El relevo de Torra

Pere Aragonès, president ‘in pectore’: del “España nos roba” al “autonomismo modélico”

El dirigente de ERC está llamado a convertirse en el president más joven de Cataluña con 38 años

Pere Aragonès, durante la presentación del acuerdo de investidura con JxCat.
Pere Aragonès, durante la presentación del acuerdo de investidura con JxCat.ALBERT GEAREUTERS

Nadie encarna mejor que Pere Aragonès el tránsito de Esquerra hacia la búsqueda de la centralidad en el nacionalismo catalán, ocupada antiguamente por el espacio de Convergència. Esquerra, un partido cainita, encontró en Oriol Junqueras un liderazgo fuerte que propició paz interna y condujo al partido a las puertas de la victoria, pero su encarcelamiento ha obligado a dar protagonismo a su número dos: Aragonès, que logró vencer en las urnas a JxCat el 14-F.

Cartesiano y poco dado a las algaradas, Aragonès lleva desde los 24 años como diputado en el Parlament. De ser investido, se convertirá en el president más joven de Cataluña con tan solo 38 años. Tras años como diputado, su llegada a la Generalitat se produjo cuando Junqueras asumió en enero de 2016 la vicepresidencia económica de la Generalitat y fue nombrado secretario de Economía. Anteriormente, había sido portavoz parlamentario de su partido en asuntos económicos.

Su gestión al frente de Economía refleja meridianamente su talante y su forma de obrar. Muy dialogante y, sobre todo, una voluntad excesiva por proyectar rigor y responsabilidad que incluso puede tornarse contraproducente. Un dato lo ilustra: la Generalitat cerró 2020 con un déficit del 0,4% en plena pandemia, teniendo en cuenta que los límites de gasto estaban suspendidos por la Unión Europea y que el objetivo preCovid era del 0,2%, algo que fue muy criticado por la oposición porque consideró que era una medida austera e impidió dar más ayudas a sectores damnificados -la Generalitat adujo que el Estado solo financiaba hasta el 0,2%-.

De hecho, en un extracto de su libro, Carles Puigdemont definió los primeros presupuestos elaborados por Aragonès en 2016 de “técnicamente brillantes”, aunque “de un autonomismo modélico”, que equiparaba a los que hacía la “Convergència más prudente”.

En este sentido, algunos detractores del nuevo hombre fuerte de Esquerra le han comparado con Artur Mas, padre de los recortes en Cataluña y demonizado por toda la izquierda. Y lo cierto es que la prudencia de los republicanos con las finanzas durante los últimos cinco años tiene como objetivo sacudirse el mal recuerdo del tripartito por sus estragos en las arcas públicas. Este manejo de la economía y el perfil más dialogante también ha conseguido granjearles cierta sintonía con el empresariado.

Pese a esta racionalidad económica, Aragonès también ha dado conocer algunos de sus referentes intelectuales: durante el discurso en el primer intento de investidura fallido, aludió a Karl Marx (“el precio y el valor no son lo mismo”) para subrayar la importancia de las políticas sociales de los cuidados; al Nobel estadounidense Joseph Stiglitz (“una idea de progreso que vaya encaminada a construir un país donde la verdadera riqueza se mida por su capacidad de ofrecer de una manera sostenible un elevado nivel de vida para todos sus ciudadanos”) para actualizar el concepto de “progreso”; y, a la influyente economista italoamericana Mariana Mazzucato (“un primer paso es avanzar en la idea del estado emprendedor como actor clave de la innovación y el desarrollo económica”) para reivindicar el papel del Estado como impulsor económico.

Lo cierto es que Aragonès representa con claridad el tránsito de Esquerra de la beligerancia al pragmatismo. Una polémica imagen refleja muy bien esta circunstancia: a principios de los 2000, cuando era portavoz de las juventudes de Esquerra, se fotografió con un cartel donde ponía “cada segundo España nos roba 450 euros”. “Basta de expolio fiscal”.

Esta imagen, que ahora se la recuerda la oposición, puede resumir el giro que han dado los republicanos con la llegada de Junqueras al liderazgo: han pasado de ser un partido residual y antipático a tomar una línea ascendente hasta reconquistar la Generalitat. De ahí que hayan modulado su hoja de ruta para hacerla más amable a ojos de los no independentistas y tratar de penetrar en el área metropolitana de Barcelona: en definitiva, ampliar la base.

Aragonès logró un hito en las pasadas elecciones catalanas: venció en unas autonómicas al espacio convergente, algo que no había ocurrido en la democracia reciente. Y, en este punto, tuvieron mucho que ver también Junqueras (que salió como revulsivo de la cárcel para arropar a su candidato en campaña) y el enlace entre ambos, Raül Murcia (persona de máxima confianza del líder de Esquerra), que se ha volcado con Aragonès.

El candidato de ERC nació en Pineda de Mar en 1982, donde vive junto a su mujer (exmilitante de las juventudes de Convergència) y su hija. Hijo de empresarios hoteleros, su padre fue concejal por Convergència en Pineda de Mar y su abuelo fue alcalde de la ciudad durante periodo franquista -entre 1966 y 1987-. Durante el fallido intento de investidura sí aludió con orgullo a sus abuelos de origen andaluz (Antonio y Juani, de Almería) como muestra de su voluntad integradora y de rechazo a actitudes xenófobas de ciertos sectores del independentismo.

Licenciado en derecho por la Universidad Oberta de Catalunya y máster en Historia Económica por la Universidad de Barcelona, está también cursando un doctorado y ha ampliado estudios en políticas públicas y desarrollo económico en la Kennedy School of Government, de Harvard. Más allá del ámbito público, a nivel laboral, trabajó para un bufete de abogados especializado en asesoramiento jurídico de empresas y administraciones públicas. Ha colaborado como investigador con el instituto Ignasi Vilallonga de Economía y Empresa y como profesor asociado de la Universidad de Perpinyà.