
Opinión
El silencio de los grandes y el grito de los necios
"Lo gritón se nos cuela como brillante y lo repetido como verdad; con quince segundos, una frase pegadiza y un algoritmo benevolente, puedes triunfar"

Creo que vivimos tiempos extraños. Sí, tiempos en los que la velocidad importa más que la verdad, el impacto más que la coherencia, y la imagen más que el contenido... Son tiempos en los que cualquiera con una conexión a internet y una cara mínimamente agraciada puede convertirse en referente social. Qué digo social (sonrío) e incluso mundial. Con quince segundos, una frase “pegadiza” y un algoritmo benevolente, puedes "triunfar". No importa si detrás hay conocimiento, estudio, profundidad o experiencia. Importa que entretengas y que vendas algo: aunque sea humo...
Pienso (opinión subjetiva) que el problema no es que exista esta avalancha de pseudoexpertos y vendehumos digitales; el problema es que los estamos confundiendo con "sabios". Ya no distinguimos lo mediocre de lo excelente. Lo gritón se nos cuela como brillante y lo repetido como verdad. Lo facilón no es sabiduría. Y así, poco a poco, hemos dejado de mirar hacia arriba, hacia los que nos precedieron, hacia los que dejaron huella. No es lo mismo cantidad que calidad.
Y mientras tanto, los verdaderos grandes (los que pensaron, escribieron, pintaron, compusieron, rompieron moldes o se atrevieron a incomodar) van quedando arrinconados. Ya no se citan, no se estudian y mucho menos se veneran. Se ignoran porque no encajan en el formato, porque no caben en un reel de 30 segundos, porque no son “trending topic”. Y sin embargo, son los únicos que dejaron legado...
Y aquí quiero ser clara: no me interesa seguir a alguien que no sabe hacer la O con un canuto, aunque tenga millones de seguidores. Me interesa la gente que ha dedicado su vida a comprender el mundo, a interpretarlo, a transformarlo. Me interesa la excelencia. El pensamiento crítico. El conocimiento profundo. Me interesa la verdad, aunque sea incómoda y la gente que construye desde la raíz, no desde el ego.
Estamos educando a generaciones que confunden popularidad con sabiduría. Que piensan que tener un canal de YouTube te convierte en filósofo, que grabar una rutina de gimnasio te vuelve nutricionista, que hablar de emociones te acredita como terapeuta. Y no, no es lo mismo. El conocimiento no se improvisa. No se hereda por likes. Se trabaja. Se sufre. Se duda. Se cultiva en silencio, no en el ruido.
Necesitamos volver a mirar a los clásicos. A los que dejaron obra, no solo fama. A los que incomodaron, no a los que agradaron. A los que pensaban más allá de su ombligo. Porque de ellos viene todo. Sin ellos, solo somos eco.
Pienso que una sociedad que no distingue entre el ruido y la palabra está condenada a vivir entre aplausos huecos.
A veces me dan ganas de escribirles una carta...
Miguel Ángel, tú que convertiste el mármol en éxtasis. Beethoven, sordo para el mundo pero eterno para la historia. Bécquer, tú que nos hablaste del alma cuando nadie sabía nombrarla. Mozart, Velázquez, Chopin, Virginia Woolf, Sor Juana, Camus, Lorca, Kahlo, Nietzsche…
Cuánto os echo de menos.
¡Perdonadnos! Vivimos en una época de ruido, prisa y olvido.
Esta sociedad es ingrata. Muy ingrata. Idolatran el humo y desprecian el fuego. A veces siento envidia de los muertos...
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