Curiosidades
¿Cuál es la ciudad más pequeña de España?
Pueblo medieval y uno de los más bonitos del país, cuenta con unas casas colgadas que desafían a las leyes de la gravedad y en lo alto está coronado por un espectacular castillo
Para los viajeros que buscan nuevas sensaciones y un lugar pequeño pero que lo tiene todo para disfrutar de un fin de semana inolvidable, Castilla y León, en general, y la provincia de Burgos, en particular, ofrece algunos destinos para todos los públicos y edades que no te dejaran indiferente. Es el caso de Frías, al norte de la provincia burgalesa y bañada por el río Ebro, que es muchas cosas que la hacen especial, como por ejemplo, el ser considerada como la ciudad más pequeña de España, porque Frías es una ciudad catalogada como tal, además de estar incluidas en la lista de los pueblos más bonitos del país. Casi nada. O casi todo.
Un lugar habitado durante todo el año por menos 300 vecinos pero que atrae cada año a decenas de miles de turistas, entusiasmados por su belleza y espectacularidad, a disfrutar de su patrimonio, de su gastronomía o de las numerosas rutas de senderismo existentes alrededor de esta ciudad que se se abre paso por la tierra de las merindades burgalesas sobre un peñasco y abrazada por el pico Humión, el más alto del Parque Natural Montes Obarenes.
¿Y qué ver en la ciudad más pequeña de España? Pues el visitante quedará prendado del Castillo de los Velasco y de la Iglesia de San Vicente Mártir de Frías, declarado también Conjunto Histórico Artístico, pero a buen seguro que las casas que cuelgan de la roca desafiando las leyes de la gravedad no le dejarán indiferente. La mayoría de ellas, además, conservan la bodega, fruto también de la actividad vinícola de la zona.
La ciudad estaba protegida por una muralla del siglo XIII y contaba con tres puertas: la de Medina, la del Postigo y la de la Cadena. La fortaleza se ubica sobre una peña que domina el Valle de Tobalina, es de las primeras fortalezas del siglo X y de un gran valor estratégico, mientras que la iglesia de San Vicente Mártir, situada junto al cortado rocoso al otro extremo de la ciudad y de la torre del homenaje, cuenta con una admirable capilla, la de la Visitación, resguardada por una reja de forja y en la que destaca un retablo del siglo XVI del pintor Juan de Borgoña además de dos sepulcros con decoraciones de estilo plateresco.
Sus calles son estrechas y desiguales y a ambos lados se disponen las casas adosadas entre sí, algunas de las cuales parecen colgadas sobre el cortado rocoso. Con un recinto amurallado medieval articulado desde su eje principal, el turista, mientras sube se topa con las calles del Mercado y Abundio Fernández. Sus calles se dibujan paralelas al borde de las laderas, rodeando el cerro, y en alguna ocasión las casas se dibujan colgadas ante la pendiente.
Quien se acerque a Frías podrá conocer también la leyenda que se cuenta acerca del cristo de los Remedios que da nombre a una pequeña ermita de la ciudad. Según parece, un correo de la reina castellana que pasaba por el camino de este templo sufrió una caída de su caballo que se encabritó al sorprenderle una serpiente. Si bien el mensajero resultó ileso después de encomendarse al Santo Cristo de los Remedios. De ahí el origen de esta pequeña ermita.
Por Frías pasa una de las calzadas romanas más importantes de la Península Ibérica, que comunica el norte del país con la meseta castellana y la ciudad puede presumir también de contar con un puente medieval pero de origen románico de más de 140 metros de longitud que está formado por nueve arcos.
El turista que quiera conocer más información sobre Frías y se acerque hasta la Oficina de Turismo de este municipio, situada en la plaza de Alfonso VIII, que sepa que entrará en un palacio, concretamente en el Palacio de los Salazar, y de hecho se conserva el escudo con las 13 estrellas de esta familia.
Un lugar con cultura y mucha historia que, además, presume de Rollo de Justicia, una columna de piedra que representaba la categoría administrativa del lugar o el enclave elegido para la condena y castigo de los presos, que en el caso de Frías se sitúa a la entrada del casco histórico y fue declarado BIC en 1963.
La gastronomía de la zona merece capítulo aparte, pero lo más típico de Frías, además de la morcilla de Burgos, es la olla podrida. Un buen plato de cuchara imprescindible para soportar las gélidas temperaturas invernales que se elabora, además de con mucho mimo y cariño, con alubias rojas, verduras, morcilla, costilla, chorizo, panceta y otras carnes todas ellas procedentes del cerdo, ese animal del que se aprovecha todo, hasta los andares, como dice el sabio refranero popular.
¿Y por qué Frías es una ciudad?
La actual población fue un enclave estratégico en época romana, desde donde se controlaba el paso entre las tierras burebanas y el Ebro a través del actual Portillo del Busto. De este período de tiempo se conservan los restos de la calzada romana, mencionada anteriormente.
Si bien, la primera vez que parece el nombre de Frías es en un documento del año 867, aunque no fue hasta casi seis siglos después, en el año 1435, cuando el rey Juan II de Castilla otorga a Frías el título de ciudad.
Ya en tiempos de los Reyes Católicos se crea el ducado de Frías y desaparece la judería. Y en el Censo de Floridablanca de 1787 la ciudad aparece como cabeza de partido de Castilla la Vieja en Burgos.
Su jurisdicción ejercida por el Duque de Frías, que era el que nombraba su Alcalde Mayor de Señorío. Más tarde, a la caída del Antiguo Régimen forma ayuntamiento constitucional del mismo nombre en el partido de Briviesca. Con el tiempo se integrará en el partido de Villarcayo, según informa la Diputación de Burgos
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