Arte
El archivo que cuenta el arte catalán busca dueño
Una exposición acoge el desconocido legado documental de Josep Costa Ferrer, artista, anticuario y galerista
No suele ser muy frecuente que aparezcan en el mercado archivos importantes. Lo lógico es que nos topemos con alguna carta, un puñado de imágenes o algunos libros de una vieja biblioteca. Por eso, la aparición en el mercado del legado de Josep Costa Ferrer, también conocido por su seudónimo de Picarol, es una noticia importante porque hablamos de un continente que explica una parte del arte en Cataluña, desde el humor gráfico en las publicaciones de principios del siglo pasado pasando por grandes nombres propios como Pablo Picasso, Santiago Rusiñol o Lluís Bagaria.
Desde hace unas semanas, el galerista Adrià Codina, con el comisariado de Albert Velasco, presenta en Lleida en una exposición los papeles y las obras que forman parte de la memoria de Josep Costa. Las cifras hablan por sí mismas: 40.000 documentos, 5.000 fotografías y 300 obras de arte. Durante seis años Codina ha trabajado en la ordenación de este fondo, tal y como es visible en la muestra, que se ofrece por 387.350 euros.
¿De quién estamos hablando? ¿Quién fue Josep Costa Ferrer? Estamos hablando de uno de los nombres propios de la ilustración catalana –aunque él era originario de Ibiza–, con un importante eco en la Prensa internacional. Costa, bajo el nombre de Picarol, publicó sus dibujos en algunas de las más destacadas publicaciones de su tiempo, como «L’Esquella de la Torratxa» o «La Campana de Gràcia». De Ibiza saltó a Barcelona donde se codeó con un grupo de jóvenes creadores que intentaban hacerse un hueco en las galerías y las colecciones privadas de la ciudad, pero sin dejar de lado la posibilidad de dar un salto más allá de la capital catalana. Costa fue el fundador, junto con Bagaria, Rafael Martínez Padilla y Joan Vidal Ventosa, de una peña en la calle Valldonzella de Barcelona llamada La Cova Artística que, de alguna manera, seguía la estela de Els 4 Gats. Además de sus fundadores, por allí pasaron algunos invitados, destacando entre ellos un jovencito Pablo Ruiz Picasso con quien Costa mantuvo una larga amistad. Buena prueba de ello son los originales que Costa conservó del malagueño, cuatro dibujos y un óleo, hasta ahora desconocidos y que en estos días se exhiben en Lleida. Este último es una composición taurina que Codina ha podido identificar como la barcelonesa (y desparecida) plaza de toros de El Torín, una pieza que esta también conectada con la pintura picassiana que se conserva en la actualidad en el Cau Ferrat de Sitges y que fue propiedad de Santiago Rusiñol.
Precisamente quien fuera uno de los grandes protagonistas del modernismo fue también importante en el biografía de Josep Costa, colaborando ambos en diversos proyectos. Uno de ellos es «Kultur», un libro publicado por los dos de manera anónima en 1915 y donde se cargaban las tintas contra los alemanes. Eran los tiempos de la Primera Guerra Mundial y Costa y Rusiñol no quisieron permanecer callados. En el archivo se conservan uno de los muy raros ejemplares de esa publicación que en breve, de la mano de Adrià Codina, tendrá una edición facsímil. Otra rama que surge de estos dos amigos es la del coleccionismo porque Costa fue un destacadísimo anticuario, un gran agente a nivel internacional con una sobresaliente cartera de clientes. Por sus manos pasaron obras de El Greco o de Goya, además de ofrecer piezas al British Museum y aventurarse a abrir una galería en Chicago.
Todos esos trámites están perfectamente documentados en el extensísimo archivo que cuenta episodios inéditos o poco conocidos de un personaje clave.
Otra vertiente de Josep Costa, igualmente presente en la exposición que nos ocupa, es su labor en las islas de la que era originario con las Galeries Costa que inauguró en Palma de Mallorca. Buena prueba de su buen olfato fue la presentación en ese establecimiento de un cuadro titulado «Los deseos insatisfechos», firmado por Salvador Dalí y que había sido retirado poco antes de la Sala Parés, con gran escándalo, al ser considerado como «obsceno».
Para Albert Velasco, en conversación con este diario, el archivo es «uno de los más relevantes en el Estado para entender qué es el mercado del arte en la primera mitad del siglo XX. Costa fue un personaje con relaciones nacionales e internacionales, con vínculos con coleccionistas de primer nivel, como la familia March. Fue el encargado de decorar todos los palacios que tenían los March en Mallorca, así como el de Madrid porque fue su asesor artístico. A parte de ello, al montar las Galeries Costa expuso a todos los artistas de Mallorca, Ibiza, además de catalanes. Toda la documentación que se generó en estas exposiciones está en el archivo, por lo que es fundamental para entender el mercado. Es algo que sobrepasa el ámbito privado. Es un archivo que debería ir a una administración pública, ya sea Ministerio, Generalitat... De aquí pueden salir muchas investigaciones y tesis doctorales».
Adrià Codina confirma a este diario que lo que le gustaría es que este legado fuera parar a una institución pública para que permaneciera al alcance de los investigadores. «no tendría ningún sentido mutilarlo. Todo debe estar en un mismo sitio», asegura.
En sus fondos, el Museu Nacional d’Art de Catalunya (Mnac) posee algunos originales de Picarol, por lo que sería sensato que este fuera el nuevo y definitivo hogar del archivo, aunque no se ha hecho aún una oferta formal. Falta que alguien dé el paso.