Salud

Diario de una cuarentena con niños: Día 13

Día XIII: Los niños son los padres

Cuidado con el mal humor en tiempos de coronavirus, no nos despertemos un día y nos demos cuenta que nos hemos convertido en Bill Murray en "Atrapado en el Tiempo"
Cuidado con el mal humor en tiempos de coronavirus, no nos despertemos un día y nos demos cuenta que nos hemos convertido en Bill Murray en "Atrapado en el Tiempo"La Razón

Ha llegado el día que tanto temía. Hoy, me he despertado un poco más tarde de lo habitual. Ya no quedaba nadie durmiendo. Y cuando me he mirado al espejo he visto a Bill Murray.

Ayer por la noche me quedé viendo una serie documental de Netflix que habla de pandemias. Se llama “Pandemic” y viene a denunciar que la prevención de una epidemia no está entre las prioridades ni de las administraciones ni de las farmacéuticas. Y, adivina adivinanza, ¿de qué va el primer capítulo? ¡Exacto! ¡De la gripe! Sale una epidemióloga de Nueva York, Syra Madad , que dice que las enfermedades infecciosas, como una variante de la gripe, nos deberían dar más miedo que cualquier guerra. Cuando grabó la serie, fuera de China nadie conocía Wuhan, y la médico se esforzaba por hacer comprender a la gente que debería tener en cuenta su advertencia. También sale un científico con el pelo blanco que recuerda a Doc, el hombre que inventó la máquina para viajar en el tiempo de la triología “Regreso al Futuro”. Alerta de que “en algún momento aparecerá una nueva versión de la gripe que se extenderá por todo el mundo para la que no estamos listos”. “No sabemos cuándo, pero podemos suponer que pronto”, añade. Pues bien, “ya está aquíí”. De hecho, ya había llegado cuando se estrenó la serie, el 22 de enero. ¿Netflix lo sabía? ¿El científico tiene la máquina de DOC para viajar al futuro? Si es así, ¿me puede decir cuándo acabará este confinamiento?

A través de la serie documental "Pandemic", Netflix avanzó la pandemia del coronavirus
A través de la serie documental "Pandemic", Netflix avanzó la pandemia del coronavirusLa Razón

Hoy han dicho que en el peor de los escenarios, estaremos en casa hasta junio. No sé qué pintas tendremos entonces. Yo ya me he convertido en el increíble Hulk. Y hoy, cuando me he mirado esta mañana en el espejo, he visto que se había cumplido uno de mis temores: me había convertido en el Bill Murray de “Atrapado en el Tiempo”. Ya me podría haber despertado con el aspecto de Andie MacDowell, con ese pelazo y esa dulce sonrisa. Mis retoños lo hubieran agradecido (y mi marido también), porque llevo unos días que sólo chillo. Por eso, creo yo, que hoy me he convertido en el periodista gruñón que interpreta Bill Murray.

El director del Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones del Hospital del Mar, Antonio Bulbena, dice que cuando hay una alarma inespecífica, como este virus, estamos más tensos, ansiosos y más suceptibles. También dice que a partir de décimo día de confinamiento, empieza el periodo crítico. Llevamos trece días confinados y doy la razón al doctor en todo.

En los grupos de whatsapp del colegio, los padres envían fotos con sus hijos, bailan, hacen manualidades, los ejercicios que ha enviado la profesora... pero el problema de mi mal humor es que mis hijos ya no me hacen caso.

¡Cómo echo de menos a mi madre! Si pudiera preguntarle cómo se lo hacía ella para no gritar nunca. Pero se fue hace cinco años y se le olvidó darme cuatro trucos. En Instagram, hay varias cuentas que ayudan a educar en positivo. Yo chillo y me siento fatal, pero cuando leo los consejos de Álvaro Bilbao, Claudia Bruna de coachingparapadres o Educaenpositivo, aún me siento peor. Aunque tampoco me dejan claro qué hay que hacer para que unos niños dejen de pintar y se sienten en la mesa a comer después de haberme entregado con una receta de Karlos Arguiñano y haberles llamado amablemente diez veces. Este confinamiento creo que está descubriendo mis carencias educativas.

Después de comer, hago un descanso con el teletrabajo. Vamos a ver “Peter Pan”. El hijo y la hija aceptan, se sientan conmigo en el sofá y me abrazan. “¿Os gustaría ser niños para siempre?”, les pregunto. El hijo de cinco años dice que no, que en el País de Nunca Jamás no hay pelotas ni campos de futbol y quiere seguir aprendiendo a chutar para llegar a ser como Leo Messi. La hija de tres no sabe qué narices le he preguntado.

Al acabar el día, mientras leemos un montón de cuentos, les hago otra pregunta: “Del 1 al 10, cómo puntuáis el día de hoy”. “¡De 10!”, dicen los dos entusiasmados. “Hemos jugado a fútbol, hemos visto Peter Pan, hemos tenido el móvil -daños colaterales del teletrabajo- y estamos aquí en casa todos”, resumen. ¿No se acuerdan de cuando les he gritado que nadie me hace caso y que nadie me quiere? (El neuropsiquiatra ya ha dicho que estamos más suceptibles, por eso no me preocupo demasiado por mi estado mental). Miro mis manos. Ya no soy Bill Murray, he recuperado mi pelo y mis orejas con pendientes.

Estos niños son unos campeones. No lo habremos hecho tan mal. Llevan TRECE días encerrados sin ir al colegio, sin ver a sus amigos, a sus primos ni a su abuela y no sólo están felices y de buen humor, si no que además, te hacen reír y te levantan cuando de caes. ¿Quienes son los padres?