Cultura

Son Para Recordar, el algoritmo al servicio de la memoria popular de Palencia

Samuel Villarrubia rescata miles de grabaciones olvidadas de la Fundación Joaquín Díaz y las devuelve a los pueblos palentinos con QR, Spotify y versiones digitalizadas

Samuel Villarrubia rescata miles de grabaciones olvidadas de la Fundación Joaquín Díaz y las devuelve a los pueblos palentinos con QR, Spotify y versiones digitalizadas
Samuel Villarrubia rescata miles de grabaciones olvidadas de la Fundación Joaquín Díaz y las devuelve a los pueblos palentinos con QR, Spotify y versiones digitalizadasLucía Burón Cabrero/Ical

Hoy en día, en un mundo donde todo es inmediatez y en el que un algoritmo decide qué canción te pone de buen humor mientras conduces por la autovía, un palentino ha decidido darle la vuelta. No para viralizar la habitual música urbana en los principales puestos de las listas españolas, sino para que una jota de un pueblo perdido de Palencia suene en el móvil de cualquiera que nunca haya pisado el pueblo de su abuela. Samuel Villarrubia, dulzainero y folklorista, ha convertido su obsesión en un proyecto que ya suma cinco volúmenes grabados, 153 pueblos mapeados y una idea tan simple como revolucionaria: poner un QR en la plaza de cada localidad para que cualquiera pueda escuchar lo que cantaban sus bisabuelos.

En el invierno de 2023, cuando Samuel buscaba repertorio para Carrión Folk, tropezó con un tesoro digital: 24.000 grabaciones de la Fundación Joaquín Díaz subidas a Wikimedia Commons. De ellas, 4.600 eran de Palencia. “Empecé a chinchonear por Internet y aparecieron casi 5.000 archivos solo de la provincia”, recuerda. Lo que pudo ser una tarde de curiosidad se convirtió en meses de escucha obsesiva.

Entre ruidos de tractores, ollas cociendo y magnetófonos cascados, Samuel encontró jotas, agarrados, valses y hasta misas cantadas. Seleccionó 1.500 temas bailables y 150 villancicos. “Hay canciones que se repiten en cinco pueblos distintos, pero yo las cuento como una porque son la misma melodía con variaciones locales”, explica. El resto –canciones eclesiásticas, rondas de bodas– las apartó para otros proyectos.

Pero escuchar no era suficiente. “Son grabaciones duras. Están hechas en cocinas, con gente pasando por la calle. El público general no las aguantaría”, dice. La idea era clara, regrabarlas con calidad actual, pero manteniendo el espíritu popular. Sin arreglos sofisticados. Sin estudio de lujo. Solo voces del pueblo, dulzainas, cajas y guitarras sonando como hace 50 años.

El primer volumen nació en Villalumbroso, un pueblo de 150 habitantes en Tierra de Campos. Samuel y José Antonio Cañibano, su compañero de dúo de dulzaineros, se metieron en el estudio Eldana de Dueñas –propiedad de Alfonso Abad, compañero en Carrión Folk– para versionar los temas de Los Gabinos, dulzaineros locales grabados a finales de los 80. “Los Gabinos eran leyenda. Tocaban en bodas, bautizos y lo que hiciera falta”, cuenta Samuel. El segundo volumen, aún en proceso, rescata los cantares de Margarita Delgado, una mujer anónima cuya voz grabada en los 80 es ahora interpretada por la mujer y la hija de Samuel, con guitarra de Andrés Flórez. “No sabemos nada de Margarita. Ni si tiene familia. Pero su voz sigue viva”.

El tercero llegó con los dulzaineros de Villaumbrales –Los Baratos–, 77 temas interpretados por 60 músicos palentinos en una macrograbación que unió generaciones. “Cada cuadrilla tocó tres o cuatro temas. Se ve el estilo de cada uno”, explica Samuel. El cuarto y quinto volúmenes, ya en marcha, amplían el radio a Cervatos de la Cueza y Becerril de Campos.

La web www.sonpararecordar.com es el cerebro del proyecto. Un mapa interactivo con 153 pueblos palentinos. Pinchas y aparecen tres opciones: la grabación original de la Fundación Joaquín Díaz, la versión actual en Spotify/YouTube y la página con letras transcritas e historias.

Pero Samuel quería más. “Imagínate llegar a un pueblo y ver un cartel con un QR que te lleva directo a su música”. “El día que los pusimos, la gente los escaneaba. Espero que los veraneantes también”, dice. La idea es que los ayuntamientos costeen los paneles y que las grabaciones viajen por WhatsApp a los emigrados.

