Arte

Aquellos artistas que fueron figurativos a pesar de todo

La Sala Parés recorre en una exposición el arte en Cataluña entre 1914 y 1945

Lucie Kahnweiler, por Togores
Lucie Kahnweiler, por TogoresSala Parés

Por lo general cuando hablamos del arte catalán de principios del siglo pasado siempre nos centramos en los grandes nombres, muchos de ellos enemigos de la figuración y más centrados en la búsqueda de una abstracción, de una huida respecto a lo que podría ser una representación casi fotográfica. Sin embargo, la Sala Parés nos ofrece un replanteamiento con una perspectiva diferente, con una evolución de la figuración en el marco cronológico que va de 1914 a 1945, el periodo entre guerras que tanto marcó también al mundo del arte en Cataluña.

A partir de una selección de un centenar de obras procedentes de colecciones privadas y de los propios fondos de la histórica galería barcelonesa, se nos propone un paseo que se inicia con un interesantísimo retrato de mujer firmado por Olga Sacharoff en 1914 con un estilo cubista que recuerda al Picasso o al Braque de ese tiempo en suelo francés, tanto por el tipo de composición como por la paleta empleada por la artista. Es un buen ejemplo de lo que podría ser la tensión entre la modernidad y la tradición en aquella Cataluña, la misma que también vivió Antoni Gaudí de quien se expone su máscara mortuoria.

Hemos citado el cubismo francés en el tiempo de la Primera Guerra Mundial. Muchos artistas catalanes viajaron precisamente a París para probar fortuna y para comprender qué se estaba haciendo allí. En este sentido, es interesante el hecho de contemplar en la Sala Parés algunas de las composiciones que Josep de Togores realizó en la ciudad de la luz, piezas que no son muy frecuentes en nuestros museos, como son los retratos de Lucie Kahnweiler, esposa del importante marchante, o el titulado «Renée et le chat». Por otra parte, procedente de París es una composición que tiene como modelo a una mujer saliendo del baño y que se convierte en pieza de museo gracias a la maestría de Juan Gris.

Una de las grandes sorpresas en esta exposición es tener la oportunidad de contemplar de cerca una de las innegables obras maestras del arte catalán del siglo XX. Es el retrato del siempre reivindicable Rafael Pérez Barradas dedicó al poeta Joan Salvat-Papasseit, hoy en manos privadas. Del mismo artista se presenta un dibujo protagonizado por un mosso d’esquadra de L’Hospitalet, la ciudad a la que tan íntimamente estuvo ligado Barradas.

Pero no todo es la figura humana como ejemplo de figuración. En la Sala Parés también cabe el paisajismo gracias al imponente puente de Caldes pintado por Joaquim Mir o una vista de Sitges en un óleo de Joaquim Sunyer pasando por Les Flandes de Piera, de la mano de Ricard Canals. Hasta la ciudad también podemos viajar gracias a un óleo sobre cartón de Joaquín Torres-García o a un paseo por el puerto gracias al pincel de Emili Bosch Roger. Esto puede ligar con cierto costumbrismo, como el que nos ofrece «La sardana», una pintura de Xavier Nogués.

Pero no todo debe ser una copia literal de la realidad, un trasunto de lo que vieron los ojos de los artistas. La modernidad también se cuela en la sala de exposiciones con algunos ejemplos importantes, como una danza en un jardín abandonado con ecos surrealistas y que realiza Àngel Planells. Lo mismo se puede decir de una figura femenina que se hace cubista gracias al pincel del más conocido como ceramista Josep Llorens Artigas.

La muestra también ofrece descubrimientos fascinantes para el visitante, como es la serie de planchas originales realizadas por Helios Gómez en 1934 para ilustrar «Viva Octubre» (Bruselas, 1935), cedidas para la ocasión por el Centro de Archives du communisme en Belgique y el Archief en Bibliotheek voor de studie van het communisme, piezas casi nunca expuestas.