14-F
¿Llega un cambio de ciclo con las elecciones catalanas?
Hasta nueve partidos pueden conformar el Parlament más fragmentado de la Historia. La incertidumbre por la pandemia, el «efecto Illa» y la semilibertad inicial de los presos marcan el arranque de una campaña atípica
Los partidos emprenden la campaña con unas elecciones aún marcadas por la incertidumbre de la fecha -el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña decidirá el 8 de febrero previsiblemente- e influidas por la pandemia, pero también por el “procés” después del golpe de efecto infligido por el independentismo al liberar a los presos del 1-O.
Esquerra: El efecto Junqueras y su vía pragmática
Esquerra, que podrá contar inicialmente con Junqueras, digirió como pudo la derrota parcial en las elecciones de 2017, con JxCat y Puigdemont logrando in extremis ser primera fuerza dentro del independentismo. De puertas hacia adentro, los republicanos decidieron entonces emprender un giro importante, apostar por el independentismo más posibilista y pragmático y apelar a la negociación con un propósito: ensanchar la base. Esta estrategia, que ahora se examina en las urnas con Pere Aragonès al frente, ha llevado a ERC a ser el principal artífice de la mesa de negociación con el Gobierno, a pactar los presupuestos y a tener un papel clave en el Congreso. Un cambio de rumbo que ha provocado fuertes críticas dentro del independentismo –con JxCat más escorado en la unilateralidad– y cuyas consecuencias se verán en las urnas. De no lograr ser primera fuerza, los republicanos podrían sufrir una fuerte crisis y tener que virar hacia posiciones más radicales. ERC puede por el «efecto Illa»: los republicanos asumen ya el cambio de paradigma y sitúan al PSC como el rival a batir para espantar también los fantasmas del tripartito. A su favor, los republicanos cuentan con la semilibertad de Junqueras.
PSC: Examen al Gobierno tras la pandemia
El PSC y el propio Gobierno afrontan un importante examen en las elecciones catalanas tras situar a Salvador Illa de candidato. De momento, con las encuestas en la mano, las perspectivas son muy buenas: los socialistas catalanes ya comparten primera posición con Esquerra en los estudios demoscópicos. De ganar, la «operación Illa» se habrá saldado con un éxito rotundo pese a que luego habrá que esperar qué escenario parlamentario se da y si Illa puede ser investido president. El PSC, de vencer, también confirmaría su recuperación tras una década en el abismo, muy castigado por la crisis económica y por el «procés». Si bien, la «operación Illa» también conlleva el riesgo de haber elevado las expectativas del PSC e involucra al propia Gobierno y ahora mismo tiene solo margen prácticamente para la victoria si no quiere salir con una lectura negativa de las elecciones. En cualquier caso, el PSC ha conseguido convertirse en el protagonista de la campaña electoral e Illa en el rival a batir, una circunstancia que permite concentrar todo el foco. Si bien, también un retraso de la cita electoral podría jugar en contra del PSC porque podría diluir el efecto de la «operación Illa».
JxCat: El futuro político del partido y de Puigdemont
JxCat apareció en unas elecciones por primera vez en las autonómicas de 2017 como marca electoral y ha llegado para quedarse en el tablero político catalán tras articularse como partido político el pasado 25 de julio. Sin embargo, está todavía lejos de consolidarse porque, entre otras cosas, su nacimiento ha venido acompañado de un divorcio con el PDeCat y tiene aún poco poder institucional –el PDeCat ha conseguido mantener la mayoría de alcaldes del espacio postconvergente-. Por ello, la Generalitat, que es la joya de la corona del poder político en Cataluña, se vuelve tan importante para el porvenir de JxCat: sin la presidencia del Govern, JxCat se vería condenado a la oposición e irrumpirían nubarrones en el horizonte al ser también un partigo integrado sustancialmente por independientes, condición que siempre genera mayor inestabilidad. También está en juego los liderazgos internos: si Borràs consigue vencer, podría desbancar a Carles Puigdemont y se convertiría en la nueva lideresa del independentismo. Si bien, Puigdemont, si JxCat pierde, también vería amenazado su poder político sin la posibilidad de influir desde la Generalitat.
Ciudadanos: El mando de Arrimadas, en juego
El partido naranja se juega su supervivencia en las presentes elecciones catalanas con Carlos Carrizosa, una paradoja teniendo en cuenta la victoria de 2017 con 36 escaños. Sin embargo, todos los sondeos coinciden en pronosticar una fuerte caída para la formación tras el aterrizaje de Inés Arrimadas a nivel nacional, el giro emprendido y su acercamiento al PSOE a cuenta del estado de alarma o en las fallidas negociaciones de los presupuestos. También sufrirá por el «efecto Illa» y la estrategia a la ofensiva del PSC en busca de los votos que Cs se llevó en 2017». De hecho, la última maniobra de Arrimadas ha sido ofrecer un pacto a los socialistas antes incluso de que empezara la campaña electoral, un movimiento que el PSC ha desdeñado. En clave catalana, también se le achaca que la presidenta de Cs no diera el paso y se presentara a la investidura hace tres. A nivel electoral, el partido también juega la batalla de la derecha con el PP y Vox, sobre todo tras la marcha de Lorena Roldán al partido popular y las críticas del entorno de Albert Rivera a la estrategia de Arrimadas. Tras los comicios catalanes, a medio plazo está el temor de que los populares vayan comiendo terreno al partido naranja.
