el resto de Europa, por el momento, no se han registrado casos tan extremos de expulsión de crías por parte de las cigüeñas. Sin embargo, los expertos advierten de que fenómenos meteorológicos cada vez más frecuentes, como olas de calor y sequías prolongadas, podrían poner en riesgo a la especie en otras regiones si las condiciones se agravan. Por ahora, la adaptación y la búsqueda de nuevas fuentes de alimento, como los vertederos en España, están permitiendo a las cigüeñas sortear la escasez, aunque con consecuencias aún por determinar.

El caso de Erftstadt sirve como alerta sobre la vulnerabilidad de la fauna ante el cambio climático.