Concierto en Barcelona

Joaquín Sabina sigue desafiando el oleaje sin timón ni timonel

El músico llenó un entregado Palau Sant Jordi en el primero de sus dos conciertos en Barcelona

Joaquín Sabina en concierto
Joaquín Sabina en conciertoEp

Hubo un tiempo, cuando era más joven, que Joaquín Sabina viajaba en sucios trenes que iban al norte. Hablamos de una época en la que el músico fumaba de gorra y sacaba la lengua a las damas que andaban del brazo de un tipo que nunca era él. Mucho ha pasado desde entonces, pero así quiso empezar Sabina un concierto en el que llenó el Palau Sant Jordi en el primero de los dos conciertos que ofrecerá en Barcelona.

Como él mismo reconoció en su presentación ante un entregado auditorio, sigue "a la búsqueda del tesoro, haciendo de lo habitual extraordinario". Pese a que como en uno de sus temas más recientes, "Sintiéndolo mucho", asegura que al fusil ya no le queda ni un cartucho, Sabina demostró que hay varias balas en la recámara. Con una sobria puesta en escena y acompañado de su fiel banda con Antonio García de Diego, Jaime Asúa y Mara Barros a la cabeza, el cantautor empezó el concierto dibujando una suerte de melancólico autorretrato de la mano de temas como "Cuando era más joven" o "Lo niego todo". Pero eso duró poco porque con "Mentiras piadosas" y "Lágrimas de mármol" regresó el Sabina que quiso dejar que los viejos rockeros nunca mueren, que sigue viviendo para cantarlo.

Joaquín Sabina reconoció al auditorio que se está quedando solo desde las muertes de Javier Krahe, Luis Eduardo Aute y Pablo Milanés, además de no olvidarse que Joan Manuel Serrat se retiró hace unos meses de los escenarios "nadie sabe por qué". Pero entre los que ya no están también citó a una mujer de poncho rojo, pelo de plata y carne morena, todo ello para llevarnos por el boulevard de los sueños rotos, donde siempre gusta que las amarguras no sean amargas. La voz quebrada de Sabina empieza a ser como el mejor whisky, ese que mejora con los años y que hay que saborear sorbo a sorbo. Probablemente sus canciones tienen ahora unos matices diferentes, más ricos, gracias a esa garganta única.

Pese a que en el concierto se pudo disfrutar de los temas más conocidos y reclamados del cancionero de Sabina, también hubo algunas sorpresas, como el rescate de "Llueve sobre mojado", que grabó con Fito Páez, "Yo quiero ser una chica Almodóvar" que fue rescatada por la brillante Mara Barros, o "La canción más hermosa del mundo", defendida con hermosa sensibilidad por García de Diego. La fiesta continuó recordando Sabina que "like a rolling stone" que cada noche se inventa, aunque, como José Alfredo, Sabina sigue siendo el rey.

En este concierto volvió a surgir un Sabina que había quedado escondido en sus anteriores giras. Es el poeta que, como si estuviera sentado en la mesa de un café, nos invitó a conocer cuál es su patria, la de los cuerpos y la de la canción para la Magdalena, mezclando su cantar con el recitar del vate, mezclando los versos con la música como hacía tiempo que no degustábamos, con una intimidad que llegó a cada uno de los asistentes al Sant Jordi. Todo ello para abrirnos las puertas del cielo y dejarnos escarcha en el pelo. Mención aparte, de nuevo gracias a la prodigiosa Mara Barros, se nos regaló un pequeño gran homenaje a la copla que, a su vez, lo era a las raíces del cantautor de Úbeda.

No sabemos si esta gira ha nacido contra todo pronóstico. Lo que sí parece seguro es que a Joaquín Sabina le quedan más de 500 noches sobre el escenario. Por cierto, nunca ha sonado mejor la princesa de la boca fresa pese a la cirrosis y la sobredosis.