PP: El primer paso para confirmar la recuperación
El PP se juega confirmar su recuperación en Cataluña tras salir escaldado de las pasadas elecciones autonómicas de 2017, cuando fue castigado por la gestión del «procés» en el Gobierno. Además, un buen resultado permitiría catapultar al partido a nivel nacional en su objetivo de reconquistar La Moncloa. Los populares han conseguido revitalizar su proyecto en sus dos últimos años gracias al liderazgo de Alejandro Fernández y la recuperación de poder local –Xavier García Albiol lleva ya casi un año al frente de la alcaldía de Badalona– y ahora aspiran a ir más allá y convertirse en el partido de referencia del constitucionalismo en Cataluña. El primer paso se ha dado con un giro en la actitud: Fernández ha tratado de tomar la iniciativa con un discurso elaborado y propositivo para recoser y reimpulsar a la autonomía y recuperar la presencia del Estado. El segundo paso se ha dado con la puesta en marcha de una operación para reconstruir el centroderecha español, fragmentado más que nunca, con fichajes como Lorena Roldán o Eva Parera. Con estos fichajes, el PP aspira a penetrar en el caladero de votos de Cs y poner en valor sus siglas tras el desgaste sufrido años atrás.
Vox: El reto de cumplir con las expectativas
A priori, cualquier resultado en las elecciones se puede dar por bueno para Vox ya que todavía no cuenta con representación en el Parlament. Sin embargo, el partido de Ignacio Garriga compite contra las expectativas generadas por las buenas proyecciones de las encuestas, circunstancia que se ha convertido en un arma de doble filo: por un lado, puede traducirse en un señuelo electoral y arrastrar a mucho votante; pero, por otro lado, también contribuye a generar unas perspectivas que siempre entrañan mucho riesgo porque si no se alcanzan, puede crear después una impresión de derrota. En estos momentos, Vox rondaría los siete escaños y estaría muy cerca del PP, unos resultados que, de confirmarse, serían muy buenos y tendrían una importante influencia para su crecimiento a nivel nacional. Conseguir cinco escaños ya sería suficiente para lograr grupo parlamentario, pero, si se queda muy por debajo, podría interpretarse también como un revés para un partido muy efervescente. En cualquier caso, Vox cuenta con la fortaleza de unas siglas libres de cargas del pasado y sin apenas desgaste, a diferencia de competidores como PP o Ciudadanos.
Podemos: A expensas del tripartito y con guiños a ERC
Los comunes, el espacio que cobija a Podemos en Cataluña, concurre a estos comicios con la líder en el Parlament, Jéssica Albiach, y la carta del tripartito, una baza con la que llegar al Palau de la Generalitat después de estar en la Moncloa y en el Ayuntamiento de Barcelona de la mano de Ada Colau. Precisamente, la alcaldesa de la capital catalana ha inaugurado la campaña posicionándose a favor de un acuerdo de izquierdas «lo más amplio» posible y rechazando de plano la reedición de un acuerdo entre JxCat y ERC. Por su parte, Pablo Iglesias se juega con estos comicios su presencia de Podemos en una plaza tan simbólica como Cataluña: el partido morado, que ganó las elecciones generales de 2015 y 2016 en la comunidad, está supeditado totalmente a los «comunes» de Colau, goza de poca territorial más allá de la demarcación de Barcelona y su candidata es una de las menos conocidas entre el electorado de cara al 14-F. Por tanto, la presencia de Iglesias y los constantes guiños al soberanismo –tras la polémica de los «exiliados» y Puigdemont, ayer defendió la semilibertad de los presos calificándola de «gran noticia para la democracia»– marcarán la campaña y el futuro.
CUP: Crecer con una renovada apuesta social
La CUP concurre a los comicios sin renunciar a su apuesta por la vía unilateral, aunque ha descafeinado su hoja de ruta –finalmente no fija un horizonte para la consulta– y apuesta más por la vertiente social a raíz de la pandemia.Y ante el 14-F, los antisistema tienen de candidata a Dolors Sabater, exalcaldesa de Badalona y dirigente de Guanyem, una plataforma municipalista parecida a los «comunes» de Ada Colau. De hecho, su candidatura puede permitir a los antisistema arañar votos por la vía social y crecer a costa de Podemos en la demarcación de Barcelona. En contra, el liderazgo de Sabater ha despertado ya ciertos recelos en una formación de carácter asambleario. Además, habrá que ver cómo influye la desmovilización del independentismo radical en la calle, especialmente en jornadas clave del último año y la concentración en torno a JxCat. En el terreno ideológico, la CUP defiende que el referéndum, «o cualquier alternativa que permita a los catalanes decidir su futuro, debe ser la piedra angular de una hoja de ruta que contemple la desobediencia civil y la autotutela de los derechos como herramientas para conseguir el cambio político».
PDeCat: Todo o nada para la herencia convergente
La formación heredera de la extinta Convergència acudirá a las urnas tras la traumática ruptura con Carles Puigdemont de la mano de Àngels Chacón, exconsejera del Govern de Quim Torra y cesada por el entonces president después de ser la única del gabinete que no rompió el carné del partido para sumarse al proyecto de JxCat. Su voluntad es clara: lograr representación parlamentaria para poder ser clave en un futuro escenario de pactos postelectorales. Y es que la postconvergencia, el partido alumbrado hace menos de cinco años para coger el testigo de la hasta entonces todopoderosa CDC, se juega el todo o nada este 14-F. Para ello, el PDeCAT cuenta con la carta de Artur Mas, quien ya intervino el otro día apelando al voto útil para evitar un tripartito y participará de forma activa en la campaña junto al exconsejero Andreu Mas-Colell. A nivel ideológico, la formación cuenta con los derechos electorales de 2017, hará valer la fama de gestión y pacto convergente y exhibirá músculo a nivel territorial. También su apuesta clara por un independentismo moderado, que rechaza la vía unilateral y opta por la negociación y la mano tendida con el Estado.
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