“Queremos que nuestro escenario sea el altavoz de tu móvil mientras cocinas o conduces”, explica. No buscan grandes escenarios. Buscan que una madre en Bilbao le ponga a su hijo la jota que cantaba su abuela en Saldaña.

“Es una gesta con humildad”, señala Samuel, y lo es. Ha invertido miles de horas. “Duermo poco. A las 6 de la mañana ya estoy levantado pensando en bases rítmicas o transcripciones”. Trabaja a 40 minutos de Palencia capital, así que sube y baja escuchando grabaciones de hace 40 años. “Mientras otros ponen Los 40 Principales, yo pongo a una señora de 85 años cantando una jota con ruido de tractor de fondo”.

El dinero no es problema gracias a las subvenciones de la Diputación y los ayuntamientos. Pero el esfuerzo personal es brutal. “No es solo escuchar. Es interiorizar. Hay fallos rítmicos, letras incompletas. Tienes que buscar en otras grabaciones para completar”. Cada tema es un puzzle.

Aunque para Samuel es difícil decantarse por una sola grabación que le haya impactado después de una amplia escucha, lo que tiene claro es que, más que los temas, lo que más le llama la atención son los comentarios de aquellos que vivieron en primera persona aquellos cánticos en las plazas de los pueblos. “Una señora me decía que tal o cual canción la bailaban hasta las piedras porque se dejaban llevar por el ritmo de las panderetas”, recuerda con cariño. Aunque ahora es más difícil que se den esas situaciones, algo que alguna vez le han recordado algunos de esos habitantes. "Tenía que haber enseñado esto a mis nietos. Se fueron del pueblo y lo dejamos en stand-by”, recuerda con tristeza Samuel, aunque él lucha contra ese stand-by. “No queremos viralizar. Queremos que se tararee en la cocina, que se baile en la plaza, que se envíe por WhatsApp a los que viven fuera”.

Son Para Recordar es colaborativo por diseño. “Cualquier músico puede sumarse. Dulzaineros, grupos de jotas, escuelas de música, bandas municipales”. La Asociación Cultural Tradiciones Vivas, que preside Samuel, ha aportado 600 grabaciones propias al fondo de Wikimedia.

El sueño es ambicioso: un disco físico, un libro con letras e historias, una app que cambie la música según el pueblo por el que pases. “Que los colegios usen canciones de comba locales, que las bandas municipales versionen los temas, que los niños de ciudad sepan qué cantaban sus abuelos", explica.

Aunque Samuel nació en la ciudad, cada año de vida recorrido le acerca al entorno rural. “Recuerdo a mi abuela con refranes que ahora metemos en las canciones”. Y es que pese a su infancia urbanita, Samiel tuvo su primer contacto con la dulzaina a la tierna edad de 8 años en las escuelas municipales. “Es mi instrumento. Aunque toco muchos, la dulzaina es especial”, asegura.

Sobre las nuevas generaciones y su contacto con “lo rural”, Samuel cree que los nuevos movimientos que han surgido durante los últimos años como la ‘folktrónica’ y artistas de la talla de Dulzaro o Rodrigo Cuevas han sido muy positivos para la difusión de la música tradicional. “Está bien que la 'folktrónica' meta panderos cuadrados en la música indie, pero que sepan que Rodrigo Cuevas no inventó la pandereta. La tocaba tu abuela hace casi un siglo”, reconoce, aunque respeta esos nuevos movimientos. “De hecho, a mí me encanta escuchar o tocar canciones como ‘Potra Salvaje’, que estos últimos años están en boca de todos”, señala.

Esa mezcla de estilos no ha impedido que con el paso de los años se hayan ido perdiendo las tradiciones. “En León o Zamora no se plantean perder sus danzas, aquí sí. Es una cosa de la familia que quizás no hemos sabido transmitir”, asegura. Pese a ello, el futuro sigue sonando a dulzainas y panderetas. ”En diciembre estamos preparando un festival de villancicos tradicionales en la plaza Mayor de Palencia.

Un futuro que el próximo año le va a llevar a recoger los sonidos tradicionales de localidades como Villada, Cervatos o Becerril, que se sumarán a las localidades que ya cuentan con QR y donde se han recogido sus sonidos ancestrales. “Si cada pueblo graba sus temas, tendremos un archivo vivo”, señala.

Samuel no busca fama. “Honrar a los antepasados es tararear, cantar y bailar su música”. En un pueblo de 15 habitantes en invierno, eso es revolución, porque el pop, al fin y al cabo, siempre fue del pueblo. Y ahora, gracias a un dulzainero con un QR, vuelve a serlo.